GIORGIO AGAMBEN, SLOTERDIJK Y NIETZSCHE: BIOPOLÍTICA Y POSTHUMANISMO Por Adolfo Vásquez Rocca
SLOTERDIJK Y AGAMBEN: BIOPOLÍTICA, ANTROPOTECNIAS Y POSTHUMANISMO.
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Universidad Complutense – Universidad Católica de Valparaíso
“Pues quería enterarse de lo que entretanto había ocurrido con el hombre: si se había vuelto más grande o más pequeño. Y en una ocasión vio una fila de casas nuevas; entonces se maravilló y dijo: ¿Qué significan esas casas? ¡En verdad, ningún alma grande las ha colocado ahí como símbolo de sí misma!(…)Y Zaratustra se detuvo y reflexionó. Finalmente dijo turbado: «¡Todo se ha vuelto más pequeño! Por todas partes veo puertas más bajas: quien es de mi especie puede pasar todavía por ellas sin duda – ¡pero tiene que agacharse! Oh, cuándo regresaré a mi patria, donde ya no tengo que agacharme- ¡dónde ya no tengo que agacharme ante los pequeños!” Así habló Zaratustra
(F. Nietzsche)
En Nietzsche el hombre aparece no sólo como un ser que se encuentra inacabado –sin una determinación ontológica definida– sino como una elevación maníaca semidepresiva, como un punto de inflexión entre el animal y el superhombre. “El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, una cuerda sobre un abismo […] La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso”1. Esta tensión está en el centro de los problemas que plantea la biopolítica, de allí la actualidad de Nietzsche. La filosofía de Nietzsche intenta redefinir no sólo los conceptos de vida, política y poder, sino también los límites difusos entre “hombre” y “animal”. La filosofía de Nietzsche se configura así a partir de la reflexión en torno al problema de la humanidad y la animalidad, es decir, se articula como un intento de ir más allá del humanismo entendido como un esfuerzo de domesticación del hombre en el que se pretende desinhibir su condición animal (fracasando en el proceso). De allí la importancia de la discusión en torno al estatuto biopolítico del hombre, debate en el que se insertan autores como Peter Sloterdijk y Giorgio Agamben.
Giorgio Agamben por Adolfo Vásquez Rocca – Filosofía
2.- Como lo señala Agamben2 es Foucault quién desarrolla inicialmente las implicaciones del concepto de biopolítica3, las estaba desarrollando en sus últimos cursos en el Collège de France cuando le sobrevino la muerte.
Sloterdijk y Agamben coinciden respecto a la importancia de repensar el humanismo (en especial el conflicto entre animalidad y humanidad) y en situar a Nietzsche en el epicentro de dicha problemática. Sloterdijk rastrea la concepción nietzscheana del hombre para encontrar sus antecedentes tempranos en Platón (El Político), particularmente en las nociones de cría y doma que el propio Nietzsche utilizará.
3.- Posthumanismo, antropotécnias y biopolítica
Sloterdijk en Normas para el Parque Humano describe la crisis del humanismo como el fin de la comunidad unida por lazos de amor y de amistad (como sueño o fantasía sectaria). “La secta de los que sabemos leer”, dice Sloterdijk. El Estado moderno no sería si no la masificación por la vía de la escolaridad de ese modelo de relación, de esa secta soñada, de esa comunidad de amigos unidos por cartas que se envían unos a otros. “¿Qué otra cosa, dice Sloterdijk, son las naciones modernas si no eficaces ficciones de públicos lectores que a través de una misma lectura se han convertido en asociaciones de amigos que congenian?” El período de mayor esplendor del humanismo va de 1789 hasta 1945. Desde la Revolución Francesa hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, los humanismos nacionales encuentran justamente su momento de mayor esplendor. Luego son suplantados por los medios masivos de comunicación y, luego, las redes informáticas. Sloterdijk dice que a partir de 1918 (la fecha en la cual se inventa la radio) y a partir de 1945 (la fecha en la cual se inventa la televisión) se instauran nuevos modos de coexistencia. ¿Qué dicen esas fechas? Que, y esta es la mayor astucia de Sloterdijk, los medios son la continuación de la guerra por otras vías. La barbarie de los medios masivos de comunicación es la continuación de la guerra por otras vías. Es decir que las democracias de masas son la continuación del fascismo por otras vías. Y Agamben estaba diciendo lo mismo. Vivimos pues en sociedades postliberales, pero también vivimos, sobre todo, en sociedades postliterarias y postespistolares, es decir, en sociedades posthumanísticas. “Las sociedades modernas dice Sloterdijk sólo ya marginalmente pueden producir síntesis políticas y culturales sobre la base de instrumentos literarios, epistolares y humanísticos.” El humanismo habría sido el modo (histórico) de responder a la pregunta (histórica) de cómo el hombre puede convertirse en ser humano “verdadero” o “real”. La pregunta de nuestra época sería, agotado el humanismo, ¿Qué amansará al ser humano? Sloterdijk analiza un fragmento de Nietzsche y concluye en que su profecía es más bien sombría. El hombre como criador del hombre (otra manera de llamar al impulso domesticador del humanismo) implica también una “política de cría” y esa política de cría (así se lee en el Zarathustra) vuelve al hombre más pequeño “mediante una habilidosa asociación entre ética y genética”, dice Sloterdijk. La solución (conocida) de Nietzsche, es el emblema del “superhombre” como resultado de una política de cría alternativa. ¿Por qué no podemos retomar puntualmente las propuestas de Nietzsche? Porque Nietzsche plantea, en relación con estas políticas de cría, un “agente planificador”. En algún sentido Sloterdijk nos está diciendo que el problema con Nietzsche es su paranoia. [Sloterdijk] dice: “no hay tal agente planificador, hay más bien cría sin criador, y por lo tanto, corriente biocultural sin sujeto”. El humanismo amansador y domesticador funciona como el “poder oculto tras el poder”, o el modo en que se articulan saber y poder a lo largo de veinte siglos de filosofía. De modo que el horizonte que constituye el espacio de nuestra actuación plantea la necesidad de una “nueva estructura del cultivo”. Y esta nueva estructura del cultivo de sí es lo que permitiría mitigar la “ola de desenfreno” o violencia desinhibida que caracteriza nuestro presente. Es en ese momento en el cual Sloterdijk se pregunta hasta qué punto se constituirán nuevas antropotécnicas, es decir, técnicas de manipulación de lo que el hombre sea, alrededor de la reforma genética, alrededor de la selección prenatal, alrededor del nacimiento opcional. El desafío actual sería por lo tanto tratar de encontrar una respuesta a estas antropotécnicas biopolíticas que caracterizan centralmente esta ola de desenfreno o violencia desinhibida en la que vivimos.
