LA ESTÉTICA OTAKU Y EL IMAGINARIO MANGA/ANIME Por Javier Bogarín y Adolfo Vásquez Rocca
Lic. Mario Javier Bogarín Quintana – Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Centro de Investigaciones Culturales-Museo UABC
Escuela de Artes UABC
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Profesor de Estética y Critico de Arte UNAB – PUCV – UCM
1.-Ensayo de una estética
Trascendiendo la clasificación por géneros, el atractivo mencionado se cebe en un impulso estético que el fanático de Occidente (desde ahora, otaku) genera a partir de la relación del uso de colores (pastel y chillantes, calientes y saturados) y técnicas (animación no discontinua de bocas y movimientos de las extremidades y ojos grandes como escaparate a la disposición de un abanico de sentimientos) con una única matriz que debe ser la productora de un estilo que emerge del manga/anime para ajustarse a la vida cotidiana: Japón como imagen universal y experiencia vicarial a copiarse e implementarse en todas las facetas de la cotidianeidad (Schodt, 1983:22), dependiendo centralmente de la concepción de un imaginario que no se alimenta de la experiencia real, aunque fuese mínima, pues responde en forma exclusiva a la oferta mediática de anime, películas, literatura, fotografías o simples referencias que van a parar no al acervo informacional que busca una organización racional (como el conocimiento escolarizado) para su investigación posterior sino a la colección de sentimientos y construcciones ideales (Durand, 2004:26) que, a través de la “experiencia manga/anime” concurren en la “japonización de la realidad” a través de la estética de los objetos consumidos.
Siguiendo a Durand, la permanencia de una idea que recorre el circuito de la percepción hasta romper la simple sensación y encajar con el imaginario personal y desde ahí potenciar un discurso, amuebla el espíritu (leyéndosele como imaginario) con “miniaturas” mentales, chispazos que sin embargo perduran, que no son sino copias de las cosas objetivas.
Aún así, esta objetividad no redunda en la materialización de un interés, de una cosa que se puede palpar al gusto del deseo: un Tamagotchi siendo “alimentado” por su dueño en su casa de Mexicali jamás tendrá relación con el Tamagotchi de la adorable chiquilla secundariana que lo revisa, programa y pone a dormir mientras recorre la línea Yamanote del metro de Shibuya, y esta imagen, recurrente a través de uno de los fetiches más populares (sexual y no a la vez) entre los otakus varones, merecería por sí sola, en tanto perteneciente a una gran categoría argumental manga/anime, un estudio aparte, pero aquí se refiere al punto de contacto que permite que un objeto cualquiera pueda lograr su membresía dentro de la fantasía personal que mucho le debe a estos pastiches que, aunque personalmente modificables, conforman la multirreferencialidad pop de estos productos.
Este espíritu del J-Pop (que combina música con animación, cine, merchandising y más) puede resumirse en una concepción estética que precede a su interpretación industrial para localizarse en las primeras producciones de Osamu Tezuka (Schodt, 1983:16), creador del anime moderno, dulce y colorido, y con esencia occidental: kawaii, un término que ha dominado a la cultura popular japonesa por lo menos desde mediados de la década de los setenta (Kinsella, 1995), que literalmente significa “lindo” y es utilizado para celebrar todo lo dulce, adorable, inocente, puro, simple, genuino, amable, vulnerable, débil e inexperimentado (amai , airashii, mujaki, junsui, kantan, shojiki, yasashii, kizutsukeyasui, kawaiso y mijuku, respectivamente) que distinguiese a una persona y, de ahí, a cualquier objetivación de estas características elevadas a virtudes, en un animal u objeto real o imaginario, como símbolos teriomorfos (Durand, 2004:73) que son el vehículo de adaptación de imágenes orientadas a una manipulación que haga más asequible su contenido, en el caso del consumo, y que alude a toda una mitología instaurada por la gama de productos y la vasta tradición que les antecede para conformar una capa profunda de asociaciones que por medio de una simbolización devuelvan al consumidor a un estado anterior de su gusto y percepción.
La clave del kawaii como animalizador de cosas y humanos, consiste en la condición del animal de ser susceptible de una sobredeterminación de caracteres particulares que no tienen un vínculo directo con la animalidad: el intrincamiento de las motivaciones que vuelven a las distintas especies receptáculos de significados transformables y conduce a la animación (Krappe, 1952:36) de los pensamientos mediante la asimilación de sentimientos humanos para su transferencia a la cosa o animal elegido.
Bajo esta fundamentación, no debe resultar ajena al observador la relación estrecha entre el kawaii “original” y su aplicación localizable en la conducta social con su correspondiente apariencia física. Asimismo, estas formas prevalecen en los personajes de manga/anime en todos sus géneros, incluso los más oscuros y con las apariencias menos dulces (elementos indispensables de todo el manga y fenotipos, al fin y al cabo, para ser seguidor por el consumidor) que, para el interés del presente estudio, se conciben, el comic y la animación, como la consecuencia derivada de la preferencia por este estilo.
Regresando al concepto, este fue desarrollado en un estilo infantil y delicado a la vez que bonito (Kinsella, 1995), saturando a los medios y bienes de consumo para alcanzar su pico de intensidad sacarinosa en la década de los ochenta, justo durante la expansión de los OVA y la mercadería masiva de mementos y accesorios concomitantes al periodo de la burbuja económica japonesa.
Las personas “lindas” se volvieron extremadamente populares y el fanático de manga/anime podía aspirar a la personalización de estos elementos y “animaciones” coloridas vistiéndose igual que sus personajes predilectos (actividad que en adelante se denominará cosplay) y ubicarse en una tipología que al día de hoy señala diferencias claras entre los géneros que conllevan sus respectivos mensajes sobre la personalidad y hasta espiritualidad de un individuo.
De nuevo, un punto de partida conveniente para el análisis de los atractivos estéticos de los productos para el fanático e incluso de las motivaciones mismas de su imaginario es la conexión del gran significante kawaii como un estilo básico que creció hasta generar modas más específicas y transitorias dirigidas hacia lo oscuro, el punk, el skate y los vestuarios french maid ; se trataba de una estilística fruto del reciclaje, y nueva en tanto que aglutinadora de imágenes, que transitó de un romanticismo serio y pinky pero igualmente infantil en los ochenta, al estilo andrógino, kitsch y más humorístico de los noventa.
Tal noción registró una transformación paralela aunque independiente del anime: la innovación de temáticas desde las aventuras a lo Disney en la obra de Tezuka hasta la introducción de géneros bien diferenciados (anime para chicas, de ciencia ficción e incluso para adultos), funcionando como testigo, valiéndose de una serie de personajes arquetípicos en cada producto, de las nuevas adiciones conceptuales a lo “lindo” que conforme se fue diseñando la figura del otaku (fanático) de principios de los años ochenta fue incidiendo en la confección de matices más profundos en torno al carácter reservado del consumidor que, con la llegada y masificación del video, se hizo de una personalidad más coleccionista y reservada, que se convirtió el centro al que se dirigirían términos como “tímido” o “avergonzado”, con sus ramificaciones persistentes como “patético”, “pobre”, “vergonzante”, entre otros matices que empezaron a alejarse de la matriz originalmente positiva de lo que ha sido desde un principio lo kawaii como actitud en apariencia y, después, como estética (Kinsella, 1995).
El otaku, entonces, investido de todos estos adjetivos, fue construyéndose como el público natural del manga/anime en apariencia unificado como una tribu, dando lugar a su imagen contracultural que le presentaba, como hasta ahora, con empaque de marginal inadaptado e inmaduro para las relaciones sociales que, cuando tiene un empleo, trabaja tan sólo para pagarse su afición, pues además se le ha fijado el estereotipo de buen hijo de familia que tiene resueltas sus necesidades materiales básicas fuera de las cuales no representa ninguna carga extra para sus padres, al contrario, para por un individuo anodino y dócil en extremo: un niño que responde a (y que proviene de) las virtudes estéticas y conductuales consagradas por la idea de lo kawaii.