Aquí, precisamente, Agamben apunta lúcidamente que es cuando la excepción [el estado de excepción] se convierte en regla se genera el “campo de concentración” – o los variados tipos de dictaduras que se asemejen a estos espacios de reclusión y cancelación de derechos civiles y humanos.. De este modo, la política occidental crea un nuevo tipo de vida, y así se inicia un nuevo modo de la biopolítica. Agamben la llama nuda vida4, el espacio en el cual se reúnen lo que desde Aristóteles permanecía separado: la vida biológica de los individuos, zoe, y su vida política, bios. El campo de concentración crea nuda vida, algo que no es ni vida ni muerte, una vida que ya no es la vida del resto de los mortales pero que todavía no es muerte, y que de hecho terminar con ella, matar, no es exactamente dar muerte. Para Agamben, esta nuda vida es la verdadera condición terrible de la política moderna. Por ello cabe advertir – como lo hace el propio Agamben – que “el hecho del que debe partir todo discurso sobre la ética es que el hombre no es, ni ha de ser o realizar ninguna esencia, ninguna vocación histórica o espiritual, ningún destino biológico. Sólo por esto puede existir algo así como una ética: pues está claro que si el hombre fuese o tuviese que ser esta o aquella sustancia, este o aquel destino, no existiría experiencia ética posible, y sólo habría tareas que realizar».
Giorgio Agamben por Adolfo Vásquez Rocca – Filosofía
Es desde este nuevo horizonte ético que surgen las preocupaciones de Sloterdijk en torno a los límites y alcances del llegar a ser o permanecer siendo hombre en el momento posthumano. Sloterdijk verifica la muerte del humanismo; razón por la cual deberíamos, insiste, pensar nuevas reglas para el cuidado de sí –diferentes precisamente del pastoreo– diferentes de la política de cría y reproducción, diferentes de la biopolítica que podría pensarse en ese arco que va desde Platón hasta Heidegger. Precisamente eso es lo que permitiría enfrentar el “biopoder” a partir del cual los Estados ejercen su poder sobre los cuerpos. Es decir: la biopolítica está empezando a ser pensada.
4.- El concepto de vida en el pensamiento de Nietzsche.
Los conceptos de “vida”, voluntad de poder, “salud”, etc., se configuran a partir de la reflexión nietzscheana sobre la biología de su tiempo y, concretamente, frente a la visión de Darwin. Ahora bien, también hay que recordar que el vocabulario biopolítico utilizado por Nietzsche y más concretamente el léxico inmunitario surge como crítica al cristianismo, por tanto, su análisis se sitúa en el marco de lo que podría considerarse una crítica al humanismo o mejor dicho, la interpretación cristiana del humanismo. Hay numerosos fragmentos en los que el pensador alemán reflexiona sobre esta problemática y donde introduce el concepto de “vida” y la vinculación de dicho concepto con la voluntad de poder. Prestemos atención a las siguientes palabras de Nietzsche en las que se refleja dicha concepción:
“No qué reemplazará a la humanidad […] es el problema que yo planteo […]: sino qué tipo de hombres se debe criar, se debe querer como tipo más valioso, más digno de vivir, más seguro de futuro. Ese tipo más valioso ha existido ya con bastante frecuencia: pero como caso afortunado, como excepción, nunca algo querido voluntariamente. Antes bien, justo él ha sido lo más temido[…] y por temor se crió, se alcanzó el tipo opuesto: el animal doméstico, el animal de rebaño, el animal enfermo hombre […] Yo llamo corrompido a un animal, a una especie, a un individuo cuando pierde sus instintos, cuando elige, cuando prefiere lo que a él le es perjudicial […]La vida misma es para mí instinto de crecimiento, de duración, de acumulación de fuerzas, de poder: donde falta la voluntad de poder hay decadencia. Lo que yo asevero es que a todos los valores supremos de la humanidad les falta esa voluntad, que son valores de decadencia, valores nihilistas[…]5.
En este fragmento aparecen retratados algunos de los temas centrales que sitúan a Nietzsche más allá del humanismo, esto es, dentro de la estela que podríamos denominar posthumana. Ahora bien, el problema es que para entender el alcance de dicha crítica y comprender todos los entresijos sobre este tema, conviene en primer lugar delimitar qué es lo que entendemos por humanismo y en qué medida puede hablarse de un fracaso del mismo y posteriormente será preciso buscar el contrapunto que marcará el centro de referencia nietzscheano: El Político de Platón. El ser humano: ¿”animal (in)domesticado” o “animal no fijado”. “El tema latente del humanismo es, pues, la domesticación del hombre; su tesis latente: una lectura adecuada amansa[…]. Forma parte del credo humanista el convencimiento de que los hombres son “animales sometidos a influencia”, y que es por ello indispensable hacerles llegar el tipo correcto de influjos”.
El fracaso del humanismo ha sido denunciado recientemente por Peter Sloterdijk en polémica obra Normas para el parque humano– que como es sabido- es una respuesta a la Carta sobre el humanismo de Heidegger. El diagnóstico que Sloterdijk realiza depende, como se ha anticipado, de su lectura de Platón a través del pensamiento de Nietzsche. La disputa sobre la condición o el estatuto del ser humano frente al animal adquiere una nueva perspectiva si se interpreta El Político de Platón en clave biopolítica desde Nietzsche y teniendo como horizonte el análisis realizado por Sloterdijk. Tanto en la República como en el Político, uno de los objetivos centrales de Platón radica en la indagación no sólo de los diferentes tipos de gobierno sino también de los gobernantes más adecuados, por tanto, su reflexión se dirige al esclarecimiento en torno a los conceptos de político y soberano. […] En el intento de realizar una definición sobre el político, se establece una serie de consideraciones sobre la relación entre los seres humanos y los animales que culminará en una primera definición del político como pastor del rebaño humano. Concretamente, se distingue entre la crianza de seres humanos y la crianza de bestias y dentro de los animales estarían los domésticos y salvajes. En este sentido, nos dice Platón que la ciencia que están buscando, a saber, la del político, versa sobre los animales que se someten a domesticación, esto es, a los mansos. El resto son animales “salvajes”. ¿A qué especie pertenece el ser humano? ¿Está Platón insinuando que el ser humano es un animal que puede ser domesticado? Si seguimos atentamente su análisis, descubrimos que al final, el ser humano forma parte de los animales (bípedos) terrestres, y por tanto, serían objeto de domesticación. Por tanto, tenemos que Platón señala claramente en su primera formulación del Político (que después será abandonada) que la cría del rebaño humano es su rasgo esencial y, al parecer, esto presupone considerar al ser humano como un animal que puede ser domesticado– precisamente por el político pastor-. Y en esto consistiría la política. Ahora bien, posteriormente Platón considera que se han precipitado a la hora de denominar al político un pastor del rebaño humano y decide sustituir el término “cría” (trophé) por el de “cuidado” (epiméleia). En este movimiento se encuentra el paso de Nietzsche y su distinción entre “doma”-”cría” a Foucault y el tema del “cuidado”.