La imagen ideal del otaku que se conserva tanto por el interés de los medios masivos japoneses como por sus propias características (perpetuadas también por el visionado de su reflejo electrónico en películas y televisión) es el de un joven desaliñado con serias dificultades para comunicarse y sin ninguna suerte romántica con las mujeres , quienes le considerarán, en el óptimo de los casos, una especie de hermanito menor o confidente inofensivo, un personaje estereotípico herencia de la tipología nerd inmortalizada por Hollywood que se ve reproducida en buena medida por las reinterpretaciones occidentales de la idea de lo otaku, aunque sin considerar los condicionantes estéticos peculiares atisbados aquí y que son cercanos al consumidor que entra en contacto directo con las descripciones más completas y reiteradas de dicha figura.
Un punto de encuentro de las esferas estética y conductual consiste en el sustrato residual de la obra y los personajes de Walt Disney, pensados como protagonistas de un viaje emocional a una sociedad rural idealizada, dentro del basamento argumental del manga/anime y sus personajes (como ya se ha indicado, Kinsella, 1995) embarcados en una jornada sentimental de regreso a una infancia idealizada: una oposición a la sociedad industrial lo mismo que a la adultez por medio, como se verá a continuación, de elementos objetuales de la producción manga/anime para realizar la transformación individual de identidad y referentes tomando como base un estetismo generalizador donde los matices dulces se dulcifican, los villanos más malos por alguna razón no alcanzan a verse tan malvados y donde la infancia, eternizada, logra ser transportada a la vida real.
En otras palabras, una puesta en escena de carácter privado ensayando el afán de estabilización de sensaciones bienestar absoluto fijadas en ambientes controlados por el usuario que debe exaltar las representaciones hiperbólicas de ideales trascendentales: nostalgia del pasado (los buenos años en que el tono dramático del capítulo de Astroboy o de Ranma ½ caldeaba la textura de toda la tarde-noche), curiosidad por lo exótico (Japón es Tokio porque esta es una capital occidental irrepetible por la coincidencia feliz de alguna clase de futuro-ahora con la pulsión sensual de una cultura hermética) o amor a la belleza (el kawaii puro como origen y destino del gusto contemplativo válido para todos los productos del manga/anime) operando bajo criterios que recaen en (la historia de) cada otaku, quien posee la potestad de imprimirle a cada objeto de su pertenencia una memoria que está diseñada para romper con la estética predominante (como la distorsión kitschificante introducida por una habitación repleta de afiches) y ejecutar la asociación emocional de contenidos que, como se dijo desde un principio, hacen la llamada a la identidad común del manga/anime.
Así pues, el sentido de las cosas es el de la apropiación de un resultado empíricamente comprobable en la observación de un “valor de uso” cualquiera para todas las temáticas pero que en el caso que nos ocupa debe conducir a la explicación de un proceso por cuyos contenidos se expresa la faceta más íntima del consumo, ahora en relación directa, por medio del objeto-signo, con su colección de imaginerías.
Baudrillard (1999:97) reconoce a las cosas cotidianas como objetos de una pasión bajo la condición de propiedad privada que se fundamenta en su papel de aparato regulador del equilibrio del sujeto trasponiendo su función práctica, en su utilización que por lo general les limita a un uso (el juego distraído, indiferente, con el Game boy color amarillo Pikachu) que nos devuelve al mundo, y no se refiere al potencial de la cosa como exposición inmediata de un valor asignado con arreglo a la relatividad del usuario, quien da una vuelta de tuerca a aquella mediación práctica (saca su cuenta de correo en http://www.doramail.com para recibir la bienvenida de Doraemon y luego, acaso, para enviar y recibir correo electrónico) para acercar al objeto a su mundo personal.
El objeto de posesión es el resultado de dicha abstracción, al ser “poseído” por una imaginería que establece las reglas de un juego constante entre los constructor de las ideas que pueden hacer que las cosas se relacionen entre sí en la medida en que ya no remiten más que al sujeto-otaku.
El lucimiento, por ejemplo, de accesorios manga/anime, muestra a estos en su dimensión utilitaria pero además de ello sirve como práctica de la expresión de un uso imaginal que necesita de estos vehículos para materializar una fantasía, una construcción que, aunque tiene una manifestación práctica, sigue existiendo solamente en el pastiche mental que el otaku porta con tanto garbo disimulado como a la mochila negra con un diseño basado en el de Intel que informa: “Hentai inside”; tratándose en resumen de una oposición complementaria de objetos-maquina/objetos puros, siendo estos últimos los receptores de un estatus estrictamente subjetivo (Baudrillard, 1999:99) para convertirse en objetos de colección, un estamento de la propiedad que se eleva sobre lo utilitario para señalar un proceso imaginal de apropiación.
El objeto pasión es entonces la reminiscencia del afán infantil de posesión ante su urgencia por entender el mundo vía el control de sus fenómenos objetivados en un trozo simbólico manipulable (Rheims, 1962:28), fase que termina con la llegada de la crisis de la pubertad y que puede regresar inmediatamente después y se presenta también en los hombres de más de cuarenta años (Baudrillard, 1999:99) como una suerte de compensación de las evoluciones de la sexualidad, aunque sin apuntar a una conducta pulsional de índole fetichista, pese a que en su denominación se dirige a la satisfacción de una pasión por el objeto amado entendido como la creación más bella de la divinidad en torno a la cual se despliega una veneración que adquiere tintes de clandestinidad, de culto secreto fundamental, que tiene todas las características de una relación pecaminosa.
El goce de esta posesión implica también la comprensión de un objeto como un ser único e irrepetible por sus particularidades que aún así se constriñen a su pertenencia a la serie (que es también concepto integrador antes de pasar a denominarse “colección”) y, por consiguiente, quedando sujeto sustitución temporal o incluso permanente, dejando al descubierto el binomio quintaesencia cualitativa-manipulación cuantitativa.
La manifestación de esta dinámica aplica para la manipulación de objetos que son historias entrelazadas por una dimensión tangible, como un modelo teórico que haga por explicar al afán coleccionista como el destino final de las actividades que el otaku realiza personalmente y en relación con su grupo: asistencia a convenciones, intercambio de archivos, consumo vía web, discusiones cara a cara y por chat, performatividad, juego de rol, etc.
Esto presenta un contrapunto significativo al diagnóstico crítico de la producción industrial que afirma que el sentido social de las cosas y significados se desplaza desde la historia, para despojarse de ella, a la pantalla, a un espacio en donde todas las formas tienden a resignificar a las viejas utopías en un proceso de descontextualización que las convierte en mercancías (Vásquez Rocca, 2007:5).
Los índices de moral e ideología son sustituidos por relaciones mercantiles que operan como vehículos de imágenes al servicio, como en este caso, de referentes que se ubican en función de la construcción del gusto del usuario. Tal es la clave de la composición del pastiche, que asegura a la cosa externa, mercantilizada y desligada de un modelo para transformarse en serie (Baudrillard, 1999:14), un significado basado en sus valores e imaginerías, en la abducción simbólica de una mente sobre un estímulo como es cualquier derivado del manga/anime.
Dicha apropiación se genera en contraposición a otro fenómeno externo: la obsolescencia objetual (Vásquez Rocca, 2007:5) que, afirmada como una dinámica de mercado, asegura la rotación acelerada en la producción de bienes simbólicos con motivo de la inviabilidad de la erección de cualquiera de ellos en “ídolo personalizado y canónico” para una gran masa, además de que la generación industrializada de productos vuelve imposible que una sola colección de figuras icónicas, del manga/anime por ejemplo, permanezca en la cúspide de su popularidad por una larga temporada: este es el circuito de los objetos que se vuelven obsoletos fuera del campo de acción y consumo de sus seguidores, quienes, como es natural, desechan una cantidad importante de estos productos pero realizan una gran inversión emocional en otros tantos, y mientras más profunda sea la brecha entre el pastiche y la realidad (la tangible, la del mercado social), puede encontrarse una mayor capacidad de resignificación y adaptación del objeto al mundo personal, junto con una resistencia más fuerte a los vaivenes de la novedad de la industria.