De este modo se evidencia una afinidad terminológica entre Nietzsche y las reflexiones de Platón en El Político en torno a la cría de los seres humanos y si se quiere ir más allá puede sostenerse que hay una coincidencia en los intereses que persiguen ambos autores, ya que los interrogantes de Platón en torno a la figura del político como pastor se asemejan al problema que Nietzsche pretende resolver: la del tipo de hombres que se deben criar como los más valiosos. Y en este punto es donde la terminología biopolítica de Nietzsche se hace más evidente con constantes referencias a la domesticación del ser humano, a su degeneración en tanto que predomina el ideal ascético vinculado a la necesidad de proteger dicha vida ascética y decadente. A continuación, exponemos varios textos de La genealogía de la moral en los que se reflejan estas ideas:
[…] Suponiendo que fuera verdadero algo que en todo caso ahora se cree ser “verdad”, es decir, que el sentido de toda cultura consistiese cabalmente en sacar del animal rapaz “hombre”, mediante la crianza, un animal manso y civilizado, un animal doméstico, habría que considerar sin ninguna duda que todos aquellos instintos de reacción y resentimiento, con cuyo auxilio se acabó por humillar y dominar a las razas nobles, así como todos sus ideales, han sido los auténticos instrumentos de la cultura[…].
Y más adelante nos dice lo siguiente: […] el ideal ascético nace del instinto de protección y de salud de una vida que degenera, la cual procura conservarse con todos los medios, y lucha por conservarse; es indicio de una paralización y extenuación fisiológica parciales, contra las cuales combaten constantemente, con nuevos medios e invenciones, los instintos más profundos de la vida, que permanecen intactos. El ideal ascético es […] una estratagema en la conservación de la vida. En el hecho de que ese mismo ideal haya podido dominar sobre el hombre y enseñorearse de él en la medida que nos enseña la historia, especialmente en todos aquellos lugares en que triunfaron la civilización y la domesticación del hombre, se expresa una gran realidad, la condición enfermiza del tipo de hombre habido hasta ahora, al menos del hombre domesticado, se expresa la lucha fisiológica del hombre con la muerte[…]. En estos textos se muestra el rechazo de Nietzsche por la domesticación del ser humano entendida como una debilitación de las potencialidades del hombre, es decir, rechaza el carácter debilitado y enfermizo de la vida ascética– de ahí que señale el instinto de protección y conservación del “ideal ascético”-. En otras palabras, lo que en el fondo está criticando Nietzsche es el humanismo y su proceso de civilización, esto es, la pretensión de domesticar al ser humano mediante la crianza y obtener del animal hombre un animal manso totalmente domesticado por la cultura y la moral. Desde esta perspectiva, el resentimiento y el modo de vida ascético representado por los sacerdotes se convierten en instrumentos de cultura.
Así parece que Peter Sloterdijk ha sabido destacar estos aspectos en la obra de Nietzsche de manera ejemplar- concretamente en el Zaratustra-. De este modo el pensamiento de Nietzsche puede concebirse como una superación del humanismo en busca de un posthumanismo o para decirlo de otra manera, en qué medida la crítica nietzscheana se dirige contra un tipo de cría y doma que obtiene como resultado el empequeñecimiento del hombre y no su mejoramiento.
Las palabras de Sloterdijk a propósito del fragmento del Zaratustra que encabeza este apartado son las siguientes:
[…] Cuando Zaratustra camina a través de la ciudad en la que todo se ha vuelto más pequeño, percibe el resultado de una política de cría hasta entonces exitosa e indiscutible: los hombres- según le parece- han ido criándose a sí mismos hasta lograr, con ayuda de una habilidosa asociación entre ética y genética, hacerse más pequeños. Se han autosometido a la domesticación, y han puesto en marcha sobre sí mismos un proceso de selección y cría orientado a la docilidad del animal doméstico […] El recelo de Nietzsche frente a toda cultura humanística exige que se aire el secreto de la domesticación de la humanidad […] Nietzsche pretende […] lanzar un debate […] entre diferentes criadores y diferentes programas de cría.
Éste es el conflicto básico postulado por Nietzsche de cualquier futuro: la disputa entre los criadores del hombre en dirección de lo pequeño y los criadores hacia lo grande; podría decirse también: entre los humanistas y los superhumanistas, entre los amigos del hombre y los amigos del superhombre. El emblema del superhombre no representa en las argumentaciones de Nietzsche el sueño de una rápida desinhibición o de una evasión en lo animal […] Cuando Nietzsche habla del superhombre[…] lo que tenía verdaderamente por objeto era el proyecto de la domesticación[…] La domesticación del hombre es el gran tema olvidado, ante el cual el humanismo, desde la Antigüedad hasta el presente, ha querido volver los ojos: basta darse cuenta de esto para hundirnos en aguas profundas[…]6.
No obstante, a nuestro juicio, el lugar más apropiado para confirmar las tesis de Sloterdijk no se encontraría tanto en el Zaratustra, sino en los siguientes fragmentos del Crepúsculo de los ídolos en los que se menciona claramente tanto la problemática biopolitica como la de la domesticación. Comenzaremos por la segunda de ellas:
[…] En todo tiempo se ha querido “mejorar” a los hombres: a eso sobre todo es a lo que se ha dado el nombre de moral[…].Tanto la doma de la bestia hombre como la cría de una determinada especie de hombre han sido llamadas “mejoramiento”: sólo estos términos zoológicos expresan realidades- realidades, ciertamente, de las que el “mejorador” típico, el sacerdote, nada sabe- nada quiere saber…Llamar a la doma de un animal su «mejoramiento» es algo que a nuestros oídos les suena casi como una broma[…] Lo mismo ocurre con el hombre domado que el sacerdote ha «mejorado»[…]. Resulta claro que en este fragmento Nietzsche está criticando la moral cristiana y a sus máximos representantes: los sacerdotes, en tanto que éstos son criadores del hombre en suspiró y miró a la lejanía. -Y aquel mismo día pronunció su discurso sobre la virtud empequeñecedora”7.
Adolfo Vásquez Rocca
Lo relevante de estos fragmentos reside en la afirmación de que los medios empleados para realizar la moral– entendida precisamente como un mejoramiento del hombre, por tanto, entendida como un proceso de domesticación y de cría– han sido inmorales. Pues bien, aquí es donde adquiere su sentido el siguiente fragmento donde introduce la problemática biopolítica que hemos venido anunciado: El enfermo es un parásito de la sociedad. Hallándose en cierto estado es indecoroso seguir viviendo. El continuar vegetando, en una cobarde dependencia de los médicos y de los medicamentos, después de que el sentido de la vida, el derecho a la vida se ha perdido, es algo que debería acarrear un profundo desprecio en la sociedad […]Crear una responsabilidad nueva, la del médico, para todos aquellos casos en el interés supremo de la vida, de la vida ascendente, exige el aplastamiento y la eliminación sin consideraciones de la vida degenerante– por ejemplo, en lo que se refiere al derecho a la procreación, al derecho a nacer, al derecho a vivir[…].