La saturación de colores y figuras de la habitación otaku, propuesta en esta ocasión como modelo reproductor del pastiche ideal integrador que resume las nociones estéticas consideradas, es la vuelta de eso que Baudrillard (1999:15) llama la “afectación” en la decoración que en este caso particular no se preocupa por un ordenamiento objetivo que responda a la línea lógica de la imaginación que dicta la presencia de objetos cuya primera función deberá ser la de personificar las relaciones del otaku, no con otros otakus, sino con su universo interior, poblando un espacio devenido santuario en nombre de cuya idea general disponen de un alma, de un poder evocativo que desplaza su función instrumental, en la dimensión de lo real (de utilización), para anteponer su valor (de posesión) en la dimensión moral construida en torno a una complicidad del usuario con sus objetos manga/anime, un denso valor afectivo que es la “presencia” (Baudrillard, 1999:14) por la que el Todo es efectivo y que, al significar al argumento central objetual del otaku, se vuelve la reproducción diferida del pastiche ideal de sensaciones e imágenes.
La denuncia anticonsumista de una nostalgia dirigida por el uso de la figura comercial del revival se apoya en la realidad hueca de la conducta nostálgica que le concede primacía al mensaje antes que a la identidad, considerando que el recuerdo de una época pasada debería resultar atractivo e inspirador para una importante mayoría, pero en lo que respecta al usuario de manga/anime puede ubicarse a la nostalgia imbuida en sus rutinas de consumo dentro de una batería de ritos laicos a nivel doméstico que son verificados en la visión de un anime o una película (japonesa, o en su defecto china o coreana, desde luego), la clasificación de revistas o afiches o la simple observación y fragmentación de los colores y técnicas que componen al estilo: en definitiva, cualquier actividad que consiga la abducción inmediata de regreso a ese Japón particular consignado en la mente alerta y estética del otaku. Sirva a esta descripción de ambiente el siguiente par de ejemplos:
a) La habitación de uno de los fanáticos entrevistados con motivo de la investigación en curso acerca de La construcción sociocultural del fanático de manga y anime en Mexicali ofrece al visitante la colección de su propietario expuesta a modo de afiches: dibujos recortados a colores y en blanco y negro de paisajes de una indeterminada campiña japonesa, páginas impresas de Internet con carteles publicitarios de las películas animadas de Hayao Miyazaki y de acción real dirigidas por Takashi Miike y Takeshi Kitano, dibujos a lápiz de la Princesa Masako y de los novelistas Haruki Murakami y Banana Yoshimoto; y de objetos de utilización: dos o tres centenares de CD’s y DVD’s que lo mismo guardan películas que manga escaneado en formato PDF y música J-Pop y J-Rock (incluyendo bandas sonoras de anime) en MP3 o DivX organizada en archivos misceláneos o con el nombre del disco que en ocasiones no se puede leer por estar convertido en signos ilegibles porque la computadora no tiene instalado soporte lingüístico para japonés, algunas revistas de la compañía traductora y editora japoamericana Shonen Jump adquiridas en las rebajas de El Centro y Tijuana, figuritas de Doraemon y Hello Kitty! y algunas hechas con plastilina y conservadas sobre un cuadro de acrílico, una mochila con un botón de Hellsing y más allá un montoncito con tres o cuatro ejemplares de diarios chinos con la etiqueta de un P.O. Box de Calexico. Y cuando se le pregunta por el significado de su cuarto, nuestro otaku contesta, después de pensarlo mucho, que sólo ahí se siente tranquilo, cuando se encierra con llave. Una declaración que merece una lectura pormenorizada, digna de otro artículo.
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Baudrillard; Cultura, simulacro y régimen de mortandad en el sistema de los objetos
Jean Baudrillard ©
Baudrillard
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[ Mario Javier Bogarín Quintana | Publicado el 3 Jan 2009 | Sin comentarios aún ]
Los distintos géneros de manga/anime han sido articulados por su filiación a una estética que por concreta y repetitiva los ha hecho identificables, sobre todo, fuera de Japón. La dulzura de sus personajes se vincula inevitablemente con la delicadeza de los rasgos de la Lolita adaptada a un proceso de infantilización. Este, redundante en apariencia, aprovecha la sumisión de las mujeres de todas las edades a un ideal de elegancia y delicadeza, una estética estática, prescrito a las japonesas por códigos lo mismo de conducta (confucianos y budistas) que de apariencia física (cortesanos y de moda actual).
Adolfo Vásquez Rocca, Artículo «Francis Bacon. El cuerpo como objeto mutilado; regresión a la animalidad«, En Cyber Humanitatis Nº 31 2004,Revista de la Facultad de Filosofía y Humanidades, UNIVERSIDAD DE CHILE ISSN 0717-2869 http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/texto_simple2/0,1255,SCID%253D14078%2526ISID%253D499,00.html
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Artículo «El vértigo de la sobremodernidad; «no lugares», espacios públicos y figuras del anonimato«, en DU&P REVISTA DE DISEÑO URBANO Y PAISAJE, UNIVERSIDAD CENTRAL DE CHILE, FACULTAD DE ARQUITECTURA, URBANISMO Y PAISAJE , FAUP, ISSN 0717- 9758, Volumen IV, Nº10, 2007. http://www.ucentral.cl/Sitio%20web%202003/Revista%20Farq/10_vertigo_delasobremodernidad.htm http://www.ucentral.cl/Sitio%20web%202003/Revista%20Farq/pdf/10_vertigo_delasobremodernidad.pdf
Artículo «Baudrillard; de la metástasis de la imagen a la incautación de lo real«, En EIKASIA. Revista de Filosofía, OVIEDO, ESPAÑA. ISSN 1885-5679, año II, Nº 11 (julio 2007) pp. 53-59. http://www.revistadefilosofia.com/11-02.pdf
Artículo «La Escuela de Londres o ‘Pintura del desastre’; Francis Bacon, Lucien Freud y Frank Auerbach«, en Psikeba – Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, BUENOS AIRES, 2007, ISSN 1850-339X. http://www.psikeba.com.ar/articulos/AVRescuelalondres.htm
Adolfo Vásquez Rocca –Adolfo Vásquez Rocca Dr. en Filosofía y Estética
ANTIPSIQUIATRÍA; ESTADO TERAPEÚTICO, ENFERMEDAD MENTAL Y POLÍTICAS PÚBLICAS Por Adolfo Vásquez Rocca
ANTIPSIQUIATRÍA; ESTADO TERAPEÚTICO, ENFERMEDAD MENTAL Y POLÍTICAS PÚBLICAS
Ver:
I
VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Artículo «Anti-psiquiatría; Deconstrucción del concepto de enfermedad mental« En ALEPH ZERO Nº 46, octubre – diciembre, 2007, Revista de la Escuela de Ingeniería y Ciencias de la UNIVERSIDAD DE LAS AMÉRICAS, PUEBLA, MÉXICO. indexada en LATINDEX.
http://hosting.udlap.mx/profesores/miguela.mendez/alephzero/archivo/historico/az46/rocca46.htm
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
EXTRACTO:
«Anti-psiquiatría; Deconstrucción del concepto de enfermedad mental«
El concepto de enfermedad mental
La teoría de la enfermedad mental es científicamente imprecisa y su estatuto esta aún por definirse. La psiquiatría como institución represora es incompatible con los principios de una sociedad democrática y libre, y debe ser abolida. Al negar la validez científica de la teoría de la enfermedad no se esta negando la realidad de las enfermedades neurológicas, la locura, el crimen, el consumo de drogas y los conflictos sociales.
El concepto de enfermedad mental tuvo su utilidad histórica pero es, en la actualidad, científica y médicamente anticuado, y moral y políticamente dañino por las razones que veremos en este artículo.
En 1961, Thomas Szasz, médico psiquiatra, psicoanalista y actualmente Profesor Emérito de la Universidad del Estado de New York, publicó “El mito de la enfermedad mental”, que inició un debate mundial sobre los denominados trastornos mentales. Szasz anota que la mente no es un órgano anatómico como el corazón o el hígado; por lo tanto, no puede haber, literalmente hablando, enfermedad mental. Cuando hablamos de enfermedad mental estamos hablando en sentido figurado, como cuando alguien declara que la economía del país está enferma. Los diagnósticos psiquiátricos son etiquetas estigmatizadoras aplicadas a personas cuyas conductas molestan o ofenden a la sociedad. Si no hay enfermedad mental, tampoco puede haber hospitalización o tratamiento para ella. Desde luego, las personas pueden cambiar de comportamiento, y si el cambio va en la dirección aprobada por la sociedad es llamado cura o recuperación.
Por consiguiente, las intervenciones psiquiátricas deben ser definidas con claridad como voluntarias o involuntarias. En las voluntarias, la persona busca la ayuda del profesional movida por sus problemas. Típicamente, el individuo es un beneficiario de la intervención del psiquiatra. En las involuntarias, la sociedad impone la intervención. Típicamente, el individuo es una víctima de la acción del psiquiatra, en tanto que la sociedad(la familia) es la beneficiaria. La psiquiatría involuntaria es incompatible con los principios de una sociedad democrática y libre, y debe ser abolida.
Antipsiquiatría – Psicología – Adolfo Vásquez Rocca
La fabricación de la locura
En 1970, Szasz publicó “La fabricación de la locura: Estudio comparado de la Inquisición y el Movimiento de la Salud Mental”, un monumental estudio histórico dedicado a demostrar que-con el declinar de la cosmovisión teológica y del poder del Estado Teocrático(la alianza del Estado y la Religión), y el ascenso de la cosmovisión científica y del poder del Estado Terapéutico(la alianza del Estado y la Medicina y, en particular, la Psiquiatría-, el mito teológico de la herejía fue remplazado por el mito científico de la enfermedad mental, la persecución de brujas y herejes por la persecución de pacientes mentales y drogadictos, y la poderosa burocracia papal de la Inquisición por la poderosa burocracia estatal de la Psiquiatría Institucional.
En esta obra, que dio inicio a la nueva disciplina de la historia crítica de la psiquiatría (junto con la “Historia de la locura en la Era Clásica”, de Michel Foucault), Szasz define también los dos tipos de psiquiatría: la institucional y la contractual.
La Psiquiatría Institucional comprende todas las intervenciones impuestas a las personas por los demás. Estas intervenciones se caracterizan por la completa pérdida, por parte del denominado paciente, del control de la relación con el psiquiatra. Su aspecto económico más importante es que el psiquiatra es un empleado pagado por una entidad privada o pública. Su característica social más destacada es el uso de la fuerza o del engaño.
La Psiquiatría Contractual comprende todas las intervenciones psiquiátricas buscadas por las personas, motivadas por sus dificultades o problemas. Estas intervenciones se caracterizan por la completa retención, por parte del llamado paciente, del control de la relación con el psiquiatra. Su aspecto económico más importante es que el psiquiatra es un profesional privado pagado por la propia persona(en nuestros días, la situación se complica por la existencia de los seguros médicos). Su característica social más notoria es la evitación de la coacción o del engaño.
Leer Artículo completo:
VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Artículo «Anti-psiquiatría; Deconstrucción del concepto de enfermedad mental« En ALEPH ZERO Nº 46, octubre – diciembre, 2007, Revista de la Escuela de Ingeniería y Ciencias de la UNIVERSIDAD DE LAS AMÉRICAS, PUEBLA, MÉXICO. indexada en LATINDEX.
http://hosting.udlap.mx/profesores/miguela.mendez/alephzero/archivo/historico/az46/rocca46.htm
Referencias:
– Los Anormales; genealogía de lo monstruoso
– Szasz, T.S. “The Myth of Mental Illness”, 2nd edition. New York: Harper & Row, 1974.
– Szasz, T.S. “The Manufacture of Madness: A Comparative Study of the Inquisition and the Mental Health Movement.” New York: Harper & Row; 1970.
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de Especialización Antropología y Estética. Profesor del Programa de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV, del Magíster en Etnopsicología -Escuela de Psicología PUCV, Profesor de Antropología Filosófica en la Escuela de Medicina de la UNAB. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net Secretario de Redacción de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía de a PUCV, Editor Asociado de Psikeba, Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires y de la Revista de Antropología Médica, UNAB. Miembro del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. adolfovrocca@gmail.com
Derechos Reservados © 2007 Miguel Angel Méndez-Rojas. Escuela de Ingeniería y Ciencias, Universidad de las Américas Puebla. Sta. Catarina Mártir. Cholula, Puebla. C.P. 72820. México.
II.-
CRÍTICA A LA RAZÓN PSIQUIÁTRICA
Manuel Desviat
[Remitido a Zoología Política por Linda del Carmen Janeth Ramírez]
Qué ha sido de la antipsiquiatría? cuáles sus aportaciones y fracasos, y, sobre todo, sobre su posible vigencia. Parece ser que el pragmatismo dominante, la primacía de la técnica, del cómo que oculta el por qué, ha arrinconado toda forma de teoría psicopatológica, todo tipo de indagación, crítica o no, sobre las razones y procesos del enfermar psíquico. Son tiempos acomodaticios para el Primer Mundo, donde se huye de la memoria histórica, de la conciencia social, del compromiso. Donde el pensamiento progresista de los más jóvenes puede reducirse a la defensa de las focas, los espacios verdes, la protesta por las guerras y el espacio privado. En psiquiatría y en psicología clínica, se reduce a una práctica hueca, la llamada biológica, fundamentada en el compendio de ensayos psicofarmacológicos, en una etapa de su desarrollo «científico» tan inaugural que el efecto de los fármacos, aun siendo relativamente eficaz, es todavía algo semejante a matar moscas a cañonazos, por su falta de precisión y sus consiguientes efectos secundarios.
Por otra parte, el movimiento antipsiquiátrico no llegó nunca a poner contra las cuerdas a la psiquiatría. Su discurso fue un revulsivo, la exigencia de otra práctica, de otra mirada psiquiátrica. Ha sido el avance de una ideología biologicista que reduce la enfermedad mental a las ciencias moleculares del cerebro y una demanda social proteica (que busca en la psiquiatría y en la psicología prontas soluciones a todo tipo de frustraciones y carencias, en unas sociedades que han patologizado la vida cotidiana, psiquiatrizando el malestar), quienes propiciaron, varias décadas después, como advierte el Libro blanco de la psiquiatría francesa (2002. la crisis de la psiquiatría. Esta vez no es la crítica a la razón psiquiátrica, sino el rechazo a la razón de ser de la psiquiatría (y consecuentemente de la psicopatología), disciplina necesitada de la síntesis, de la trabazón con otras disciplinas no médicas, que no puede hallarse sino en la encrucijada entre las dimensiones somáticas, psicológicas y sociales de la persona.
Para Subjetividad y cultura, revista progresista de psicología, donde se dan cita el psicoanálisis, la salud pública, la psiquiatría y el marxismo (en el trasfondo siempre Fromm, tan influyente en la cultura mexicana, presente aún la obra de la Escuela de Frankfurt), la pregunta sobre la antipsiquiatría se inscribe en una realidad muy distinta; una realidad, como en el resto de países de América Latina, donde la lucha colectiva contra la miseria y la alienación lleva a mirar a los manicomios, lleva a un movimiento de reforma psiquiátrica donde el discurso de los movimientos de salud mental trata de cambiar las formas de vida y no sólo la asistencia psiquiátrica. «Perto ninguém é normal», proclama uno de los eslóganes del movimiento brasileño de salud mental, una frase que podría haber sido suscrita por un antipsiquiatra en los años 70 del pasado siglo. Para nosotros, la necesidad es otra. Otro el momento. Para nosotros, recuperar los textos de la vanguardia antipsiquiátrica, no dejar en el olvido sus tesis (en cualquier caso, ensancharon los limites del pensamiento psiquiátrico y cultural, aportando una mirada diferente entroncada a la diversidad y la incertidumbre de la complejidad psicopatológica), significa abrir una brecha en la estrecha cerca del pragmatismo dominante; significa despertar inquietudes que interpelen ese intento tramposo de reconstruir todo el universo desde el pensamiento biológico, con un solo lenguaje y un pensamiento único.