Adolfo Vásquez Rocca – Filosofía
La importancia y la vigencia de este texto para la actualidad- concretamente para la biopolítica y la bioética- resulta a nuestro juicio evidente- pues lo que se nos muestra en primer lugar es precisamente el problema de la vida tal y como indicábamos al iniciar nuestra exposición, es decir, se cuestiona no sólo el enorme problema de qué es una vida digna de ser vivida, sino también el de la selección de aquello que se considera vida ascendente frente a la vida degenerante, esto es, la selección de aquellos que poseen el derecho a vivir. Pero lo más relevante es el hecho de que la responsabilidad de dicha elección recae en los médicos- convertidos aquí en los nuevos pastores de la humanidad- por utilizar la imagen platónica tratada en el Político. ¿No será precisamente el proceso de cría y domesticación el que terminará por determinar si ésta ha tenido éxito, en otras palabras, si el tipo de vida es ascendente o degenerante? Por otra parte, no podemos olvidar que para Nietzsche: “[…]la enfermedad más grave padecida por los seres humanos procede de la lucha contra las enfermedades, y las presuntas medicinas han ocasionado a la larga las consecuencias peores que las que se trataba de curar”.
Diseño y Arquitectura por Adolfo Vásquez Rocca – Filosofía
Desde esta perspectiva, el proceso de domesticación y la moral decadente asociada a él pueden entenderse como el pharmakon causante del fracaso del humanismo en su intento de protegerse e inmunizarse, esto es, en su empeño por desinhibir la parte “animal” del ser humano. Dicho con otras palabras, lo que Nietzsche está planteado es el problema de lo que podríamos llamar biopolítica negativa– siguiendo a Giorgio Agamben- y que es entendida como aquella que se relaciona con la vida a través de la muerte mediante el reestablecimiento de la decisión soberana sobre la vida y la muerte. En el caso de Nietzsche, no es el soberano sino el médico- como hemos visto- el encargado de decidir sobre qué es vida y qué no lo es. Ahora bien, lo que evidencian los trabajos de Agamben siguiendo las reflexiones de Foucault es la relevancia que en la actualidad ha adquirido dicha biopolítia negativa en la que la vida (bios) queda reducida a mera (zoe) y, por otra parte, concretamente, la figura del soberano como aquel que decide sobre el “estado de excepción” y sobre el derecho a vivir o morir. En última instancia, pensamos que la filosofía de Nietzsche anticipa algunos de los problemas centrales no tanto de la biopolítica entendida comúnmente, sino más bien, de lo que podríamos llamar bio(zoo)política para evidenciar que el problema sigue siguiendo el de determinar no sólo el concepto de vida, sino también en qué consiste la diferencia entre el animal y el ser humano.
Adolfo Vásquez Rocca Universidad Andres Bello UNAB
Adolfo Vásquez Rocca
Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. – En octubre de 2006 y 2007 es invitado por la ‘Fundación Hombre y Mundo’ y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México. – Miembro del Consejo Editorial Internacional de la ‘Fundación Ética Mundial’ de México. Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. Director de Revista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Profesor Asociado al Grupo Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Ha publicado recientemente el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008.
BIBLIOGRAFÍA
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Nietzsche, Friedrich, Así habló Zaratustra, Alianza Editorial, 2004.
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Sloterdijk, Peter, Normas para el parque humano, Ed. Siruela, Madrid, 2003, p.63-64,67-68
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Nietzsche, F., Crepúsculo de los ídolos, Ed. Alianza, Madrid, 2003, p. 78
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Agamben, Giorgio, Homo Sacer, el poder soberano y la nuda vida I. Editorial Pre-Textos, Valencia, 2003.
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Agamben, Giorgio, Homo sacer III. Lo que queda de Auschwitz, 1998
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Vásquez Rocca, Adolfo, Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008.
1NIETZSCHE, Friedrich, Así habló Zaratustra, Prólogo, 4. Alianza Editorial, 2004.
2AGAMBEN, Giorgio, Homo Sacer, el poder soberano y la nuda vida I. Editorial Pre-Textos, Valencia, 2003.
3En el curso “Defender la sociedad” Foucault señala que en el siglo XIX se produce la estatización de lo biológico; en algún sentido comenzaría esta nueva forma de la política que es lo que él llama biopolítica, para lo cual hay que pensar, dice Foucault, que en la teoría clásica de la soberanía el soberano tiene el derecho de hacer morir (condenar a muerte) y dejar vivir. Mientras que en el derecho político del siglo XIX aparecería una transformación de este principio, que da a la soberanía el derecho de hacer vivir y dejar morir. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII aparece una nueva tecnología de poder que integra y modifica parcialmente la tecnología disciplinaria anterior; esta nueva técnica no es disciplinaria y se aplica a la vida de los hombres en general, no al hombre-cuerpo, sino al hombre-vivo, al hombre-ser-viviente (en el límite, al hombre-especie). Es el pasaje, por lo tanto, de la anatomopolítica que correspondería a ese período anterior (siglos XVII y XVIII), a la biopolítica (siglo XIX), que implica un trabajo del Estado en términos de definir la natalidad, la mortalidad, la longevidad o la ecología (las relaciones de la especie humana con su medio). La biopolítica de fines del siglo XVIII y siglo XIX opera sobre un nuevo personaje distinto del individuo, que es la población (entendida como cuerpo múltiple). Esta inconmensurabilidad del nuevo biopoder es lo que lo vuelve excesivo respecto del derecho soberano tradicionalmente concebido. Este exceso de poder aparece cuando el hombre tiene, técnica y políticamente, la posibilidad no sólo de disponer la vida, sino de hacerla proliferar, fabricar lo vivo y lo monstruoso, y, en el límite, virus incontrolables y universalmente destructores.
4AGAMBEN, Giorgio, Homo Sacer, el poder soberano y la nuda vida I. Editorial Pre-Textos, Valencia, 2003.
5Nietzsche F., Anticristo, Ed. Alianza, Madrid, 2006, pp. 32-35
6SLOTERDIJK, Peter, Normas para el parque humano, Ed. Siruela, Madrid, 2003, p.63-64,67-68
7NIETZSCHE, AHZ,« De la virtud empequeñecedora
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2007
Adolfo Vásquez Rocca, «Arte Conceptual y Postconceptual; de Duchamp a Joseph Beuys«, en Psikeba – Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, BUENOS AIRES, ISSN 1850-339X, Nº 4 – abril de 2007.