El momento histórico
La antipsiquiatría es la expresión, en el campo de las disciplinas de la salud mental, de la profunda crisis de las ciencias, del arte, de la ideología, de los valores en suma de la sociedad en las décadas que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial; crisis que culminará en la rebelión de Mayo del 68. Una Nueva Izquierda sacude el pensamiento de la época, cuestionando tanto las teorías políticas y sindicales convencionales como sus formas de organización. En el análisis político está presente la visión de las nuevas formas de capitalismo que tienden a convertir la totalidad de la vida en objeto de dominación, trocando toda subjetividad y actividad en objetividad cosificada. A la petición marxista de trasformar el mundo, se une, recogiendo el espíritu de las vanguardias artísticas, la proclama de Rimbaud de cambiar la vida. Pensamos que hay que cambiar el mundo, escribe Guy Debord, el ideólogo del Mayo francés, la rebelión que conmocionó el mundo, y pide para ello la disolución de la política en la vida, del trabajo en la vida. Desde la filosofía, la sociología, el psicoanálisis, la cultura y la política, pensadores como Lefebvre, Marcuse, Reich, Adorno, Brown, Gabel hacen ver que la liberación del hombre no puede definirse sólo en términos de explotación económica y represión política, dejando de lado la multidimensionalidad de la existencia humana y sus formaciones sociales. Cualquier revolución que quiera tener en cuenta las verdaderas necesidades del hombre tiene que considerar la opresión psicológica, rompiendo la dicotomía entre lo individual y lo político: debe llevar la subversión a la esfera privada, la familia, la ciudad, el ocio. Son tiempos de revuelta estudiantil, de huelgas sin precedentes y de una rebelión ciudadana que dejó sin Estado a Francia durante semanas y estupefactos y atemorizados a los gobiernos del mundo entero. Tiempos de la protesta amerikkkana, del movimiento hippy -la internacional juvenil de Jerry Rubin3; del asiento trasero de los coches, del amor a ritmo de Elvis, se pasa al Black Power y las manifestaciones contra la guerra de Vietnam. Tiempos de crecimiento económico y de crisis de las instituciones, donde, de nuevo, París será el eco multiplicador, tras el cuestionamiento sin precedentes del orden social contemporáneo de Mayo del 68.
Psiquiatría y antipsiquiatría
Es David Cooper quien utiliza por primera vez el término «antipsiquiatría» para describir una experiencia, Villa 21, realizada en un pabellón de un hospital psiquiátrico de Londres4. Psiquiatría como práctica alternativa a la psiquiatría tradicional, frente a la violencia institucional, cuestionando el hospital, yendo más allá de la comunidad terapéutica, en una práctica que ensaya un clima de libertad para los pacientes, sin violencia ni restricciones. Y será en la obra de Cooper y de Rolanld Laing, en la antipsiquiatría inglesa, donde debemos situar en sentido estricto la antipsiquiatría, aunque hoy el término se haya generalizado para señalar todo el movimiento anti-institucional y reformador psiquiátrico de los años 60 y 70 del pasado siglo. Desde el SPK (colectivo socialista de pacientes de la clínica de Heilderberg, que predica la insurrección armada)5 hasta las máquinas deseantes de Deleuze y Guattari; de Gentis a Octave o Maud Mannoni; de Basaglia y Jervis a Tomás Szasz; de las experiencias inglesas a las denuncias de la situación asistencial durante la represión franquista. Crítica global e ideológica de la psiquiatría, sobre todo de su proceder médico, nosográfico y diagnóstico, que llega a proclamar la inexistencia de la enfermedad mental, mito o artefacto pseudomédico, trivializando o idealizando la psicopatología al mirarla sesgadamente a través de genios-locos: Artaud, Hörderlin, Nietzsche.
Jean-Paul Sartre escribe en el prefacio a Razón y violencia, un estudio sobre la obra del filosofo existencialista escrito por Laing en colaboración con David Cooper en 1964, que la enfermedad mental es la salida que el organismo libre, en su unidad total, inventa para poder vivir una situación no vivible. En este ensayo se estudia la obra sartriana a través de la Crítica de la razón dialectica y de la obra de Sartre sobre Genet. Aparece el «ser para sí» de la fenomenología existencial, dividido sin cesar contra sí mismo, roto, condenado en la necesidad de su libertad y de su compromiso. Dialéctica entre el acto libre y el compromiso alienado, las manos sucias de la transformación social. Imposible sartriano que marcará la conciencia crítica de varias generaciones de intelectuales de izquierdas. Fenomenología existencial que, junto con los trabajos de la Escuela de Palo Alto sobre familias de pacientes esquizofrénicos y un psicoanálisis donde se vislumbra Winnicott, fundamenta los desarrollos de la antipsiquiatría inglesa. Es en la Clínica Tavistock, donde Ronald David Laing empezó su entrenamiento psicoanalítico. Winnicott (sin duda, uno de los pensadores más originales y de más influencia en el psicoanálisis y la psiquiatría pública inglesa) supervisa a Laing durante su formación en el Instituto de la Sociedad Psicoanalítica Británica. El interés de Winnicott por el trabajo psicoanalítico con pacientes psicóticos y su concepción del falsoyo7 y de la regresión hacen que sea un referente en esta primera etapa de Laing, y en general para las «comunidades terapéuticas» fundadas por los antipsiquiatras ingleses. En El Yo divididos y en El Yo y los otros9, hay una gran deuda con Winnicott. Dos libros que quizá se encuentren entre las más importantes aportaciones teóricas de la antipsiquiatría, y en los que Laing introduce el concepto de «inseguridad antológica»: el yo constituido de forma defectuosa no puede con la pluralidad de papeles y la hipótesis del origen social de la esquizofrenia. – .
No me abraces, pues te castigare… pero si no lo haces, te castigaré.» El sujeto se ve atrapado por dos órdenes de mensajes y uno de ellos niega al otro. «Situaciones falsas e insostenibles», el «doble vínculo» de la antropología de la comunicación, principios de la escuela de Palo Alto que Laing incorpora a sus estudios de familias esquizofrénicas y a su discurso en general sobre las formas de alineación social. «Doble vínculo» que anuda las relaciones intersubjetivas, de tal suerte que hay una imposibilidad absoluta de salir de la trampa, de la alienación en el Otro. El Yo y los otros. Individuo y sociedad. Alienación recíproca que afecta, según Laing, a cualquier grupo social, sea cual sea su estructura o su ideología. Para Laing y Cooper, el tema central es la psicosis, más concretamente la esquizofrenia. Piensan que si para el psicoanálisis la puerta de entrada fue la histeria, para la nueva psiquiatría es la psicosis. Para ambos la patología psiquiátrica debe considerarse una experiencia, un viaje, un pasaje. Es necesario dejar libertad a las personas en conflicto, en crisis, con problemas mentales (se duda que sea una enfermedad) para que realicen su viaje, para efectuar una regresión. Una experiencia que acompañaría el terapeuta: ése será su papel.
Con este ideario, fundan, junto con Aaron Esterson, en 1965 la Philadelphia Association, para intentar cambiar -según consta en los estatutos- el modo en que los «hechos» de la salud mental y de la enfermedad mental son vistos por muchas personas. Se trata de una asociación que establece una red de comunidades en Londres para personas aquejadas de problemas mentales, «que creen que la sociedad les va a destruir», en palabras de Laing10. Fueron casas antipsiquiátricas pensadas para que se pudiera realizar el viaje de la locura, donde las mentes perdidas podrían curarse volviéndose locas entre personas que ven la locura como una oportunidad de morir y renacer, como una oportunidad de reconstituir su yo auténtico». Fueron tres casas por las que pasaron 316 personas entre junio de 1965 y septiembre de 1974. En ellas se realizaba el viaje a los fantasmas de la mente, la inmersión en el delirio». Una regresión que va a denominarse «metanoica» -metanoia es una palabra del Nuevo Testamento, traducida por «arrepentimiento» y que literalmente significa «cambio de opinión». Una especie de sucesión muerte-renacimiento de la que, si se lleva a cabo con éxito, la persona regresa al mundo sintiéndose recién nacida, refrescada y reintegrada a un nivel más alto de funcionamiento que antes. De las tres casas, Kingsley Hall fue la más conocida, un edificio situado en el East End de Londres en el que vivió un año el propio Laing y que se convirtió en punto de encuentro del movimiento contracultural inglés de los años 60: sociólogos de la New Left, dirigentes del movimiento «procomuna» y poetas, artistas, músicos, bailarines y fotógrafos de vanguardia; la Free School of London, se reunió allí por primera vez y fue sede de clases de la Anti-Universidad de Londresl2. La psicosis, en especial una de sus expresiones, el delirio, se divulga como una creación lírica, como una vía sagrada que el hombre transita después de romper las cadenas de la razón. La esquizofrenia es, para Laing y sus compañeros de la Philadelphia Association, una tentativa triunfante para no adaptarse a las pseudorealidades sociales. Una psiquiatría radical que acusa a la sociedad alienante. Se produce una mitificación de la locura: del loco que en realidad está sano y del sano que está locol3.
En el terreno puramente terapéutico, tiene sentido la pregunta que se hace Jervis, en El mito de la antipsiquiatría’4: ¿es realmente posible ayudar de forma antpsiquiátrica a una persona afecta (y oprimida) de lo que se llama un trastorno mental? Parece que la experiencia no ratificó las experiencias inglesas. El propio Laing le cuenta a Jervis que en Kingley Hall las técnicas psicoanalíticas tienen un lugar, como las técnicas de la psiquiatría, para salir de los apuros que el cuidado informal y silvestre puede ocasionar. Por otra parte, la mitificación de la locura entraña el riesgo de erigir la irracionalidad, y por tanto un nihilismo conservador, un laissez faire, en la única alternativa en una sociedad cuyas contradicciones políticas, económicas y sociales precipitan, favorecen o producen la enfermedad mental. El loco, o términos más apropiados, el enfermo mental, no es un representante de la libertad y el genio, todo lo contrario, es una persona doblemente alienada: por su desvalimiento como enfermo, por la fragilidad a la que le suele llevar su enfermedad y por el abandono y estigma social que ésta produce. La locura no es genial, todo lo contrario: lleva al sufrimiento y la devastación, mientras domina el episodio o la enfermedad se cronifica en el deterioro psíquico.
No es de extrañar que la antipsiquiatría inglesa, al menos en sus dos protagonistas principales, Laing y Cooper, acabara en el misticismo y la intoxicación alcohólica suicida. Ni que de Razón y violencia se pasara al manifiesto orgásmico de Cooper: «El mensaje debe ser pan y orgasmo: de lo contrario, podremos vivir incluso para nada, podremos crear una revolución que, en última instancia, no merezca la pena. El leitmotiv es el orgasmo la mayor cantidad posible de veces, por todos los medios posibles, dentro del contexto de un amor no posesivo 15.
La institución negada y la coordinadora psiquiátrica
El caso del Reino Unido, con su Servicio Nacional de Salud, y sus altas prestaciones sociales, entonces paradigmáticas de un Estado del Bienestar, no es el caso italiano, ni el estadounidense ni el español, donde estaban por construir unos servicios públicos sanitarios. Los movimientos sociales, en especial en la Universidad cli los años 60 del-pasado siglo, crean un momento propicio para k lucha anti-institucional en el que se desarrolla la reforma psiquiátrica. Unas reformas (la italiana, con Psiquiatría Democrática, lo: movimientos comunitarios en EE uu o en Canadá) que se inscriber más en el posibilismo de la reforma asistencial: vaciar los manicomios, crear alternativas en la propia comunidad, es decir, la desinstitucionalización que, en una propuesta teórica radical, ponga en tre paréntesis la enfermedad mental y la psiquiatría. En el caso d España, además, el movimiento alternativo de los jóvenes psiquiatras y profesionales de la salud mental se convirtió gracias a la dic. tadura en un movimiento político en lucha por las libertades: nc cupo la antipsiquiatría. La reforma psiquiátrica, la mejora de k atención a los enfermos mentales, no puede desligarse de la lucha contra la dictadura de Franco. Ni puede después descoserse, un vez llegada la democracia, de la necesaria reconstrucción de la sociedad civil y sus instituciones y servicios’6. Otra cosa es que algunos de sus postulados, al igual que sucedió con la revuelta dr Mayo, impregnasen la conciencia social de gran parte de una generación, que desempeñó un papel importante en la Reforma psiquiátrica.
En cuanto al movimiento italiano, aunque en la presentación d su libro-manifiesto, L’ istituzione negata, punto de partida del movimiento anti-institucional italiano, Basaglia se define como antipsiquiatra, la alternativa italiana es sobre todo un movimiento dr reforma asistencial, dentro del posibilismo político de la coyuntura italiana -inscrito en el juego de los partidos políticos y de lo: sindicatos-, lo que le permite la modificación legislativa, la le italiana 180, que supone uno de los momentos culminantes de proceso de desinstitucionalización al suprimir normativamente lo: manicomios, verdadera condición de posibilidad de toda reforma’7. No es en la radicalidad de la denuncia, sino en su ámbito th actuación, donde podemos encontrar la diferencia entre la antipsi. quiatría inglesa y la reforma italiana. En vez de buscar la marginalidad de las «comunidades terapéuticas» de Laing y Cooper, situada: fuera del aparato de salud -no por casualidad el National Healti Service era en aquel momento uno de los sistemas y modelos d atención sanitarios más avanzado y socialmente progresista de mundo- y de todo consenso ciudadano, «Psiquiatría democrática’ se inscribe en lo público con una clara intencionalidad política Hoy el movimiento basagliano forma parte de los procesos desinstitucionalizadores que constituyen lo que ha venido en llamars Reforma Psiquiátrica, cuyo objetivo era fundamentalmente (y si. gue siendo) el cierre del hospital psiquiátrico y la creación de alternativas asistenciales en la propia comunidad. Con el desarrollo dr estos procesos anclados en la realidad asistencial, en la necesidad de cambiar la situación de la atención a los enfermos mentales, rompiendo su marginación y la formas alienantes de tratamiento, la antipsiquiatría queda reducida a un movimiento contracultural, un desacuerdo que pone en cuestión tanto la enfermedad mental como la psiquiatría. La antipsiquiatría actuó al modo de una vanguardia artística, como impacto, como revulsivo, en tanto que construcción de una realidad utópica crítica hacia la razón psiquiátrica, que ha servido para dinamitar los límites entre razón y locura, ya rotos teóricamente por Freud, en la conciencia de la época, al igual que para evidenciar la importancia de la alienación en la producción de la enfermedad mental.
De las implicaciones políticas, de su compromiso intelectual, son prueba los siguientes párrafos extraídos de un libro de Laing publicado en 1971 18, por otra parte de indiscutible actualidad: «Mientras no podamos elevar nuestro pensamiento hasta superar la oposición entre Ellos y Nosotros, entre buenos y malos, la situación seguirá como hasta ahora. La única alternativa es que los buenos exterminen a los malos y los malos a los buenos. La empresa no parece demasiado difícil ni improbable si se considera que, en nuestra opinión, nosotros somos los buenos y ellos los malos, y en su opinión, ellos son los buenos y nosotros los malos [..] Millones de personas han muerto en este siglo, y muchas personas más -entre las que, según todo permite suponer, estaremos incluidos muchos de nosotros y de nuestros hijos- morirán, estranguladas por ese nudo que, en apariencia, somos incapaces de desatar […] El nudo parece relativamente simple, pero se halla muy, pero muy ajustado en torno, por así decir, de la garganta de la humanidad entera […] Pero no lo crean porque yo lo diga: mírense en el espejo y cornpruébenlo».