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Adolfo Vásquez Rocca, «Pensar y clasificar; Georges Perèc, escritor y trapecista«, en Escáner Cultural – Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias, Santiago, Nº 92 – abril 2007.
http://revista.escaner.cl/node/88
Adolfo Vásquez Rocca, «Jean Baudrillard, simulacros, signos y sacrificialidad: in memoriam«, en LUKE Revista de literatura y creación contemporánea -ISSN 1578-8644- (MADRID; ESPAÑA), N º 84, Abril de 2007.
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Artículo «La política como arte; ‘belleza’ convulsiva y proyecto nacionalsocialista«, en Escáner Cultural – Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias, Santiago, Nº 93 – mayo 2007.
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Artículo «Negociación, culpa y crueldad: de Nietzsche a Freud«, En Revista CONCIENCIA ACTIVA XXI , número 16, abril 2007, Venezuela.
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Artículo «La influencia de Nietzsche sobre Freud«, en Biblioteca de la ASOCIACIÓN FILOSÓFICA DEL URUGUAY, 2006 – 2007.
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Artículo «Foucault; ‘Los Anormales’, una genealogía de lo monstruoso«, en Biblioteca de la ASOCIACIÓN FILOSÓFICA DEL URUGUAY, 2007
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Artículo «Acéphale»; Georges Bataille y Pierre Klossowski, ferozmente religiosos, en Biblioteca de la Asociación Filosófica del Uruguay, 2007
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Artículo «Sloterdijk y el hombre como experimento sonoro; deriva biotecnológica e historia espiritual de la criatura«,
En REVISTA OBSERVACIONES FILOSÓFICAS, Nº 4, 2007, Asociada al Postgrado en Filosofía – PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO y al Grupo THEORIA – Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado. ISSN 0718-3712
http://www.observacionesfilosoficas.net/sloterdijkyelhombre.html
Artículo «La crisis de las vanguardias y el debate Modernidad – Posmodernidad«. [Segunda Edición, 2007], en Escáner Cultural – Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias, Número 93 – Mayo 2007, SANTIAGO.
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Artículo «El vértigo de la sobremodernidad; «no lugares», espacios públicos y figuras del anonimato«, en DU&P REVISTA DE DISEÑO URBANO Y PAISAJE, UNIVERSIDAD CENTRAL DE CHILE, FACULTAD DE ARQUITECTURA, URBANISMO Y PAISAJE
, FAUP, ISSN 0717- 9758, Volumen IV, Nº10, 2007.
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Artículo «Peter Sloterdijk; del pesimismo metodológico al cinismo difuso de nuestras sociedades exhaustas.», En , Nº 15, Año IV, Segundo Cuatrimestre 2007, (pp. 84-92).
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«Peter Sloterdijk, Esferas, flujos, sistemas metafísicos de inmunidad y complejidad extrahumana.», En KONVERGENCIAS, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, CÓRDOBA, ARGENTINA, Nº 15, Año IV, Segundo Cuatrimestre 2007, (pp. 93 -100).
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GIORGIO AGAMBEN, SLOTERDIJK Y NIETZSCHE: BIOPOLÍTICA Y POSTHUMANISMO Por Adolfo Vásquez Rocca
LA ESTÉTICA OTAKU Y EL IMAGINARIO MANGA/ANIME Por Javier Bogarín y Adolfo Vásquez Rocca
Lic. Mario Javier Bogarín Quintana – Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Centro de Investigaciones Culturales-Museo UABC
Escuela de Artes UABC
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Profesor de Estética y Critico de Arte UNAB – PUCV – UCM
1.-Ensayo de una estética
Trascendiendo la clasificación por géneros, el atractivo mencionado se cebe en un impulso estético que el fanático de Occidente (desde ahora, otaku) genera a partir de la relación del uso de colores (pastel y chillantes, calientes y saturados) y técnicas (animación no discontinua de bocas y movimientos de las extremidades y ojos grandes como escaparate a la disposición de un abanico de sentimientos) con una única matriz que debe ser la productora de un estilo que emerge del manga/anime para ajustarse a la vida cotidiana: Japón como imagen universal y experiencia vicarial a copiarse e implementarse en todas las facetas de la cotidianeidad (Schodt, 1983:22), dependiendo centralmente de la concepción de un imaginario que no se alimenta de la experiencia real, aunque fuese mínima, pues responde en forma exclusiva a la oferta mediática de anime, películas, literatura, fotografías o simples referencias que van a parar no al acervo informacional que busca una organización racional (como el conocimiento escolarizado) para su investigación posterior sino a la colección de sentimientos y construcciones ideales (Durand, 2004:26) que, a través de la “experiencia manga/anime” concurren en la “japonización de la realidad” a través de la estética de los objetos consumidos.
Siguiendo a Durand, la permanencia de una idea que recorre el circuito de la percepción hasta romper la simple sensación y encajar con el imaginario personal y desde ahí potenciar un discurso, amuebla el espíritu (leyéndosele como imaginario) con “miniaturas” mentales, chispazos que sin embargo perduran, que no son sino copias de las cosas objetivas.
Aún así, esta objetividad no redunda en la materialización de un interés, de una cosa que se puede palpar al gusto del deseo: un Tamagotchi siendo “alimentado” por su dueño en su casa de Mexicali jamás tendrá relación con el Tamagotchi de la adorable chiquilla secundariana que lo revisa, programa y pone a dormir mientras recorre la línea Yamanote del metro de Shibuya, y esta imagen, recurrente a través de uno de los fetiches más populares (sexual y no a la vez) entre los otakus varones, merecería por sí sola, en tanto perteneciente a una gran categoría argumental manga/anime, un estudio aparte, pero aquí se refiere al punto de contacto que permite que un objeto cualquiera pueda lograr su membresía dentro de la fantasía personal que mucho le debe a estos pastiches que, aunque personalmente modificables, conforman la multirreferencialidad pop de estos productos.
Este espíritu del J-Pop (que combina música con animación, cine, merchandising y más) puede resumirse en una concepción estética que precede a su interpretación industrial para localizarse en las primeras producciones de Osamu Tezuka (Schodt, 1983:16), creador del anime moderno, dulce y colorido, y con esencia occidental: kawaii, un término que ha dominado a la cultura popular japonesa por lo menos desde mediados de la década de los setenta (Kinsella, 1995), que literalmente significa “lindo” y es utilizado para celebrar todo lo dulce, adorable, inocente, puro, simple, genuino, amable, vulnerable, débil e inexperimentado (amai , airashii, mujaki, junsui, kantan, shojiki, yasashii, kizutsukeyasui, kawaiso y mijuku, respectivamente) que distinguiese a una persona y, de ahí, a cualquier objetivación de estas características elevadas a virtudes, en un animal u objeto real o imaginario, como símbolos teriomorfos (Durand, 2004:73) que son el vehículo de adaptación de imágenes orientadas a una manipulación que haga más asequible su contenido, en el caso del consumo, y que alude a toda una mitología instaurada por la gama de productos y la vasta tradición que les antecede para conformar una capa profunda de asociaciones que por medio de una simbolización devuelvan al consumidor a un estado anterior de su gusto y percepción.