Es la denuncia a esa complicidad con la alienación política y social, y con la explotación y la miseria, del ciudadano que transita en clase turística por el mundo, lo que hay que rescatar de la antipsiquiatría. Hoy la reforma psiquiátrica está agotada en los países donde se inició, en los países desarrollados, por las nuevas formas de gestión, la presión privatizadora del Banco Mundial que impone la competencia frente a la solidaridad en la sanidad pública, y la «ausencia» de comunidad. Más allá de tópicos y mitos, los locos nc son genios incomprendidos, sino pacientes a los que hay que tratar y cuidar dignamente; en su mayoría, personas comunes que sufrer las fallas de un sistema social alienante, y que buscan en las consultas lo que la sociedad les ofrece: la medicalización del sufrimiento la baja laboral como forma actual de huelga. Los profesionales de lo psi no somos, como algunos plantean, sofisticados controladores sociales; más bien hacemos de bomberos y de cosméticos de un ciudadanía que utiliza el cuerpo y el ánimo como forma de protesta, refugio o supervivencia. Técnicos cómplices, pero quiénes no, de un sistema que intenta tapar con la entronización de la tecnología las fracturas sociales. Para salir de este atolladero, el pensamiento crítico en la psiquiatría, en la psicología, en la praxis de la salud mental, deberá, ante todo, romper unas bases psicopatológicas construidas durante doscientos años en el menosprecio de la autonomía del enfermo mental, entre los muros hospitalarios y con el peso del estigma social, para alcanzar una clínica del hombre para el hombre, ajena tanto a las tentaciones del prêt a porter farmacéutico como al desprecio de una necesaria psico(pato)logía. Una clínica presente en unos servicios públicos capaces de dar respuesta a los padeceres psíquicos de la población, sean cuales sean sus causas.
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Notas
1. Mario Campuzano, Enrique Guinsberg, Alejandro Vainer, Manuel Desviat, «Una evaluación actual de la Antipsiquiatría», Subjetividad y cultura, n° 22 (2004) y n° 23 (2005).
2. Fédération Française de Psychiatrie, Livre blanc de la psychiatrie, París, JL Jhon Libbeey Eurotext, 2003.
3. Sobre este movimiento puede consultarse el libro de J. Rubin Do it (Poitiers, Combats, 1971).
4. Es el título de un libro de David Cooper (Pshichiatry and anti-psychiatry, Tavistock Publ., 1967) el que acuña el término «antipsiquiatría».
5. SPK, Faire de la malarie une arme, París, Champ Libre, 1973.
6. En Razón y Violencia, Laing y Cooper parten del análisis de Questions de méthode, de Critique de la raison dialectique y de Saint Genet, comedien et mártir, de J.-P. Sartre.
7. El falso -self será una defensa ante la inadecuada actitud de la figura materna a las necesidades del niño, mientras que una madre suficientemente buena que satisface las necesidades es esencial a la constitución del verdadero -self.
8. RD. Laing, El Yo dividido, México DF, FCE, 1974.
9. RD. Laing, Soi et les autres, París, Gallimard, 1969.
10. Entrevista con Laing en J.L. Fábregas y A. Calafat, Política de la psiquiatría, Madrid, Z, 1976.
11. F. Seidel Diaz, Antipsychiatrie: aproche historique y critique, París, Université Paris XII-Vall de Marne, 2000.
12. Desde el I de junio de 1965, fecha de su apertura, hasta 1968, según nos cuenta Laing en Esquizofrenia y presión sociaL vivieron en Kingsley Hall 109 personas durante períodos de 30 o más días. Por esos años surgen otras «comunidades» asociadas, al igual que hay una experiencia precedente, Villa 21, desarrollada por Cooper en un pabellón de un gran hospital de Londres (más de 2.000 camas) de 1962 a 1966. Experiencia relatada en un capítulo de Psiquiatría y antzpsiquiatría.
13. RD. Laing, Experiencia y alineación en la vida contemporánea. Buenos Aires, Paidós, 1971; D. Cooper, La muerte de la familia, Buenos Aires, Paidós, 1971.
14. G. Jervis, El mito de la antipsiquiatría, Barcelona, Pequeña Biblioteca, 1979.
15. D. Cooper, La gramática de la vida, Barcelona, Ariel, 1978.
16. M. Desviat, La reforma psiquiátrica, Madrid, Dot, 1994; M. Desviat, «De los viejos utópicos a los posmodernistas quemados», Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 19 (70), 1999, pp. 325-335.
17. F. Basaglia, La institución negada, Barcelona, Barral, 1972; F. Basaglia, Conferenze brasiliane, Milán, Raffaello Cortina Editore, 2000.
18. R.D. Laing, The Politics of the family and Other essays, Nueva York, Pantheon, 1971.
ZOOLOGÍA POLÍTICA; DISTURBIOS EN EL PARQUE HUMANO.
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso – Universidad Complutense de Madrid. Profesor asociado al Grupo Theoria Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/
Editor Asociado de Psikeba, Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires, ISSN 1850-339X http://www.psikeba.com.ar
Miembro del Consejo Editorial Internacional de ‘Cuadernos del Seminario’ – Revista del Seminario del Espacio ISSN 0718-4247 Vicerrectoría de Investigación y Estudios Avanzados Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. ISSN 1669-9092 http://www.konvergencias.net/
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– VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Artículo «La Filosofía del cuerpo de Jean-Luc Nancy; metáforas y escatología de la enfermedad» En Psikeba – Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Nº 5, 2007, ISSN 1850-339X, BUENOS AIRES.
http://www.psikeba.com.ar/articulos/AVR_Jean-Luc_Nancy_Filosofia_del_cuerpo.htm
– Artículo “La Deconstrucción de la noción de Autor; Alteridad e identidad en la poesía de Juan Luis Martínez” En Revista ADAMAR, Nº 28, diciembre de 2007, España. Revista de Poesía incluida en el Directorio mundial de Literatura de la UNESCO: http://www.adamar.org/ivepoca/node/373
– Artículo «Foucault; ‘Los Anormales’, una genealogía de lo monstruoso«, en HOMINES, Málaga, Diciembre, 2007
http://www.homines.com/palabras/foucault_anormales/index.htm
– Artículo «Peter Sloterdijk: Espacio tanatológico, duelo esférico y disposición melancólica» En NÓMADAS, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas ISSN 1578-6730 – Universidad Complutense de Madrid, | Nº 17 | Enero-Junio 2008 -1º | En Prensa http://www.ucm.es/info/nomadas/17/avrocca_sloterdijk2.pdf
– Artículo «La evolución del mundo como una fiesta de suicidas; Sloterdijk y el pesimismo metodológico.«, En Luke, Revista de Arte y Literatura Contemporánea, N º 86, junio, 2007, (MADRID; ESPAÑA).
http://www.espacioluke.com/2007/Junio2007/vasquez.html
Antipsiquiatría; Deconstrucción del concepto de enfermedad mental
ANTIPSIQUIATRÍA; EL ESTADO TERAPEÚTICO, POLÍTICAS PÚBLICAS DE SALUD MENTAL
BIOÉTICA Y ANTROPOLOGÍA MÉDICA; FILOSOFÍA DE LA MEDICINA Y LÍMITES DEL ESFUERZO TERAPÉUTICO
adolfovrocca@gmail.com
Los Anormales; genealogía de lo monstruoso
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Foucault: Los Anormales
1.-
El tranquilo sueño de la razón no dejará de generar monstruos. Monstruos que son consecuencia de la domesticación, del conformismo y de la seguridad garantizada por el ejercicio del poder. Foucault dará una doble función a este ejercicio: En primer lugar, una anátomo-política del cuerpo humano que obedece a la mecánica de las disciplinas. El principal objetivo de ellas es la comprensión del cuerpo como máquina. Estos procedimientos intentan conseguir docilidad política y utilidad económica de los individuos. En segundo lugar, destaca una biopolítica de la población. En este caso se considera al cuerpo individual en tanto forma parte de la especie. Esta operación queda a cargo de una serie de intervenciones y controles reguladores del individuo en tanto partícipe de los avatares propios de la especie humana: nacimiento, muerte, migración, reproducción, etc. Por lo tanto, el cuerpo es considerado como soporte de los procesos biológicos. Los mecanismos de poder ya no tienen allí por objeto la muerte, sino actúan como administradores de la vida:
“Las disciplinas del cuerpo y las regulaciones de la población constituyen los dos polos alrededor de los cuales se desarrolló la organización del poder sobre la vida”.
En Los Anormales curso dictado en el Collège de France entre enero y marzo de 1975, Michel Foucault prolonga los análisis en torno a las relaciones entre el saber y el poder: poder disciplinario, poder de normalización, bio-poder. A partir de múltiples fuentes teológicas, jurídicas y médicas, Foucault enfoca el problema de esos individuos ‘peligrosos’ a quienes, en el siglo XIX, se denomina ‘anormales’. Define sus tres figuras principales: los monstruos, que hacen referencia a las leyes de la naturaleza y las normas de la sociedad, los incorregibles, de quienes se encargan los nuevos dispositivos de domesticación del cuerpo, y los onanistas, que dan pábulo, desde el siglo XVIII, a una campaña orientada al disciplinamiento de la familia moderna. Los análisis de Foucault toman como punto de partida las pericias médico legales que aún se practicaban en la década de 1950. Esboza a continuación una arqueología del instinto y el deseo, a partir de las técnicas de la revelación en la confesión y la dirección de conciencia. Plantea de ese modo las premisas históricas y teóricas de trabajos que retomará, modificará y reelaborará en su enseñanza en el Collège de France y en las obras ulteriores. Este curso representa, por lo tanto, un elemento esencial para seguir las investigaciones de Foucault en su formación, sus prolongaciones y sus desarrollos.
2.-
La primera de las figuras de lo que Foucault llama el monstruo humano es el que trasgrede la ley. La noción de monstruo es así – en principio – esencialmente una noción jurídica; jurídica en el sentido amplio del término, claro está, porque lo que define al monstruo es el hecho de que, en su existencia y su forma, no sólo viola el pacto cívico, sino también de las leyes de la naturaleza-. Es, en un doble registro, infracción a las leyes en su misma existencia. El campo de aparición del monstruo, por lo tanto, es un dominio al que puede calificarse de jurídico, biológico y plástico. Por otra parte, el monstruo aparece en este espacio como un fenómeno extremo, límite, el punto de derrumbe de la ley y, al mismo tiempo, de la salud y lo natural. El monstruo es así excepcional, precisamente por su rareza, por su carácter de curiosidad de feria; lo que hace que un ser humano sea un monstruo no es sólo la excepción que representan en relación a la forma de la especie, sino el problema que plantea a las regularidades jurídicas (se trate de las leyes del matrimonio, de los cánones de bautismo o de las reglas de la sucesión). El monstruo humano combina lo imposible y lo prohibido .
Así en esta genealogía de lo anormal va a hacer su aparición la figura del individuo «peligroso» –al cual es imposible darle un sentido médico o un estatuto jurídico- y que no obstante es la noción fundamental de los peritajes contemporáneos. Al plantear hoy a la medicina la pregunta en sí misma insensata: ¿es peligroso este individuo? (pregunta que contradice un derecho penal fundado en la sola condena de los actos y postula una relación de implicación mutua y de naturaleza entre enfermedad e infracción), los tribunales están prolongando –a través de transformaciones que se trata de analizar- los equívocos de los viejos monstruos seculares.
El monstruo es la excepción por definición; el individuo a corregir es un fenómeno corriente. Tan corriente que presenta -y ésa es su primera paradoja- la característica de ser, en cierto modo, regular en su irregularidad. Por consiguiente, a partir de ahí también van a desplegarse toda una serie de equívocos. En primer lugar, esto: en la medida en que el individuo a corregir es muy frecuente, en la medida en que está inmediatamente próximo a la regla, siempre va a ser muy difícil determinarlo. Está tan exactamente en el límite de la indecidibilidad que difícilmente se podrá demostrar efectivamente que el individuo es incorregible. Primer equívoco.
3.-
Otro equívoco es que, en el fondo, la persona que hay que corregir se presenta en ese carácter en la medida en que fracasaron todas las técnicas, todos los procedimientos, todas las inversiones conocidas y familiares de domesticación mediante los cuales se pudo intentar corregirla. Lo que define al individuo a corregir, por lo tanto, es que es incorregible. Y sin embargo, paradójicamente, el incorregible, en la medida misma en que lo es, exige en torno de sí cierta cantidad de intervenciones específicas, de sobreintervenciones con respecto a las técnicas conocidas y familiares de domesticación y corrección, es decir, una nueva tecnología de recuperación, de sobrecorrección. De manera que alrededor de este individuo a corregir, vemos dibujarse una especie de juego entre la incorregibilidad y la corregibilidad. Se esboza un eje de la corregible incorregibilidad, donde más adelante, en el siglo XIX, vamos a encontrar precisamente al individuo anormal. Ese eje va a servir de soporte a todas las instituciones específicas para anormales, que se desarrollarán en el siglo XIX. Monstruo empalidecido y trivializado, el anormal de ese siglo es igualmente un incorregible, un incorregible a quien se va a poner en medio de un aparato de corrección. Ése es el segundo antepasado del anormal del siglo XIX .
El monstruo es, en el fondo, la casuística necesaria que el desorden de la naturaleza exige en el derecho.
Así se dirá que el monstruo el ser en quien leemos la mezcla de dos reinos, porque, por una parte, cuando podemos leer, en un único y mismo individuo, la presencia del animal y la de la especie humana, y buscamos la causa, ¿a qué se nos remite? A una infracción del derecho humano y el derecho divino, es decir, a la fornicación, en los progenitores, entre un individuo de la especie humana y un animal
4.-
El individuo a corregir. Es un personaje más reciente que el monstruo. Es menos correlativo a los imperativos de la ley y de las formas canónicas de la naturaleza que a las técnicas de encauzamiento con sus exigencias propias. La aparición del «incorregible» es contemporánea a la puesta en práctica de las técnicas de disciplina a la que se asiste durante los siglos XVII y XVIII en el ejército, las escuelas, los talleres, e incluso, un poco más tarde, en las familias mismas. Los nuevos procedimientos de encauzamiento (dressage) del cuerpo, del comportamiento, de las aptitudes, abren el problema de aquellos que escapan a esta normatividad que ya no es la soberanía de la ley.
La «interdicción» constituía la medida judicial por la cual un individuo era, al menos parcialmente, descalificado como sujeto de derechos . Este marco jurídico y negativo será en parte colmado, en parte reemplazado, por un conjunto de técnicas y de procedimientos con los cuales se intentará encauzar (dresser) a aquellos que se resisten al encauzamiento y corregir a los incorregibles. El «encierro», aplicado a gran escala a partir del siglo XVII, puede aparecer como una especie de fórmula intermedia entre el procedimiento negativo de la interdicción judicial y los procedimientos positivos de encauzamiento (redressement). El encierro excluye de hecho y funciona fuera de la ley, pero se da como justificación la necesidad de corregir, de mejorar, de conducir al arrepentimiento, de producir el retorno de los «buenos sentimientos». A partir de esta forma confusa, pero históricamente decisiva, es preciso estudiar la aparición con fechas históricas precisas de las diferentes instituciones de encauzamiento y de las categorías de individuos a las cuales están dirigidas. Nacimientos técnico-institucionales de la ceguera, de los sordomudos, de los imbéciles, de los retardados, los nerviosos, los desequilibrados.
Monstruo banalizado y pálido, el anormal del siglo XIX es también un descendiente de esos incorregibles que han aparecido en los márgenes de las técnicas modernas de «encauzamiento».
El individuo a corregir es un personaje más reciente que el monstruo. Así, según Foucault, el incorregible surge luego del monstruo, tras la introducción de técnicas disciplinarias como las del ejército, las escuelas y lugares de trabajo, así como los procesos de domesticación del cuerpo y del comportamiento. Entra el asunto de la prohibición, como método de descalificación del individuo, para luego desatarse sin medida en la práctica del encierro. Es por esta razón que no queda claro en qué momento la locura y los problemas judiciales del comportamiento forman un solo sistema a corregir. En Historia de la locura en la época clásica se trata el tema de la locura aparte del de la incorrección, pero en este caso la aparición en la escena del loco (en el sentido moderno) se da cuando los antiguos males (como la lepra) tienden a desaparecer a medida que se desarrollan formas médicas y sanitarias que tienden a mejorar el ambiente de vida en la Europa del s. XVI, reforzándose esta imagen de la locura como enfermedad mental y biológica en situaciones como la del psiquiatra Pinel, quien libera a los asilados del auspicio de parís, con el fin de hacer la vida de los locos un poco más útil para los demás. (Poniéndolos a trabajar, además le servía para estudiar sus grados de locura como cita Foucault sobre Pinel) En esta ocasión el punto de ruptura lo constituye la famosa «liberación» del doctor Pinel a mediados del s. XVIII, pero por supuesto sobre la fastuosa escena del gran encierro de los locos en el s. XVII.
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