La clave del kawaii como animalizador de cosas y humanos, consiste en la condición del animal de ser susceptible de una sobredeterminación de caracteres particulares que no tienen un vínculo directo con la animalidad: el intrincamiento de las motivaciones que vuelven a las distintas especies receptáculos de significados transformables y conduce a la animación (Krappe, 1952:36) de los pensamientos mediante la asimilación de sentimientos humanos para su transferencia a la cosa o animal elegido.
Bajo esta fundamentación, no debe resultar ajena al observador la relación estrecha entre el kawaii “original” y su aplicación localizable en la conducta social con su correspondiente apariencia física. Asimismo, estas formas prevalecen en los personajes de manga/anime en todos sus géneros, incluso los más oscuros y con las apariencias menos dulces (elementos indispensables de todo el manga y fenotipos, al fin y al cabo, para ser seguidor por el consumidor) que, para el interés del presente estudio, se conciben, el comic y la animación, como la consecuencia derivada de la preferencia por este estilo.
Regresando al concepto, este fue desarrollado en un estilo infantil y delicado a la vez que bonito (Kinsella, 1995), saturando a los medios y bienes de consumo para alcanzar su pico de intensidad sacarinosa en la década de los ochenta, justo durante la expansión de los OVA y la mercadería masiva de mementos y accesorios concomitantes al periodo de la burbuja económica japonesa.
Las personas “lindas” se volvieron extremadamente populares y el fanático de manga/anime podía aspirar a la personalización de estos elementos y “animaciones” coloridas vistiéndose igual que sus personajes predilectos (actividad que en adelante se denominará cosplay) y ubicarse en una tipología que al día de hoy señala diferencias claras entre los géneros que conllevan sus respectivos mensajes sobre la personalidad y hasta espiritualidad de un individuo.
De nuevo, un punto de partida conveniente para el análisis de los atractivos estéticos de los productos para el fanático e incluso de las motivaciones mismas de su imaginario es la conexión del gran significante kawaii como un estilo básico que creció hasta generar modas más específicas y transitorias dirigidas hacia lo oscuro, el punk, el skate y los vestuarios french maid ; se trataba de una estilística fruto del reciclaje, y nueva en tanto que aglutinadora de imágenes, que transitó de un romanticismo serio y pinky pero igualmente infantil en los ochenta, al estilo andrógino, kitsch y más humorístico de los noventa.
Tal noción registró una transformación paralela aunque independiente del anime: la innovación de temáticas desde las aventuras a lo Disney en la obra de Tezuka hasta la introducción de géneros bien diferenciados (anime para chicas, de ciencia ficción e incluso para adultos), funcionando como testigo, valiéndose de una serie de personajes arquetípicos en cada producto, de las nuevas adiciones conceptuales a lo “lindo” que conforme se fue diseñando la figura del otaku (fanático) de principios de los años ochenta fue incidiendo en la confección de matices más profundos en torno al carácter reservado del consumidor que, con la llegada y masificación del video, se hizo de una personalidad más coleccionista y reservada, que se convirtió el centro al que se dirigirían términos como “tímido” o “avergonzado”, con sus ramificaciones persistentes como “patético”, “pobre”, “vergonzante”, entre otros matices que empezaron a alejarse de la matriz originalmente positiva de lo que ha sido desde un principio lo kawaii como actitud en apariencia y, después, como estética (Kinsella, 1995).
El otaku, entonces, investido de todos estos adjetivos, fue construyéndose como el público natural del manga/anime en apariencia unificado como una tribu, dando lugar a su imagen contracultural que le presentaba, como hasta ahora, con empaque de marginal inadaptado e inmaduro para las relaciones sociales que, cuando tiene un empleo, trabaja tan sólo para pagarse su afición, pues además se le ha fijado el estereotipo de buen hijo de familia que tiene resueltas sus necesidades materiales básicas fuera de las cuales no representa ninguna carga extra para sus padres, al contrario, para por un individuo anodino y dócil en extremo: un niño que responde a (y que proviene de) las virtudes estéticas y conductuales consagradas por la idea de lo kawaii.
La imagen ideal del otaku que se conserva tanto por el interés de los medios masivos japoneses como por sus propias características (perpetuadas también por el visionado de su reflejo electrónico en películas y televisión) es el de un joven desaliñado con serias dificultades para comunicarse y sin ninguna suerte romántica con las mujeres , quienes le considerarán, en el óptimo de los casos, una especie de hermanito menor o confidente inofensivo, un personaje estereotípico herencia de la tipología nerd inmortalizada por Hollywood que se ve reproducida en buena medida por las reinterpretaciones occidentales de la idea de lo otaku, aunque sin considerar los condicionantes estéticos peculiares atisbados aquí y que son cercanos al consumidor que entra en contacto directo con las descripciones más completas y reiteradas de dicha figura.
Un punto de encuentro de las esferas estética y conductual consiste en el sustrato residual de la obra y los personajes de Walt Disney, pensados como protagonistas de un viaje emocional a una sociedad rural idealizada, dentro del basamento argumental del manga/anime y sus personajes (como ya se ha indicado, Kinsella, 1995) embarcados en una jornada sentimental de regreso a una infancia idealizada: una oposición a la sociedad industrial lo mismo que a la adultez por medio, como se verá a continuación, de elementos objetuales de la producción manga/anime para realizar la transformación individual de identidad y referentes tomando como base un estetismo generalizador donde los matices dulces se dulcifican, los villanos más malos por alguna razón no alcanzan a verse tan malvados y donde la infancia, eternizada, logra ser transportada a la vida real.
En otras palabras, una puesta en escena de carácter privado ensayando el afán de estabilización de sensaciones bienestar absoluto fijadas en ambientes controlados por el usuario que debe exaltar las representaciones hiperbólicas de ideales trascendentales: nostalgia del pasado (los buenos años en que el tono dramático del capítulo de Astroboy o de Ranma ½ caldeaba la textura de toda la tarde-noche), curiosidad por lo exótico (Japón es Tokio porque esta es una capital occidental irrepetible por la coincidencia feliz de alguna clase de futuro-ahora con la pulsión sensual de una cultura hermética) o amor a la belleza (el kawaii puro como origen y destino del gusto contemplativo válido para todos los productos del manga/anime) operando bajo criterios que recaen en (la historia de) cada otaku, quien posee la potestad de imprimirle a cada objeto de su pertenencia una memoria que está diseñada para romper con la estética predominante (como la distorsión kitschificante introducida por una habitación repleta de afiches) y ejecutar la asociación emocional de contenidos que, como se dijo desde un principio, hacen la llamada a la identidad común del manga/anime.
Así pues, el sentido de las cosas es el de la apropiación de un resultado empíricamente comprobable en la observación de un “valor de uso” cualquiera para todas las temáticas pero que en el caso que nos ocupa debe conducir a la explicación de un proceso por cuyos contenidos se expresa la faceta más íntima del consumo, ahora en relación directa, por medio del objeto-signo, con su colección de imaginerías.
Baudrillard (1999:97) reconoce a las cosas cotidianas como objetos de una pasión bajo la condición de propiedad privada que se fundamenta en su papel de aparato regulador del equilibrio del sujeto trasponiendo su función práctica, en su utilización que por lo general les limita a un uso (el juego distraído, indiferente, con el Game boy color amarillo Pikachu) que nos devuelve al mundo, y no se refiere al potencial de la cosa como exposición inmediata de un valor asignado con arreglo a la relatividad del usuario, quien da una vuelta de tuerca a aquella mediación práctica (saca su cuenta de correo en http://www.doramail.com para recibir la bienvenida de Doraemon y luego, acaso, para enviar y recibir correo electrónico) para acercar al objeto a su mundo personal.
El objeto de posesión es el resultado de dicha abstracción, al ser “poseído” por una imaginería que establece las reglas de un juego constante entre los constructor de las ideas que pueden hacer que las cosas se relacionen entre sí en la medida en que ya no remiten más que al sujeto-otaku.
El lucimiento, por ejemplo, de accesorios manga/anime, muestra a estos en su dimensión utilitaria pero además de ello sirve como práctica de la expresión de un uso imaginal que necesita de estos vehículos para materializar una fantasía, una construcción que, aunque tiene una manifestación práctica, sigue existiendo solamente en el pastiche mental que el otaku porta con tanto garbo disimulado como a la mochila negra con un diseño basado en el de Intel que informa: “Hentai inside”; tratándose en resumen de una oposición complementaria de objetos-maquina/objetos puros, siendo estos últimos los receptores de un estatus estrictamente subjetivo (Baudrillard, 1999:99) para convertirse en objetos de colección, un estamento de la propiedad que se eleva sobre lo utilitario para señalar un proceso imaginal de apropiación.
El objeto pasión es entonces la reminiscencia del afán infantil de posesión ante su urgencia por entender el mundo vía el control de sus fenómenos objetivados en un trozo simbólico manipulable (Rheims, 1962:28), fase que termina con la llegada de la crisis de la pubertad y que puede regresar inmediatamente después y se presenta también en los hombres de más de cuarenta años (Baudrillard, 1999:99) como una suerte de compensación de las evoluciones de la sexualidad, aunque sin apuntar a una conducta pulsional de índole fetichista, pese a que en su denominación se dirige a la satisfacción de una pasión por el objeto amado entendido como la creación más bella de la divinidad en torno a la cual se despliega una veneración que adquiere tintes de clandestinidad, de culto secreto fundamental, que tiene todas las características de una relación pecaminosa.
El goce de esta posesión implica también la comprensión de un objeto como un ser único e irrepetible por sus particularidades que aún así se constriñen a su pertenencia a la serie (que es también concepto integrador antes de pasar a denominarse “colección”) y, por consiguiente, quedando sujeto sustitución temporal o incluso permanente, dejando al descubierto el binomio quintaesencia cualitativa-manipulación cuantitativa.
La manifestación de esta dinámica aplica para la manipulación de objetos que son historias entrelazadas por una dimensión tangible, como un modelo teórico que haga por explicar al afán coleccionista como el destino final de las actividades que el otaku realiza personalmente y en relación con su grupo: asistencia a convenciones, intercambio de archivos, consumo vía web, discusiones cara a cara y por chat, performatividad, juego de rol, etc.
Esto presenta un contrapunto significativo al diagnóstico crítico de la producción industrial que afirma que el sentido social de las cosas y significados se desplaza desde la historia, para despojarse de ella, a la pantalla, a un espacio en donde todas las formas tienden a resignificar a las viejas utopías en un proceso de descontextualización que las convierte en mercancías (Vásquez Rocca, 2007:5).
Los índices de moral e ideología son sustituidos por relaciones mercantiles que operan como vehículos de imágenes al servicio, como en este caso, de referentes que se ubican en función de la construcción del gusto del usuario. Tal es la clave de la composición del pastiche, que asegura a la cosa externa, mercantilizada y desligada de un modelo para transformarse en serie (Baudrillard, 1999:14), un significado basado en sus valores e imaginerías, en la abducción simbólica de una mente sobre un estímulo como es cualquier derivado del manga/anime.
Dicha apropiación se genera en contraposición a otro fenómeno externo: la obsolescencia objetual (Vásquez Rocca, 2007:5) que, afirmada como una dinámica de mercado, asegura la rotación acelerada en la producción de bienes simbólicos con motivo de la inviabilidad de la erección de cualquiera de ellos en “ídolo personalizado y canónico” para una gran masa, además de que la generación industrializada de productos vuelve imposible que una sola colección de figuras icónicas, del manga/anime por ejemplo, permanezca en la cúspide de su popularidad por una larga temporada: este es el circuito de los objetos que se vuelven obsoletos fuera del campo de acción y consumo de sus seguidores, quienes, como es natural, desechan una cantidad importante de estos productos pero realizan una gran inversión emocional en otros tantos, y mientras más profunda sea la brecha entre el pastiche y la realidad (la tangible, la del mercado social), puede encontrarse una mayor capacidad de resignificación y adaptación del objeto al mundo personal, junto con una resistencia más fuerte a los vaivenes de la novedad de la industria.
La saturación de colores y figuras de la habitación otaku, propuesta en esta ocasión como modelo reproductor del pastiche ideal integrador que resume las nociones estéticas consideradas, es la vuelta de eso que Baudrillard (1999:15) llama la “afectación” en la decoración que en este caso particular no se preocupa por un ordenamiento objetivo que responda a la línea lógica de la imaginación que dicta la presencia de objetos cuya primera función deberá ser la de personificar las relaciones del otaku, no con otros otakus, sino con su universo interior, poblando un espacio devenido santuario en nombre de cuya idea general disponen de un alma, de un poder evocativo que desplaza su función instrumental, en la dimensión de lo real (de utilización), para anteponer su valor (de posesión) en la dimensión moral construida en torno a una complicidad del usuario con sus objetos manga/anime, un denso valor afectivo que es la “presencia” (Baudrillard, 1999:14) por la que el Todo es efectivo y que, al significar al argumento central objetual del otaku, se vuelve la reproducción diferida del pastiche ideal de sensaciones e imágenes.
La denuncia anticonsumista de una nostalgia dirigida por el uso de la figura comercial del revival se apoya en la realidad hueca de la conducta nostálgica que le concede primacía al mensaje antes que a la identidad, considerando que el recuerdo de una época pasada debería resultar atractivo e inspirador para una importante mayoría, pero en lo que respecta al usuario de manga/anime puede ubicarse a la nostalgia imbuida en sus rutinas de consumo dentro de una batería de ritos laicos a nivel doméstico que son verificados en la visión de un anime o una película (japonesa, o en su defecto china o coreana, desde luego), la clasificación de revistas o afiches o la simple observación y fragmentación de los colores y técnicas que componen al estilo: en definitiva, cualquier actividad que consiga la abducción inmediata de regreso a ese Japón particular consignado en la mente alerta y estética del otaku. Sirva a esta descripción de ambiente el siguiente par de ejemplos:
a) La habitación de uno de los fanáticos entrevistados con motivo de la investigación en curso acerca de La construcción sociocultural del fanático de manga y anime en Mexicali ofrece al visitante la colección de su propietario expuesta a modo de afiches: dibujos recortados a colores y en blanco y negro de paisajes de una indeterminada campiña japonesa, páginas impresas de Internet con carteles publicitarios de las películas animadas de Hayao Miyazaki y de acción real dirigidas por Takashi Miike y Takeshi Kitano, dibujos a lápiz de la Princesa Masako y de los novelistas Haruki Murakami y Banana Yoshimoto; y de objetos de utilización: dos o tres centenares de CD’s y DVD’s que lo mismo guardan películas que manga escaneado en formato PDF y música J-Pop y J-Rock (incluyendo bandas sonoras de anime) en MP3 o DivX organizada en archivos misceláneos o con el nombre del disco que en ocasiones no se puede leer por estar convertido en signos ilegibles porque la computadora no tiene instalado soporte lingüístico para japonés, algunas revistas de la compañía traductora y editora japoamericana Shonen Jump adquiridas en las rebajas de El Centro y Tijuana, figuritas de Doraemon y Hello Kitty! y algunas hechas con plastilina y conservadas sobre un cuadro de acrílico, una mochila con un botón de Hellsing y más allá un montoncito con tres o cuatro ejemplares de diarios chinos con la etiqueta de un P.O. Box de Calexico. Y cuando se le pregunta por el significado de su cuarto, nuestro otaku contesta, después de pensarlo mucho, que sólo ahí se siente tranquilo, cuando se encierra con llave. Una declaración que merece una lectura pormenorizada, digna de otro artículo.
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[ Mario Javier Bogarín Quintana | Publicado el 3 Jan 2009 | Sin comentarios aún ]
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Artículo «El vértigo de la sobremodernidad; «no lugares», espacios públicos y figuras del anonimato«, en DU&P REVISTA DE DISEÑO URBANO Y PAISAJE, UNIVERSIDAD CENTRAL DE CHILE, FACULTAD DE ARQUITECTURA, URBANISMO Y PAISAJE , FAUP, ISSN 0717- 9758, Volumen IV, Nº10, 2007. http://www.ucentral.cl/Sitio%20web%202003/Revista%20Farq/10_vertigo_delasobremodernidad.htm http://www.ucentral.cl/Sitio%20web%202003/Revista%20Farq/pdf/10_vertigo_delasobremodernidad.pdf
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Filosofía Francesa Derrida
1.- Pensamiento Francés Contemporáneo – Filosofía francesa contemporánea; post-estructuralismo y postpolítica.
– Merlau-Ponty, Canguilhem, Lacan, Lévi-Strauss, Althusser, Foucault, Deleuze, Badiou, Lyotard, Derrida, Budrillard
¿Qué es lo que ha ocurrido en la filosofía francesa durante los últimos años? Esta pregunta, que adquiere acaso verdadera importancia, se nos impone hoy. Varias generaciones de este siglo han establecido con la filosofía un lazo apasionado, enriquecido por la potente presencia de Sartre en la escena intelectual y política, y por las mutaciones conceptuales que produjeron las obras de Merlau-Ponty, Canguilhem, Lacan, Lévi-Strauss, Althusser, Foucault, Deleuze, Badiou, Lyotard, Derrida, Rancière. La intensidad y la agudeza de los trabajos aparecidos en estas décadas perfilan en nuestro imaginario, habitado por los episodios creadores de la antigüedad griega y del idealismo alemán, un momento filosófico francés, a la vez singular y universal.
Los desplazamientos filosóficos que tuvieron lugar en él son, ciertamente, una de las cuestiones de nuestro presente.
El presente Artículo es un análisis de la Teoría francesa y sus influencia en las mutaciones de la vida intelectual en Estados Unidos. La influencia de los autores postestructuralistas franceses en la academia universitaria americana y cómo, a partir de devotas lecturas, se desencadena una ideológica guerra entre cánones literarios en el país del norte, entre Estudios Culturales y reivindicaciones del mercado, la patria y el fin de la historia. En este sentido, French Theory muestra el making off y el behind the scenes de la filosofía francesa en EU, esto es, cómo Foucault, Derrida, Deleuze, Lyotard, Kristeva junto otros comentadores nacionales de gran prestigio como Rorty y Butler, pululan con el aura de estrellas hollywoodenses por los campus universitarios y las librerías especializadas. En relación a lo anterior, se muestra que el mérito de los teóricos radica haber elaborado sutiles instrumentos analíticos para la comprensión de la ingente heterogeneidad cultural estadounidense y mundial.
«En las tres últimas décadas del siglo XX, algunos nombres de pensadores franceses han adquirido en Estados Unidos un aura reservada hasta entonces a los héroes de la mitología estadounidense o a las estrellas del show business. Incluso podríamos jugar a calcar el mundo intelectual estadounidense sobre el universo del Western de Hollywood: estos pensadores franceses, a menudo marginados en su país de origen, obtendrían seguramente los papeles protagonistas. Jacques Derrida podría ser Cint Eastwood, por sus personajes de pionero solitario, su autoridad indiscutida y su melena de conquistador. Jean Baudrillard no estaría lejos de pasar por un Gregory Peck, con esa mezcla de bondad y sombría indiferencia, además de su común habilidad para aparecer donde menos se les espera. Jacques Lacan representaría a un Robert Mitchum irascible, en razón de su común inclinación por el gesto criminal y su incorregible ironía. Gilles Deleuze y Félix Guattari, más que los Spaghetti Westerns de Terence Hill y Bud Spencer, evocarían al dúo hirsuto, exhausto pero sublime, de Paul Newman y Robert Redford en Dos hombres y un destino. Y sobrarían motivos para ver en Michel Foucault a un Steve McQueen imprevisible, por su conocimiento de la cárcel, su risa inquietante y su independencia de francotirador, figurando a la cabeza de tamaño reparto como el favorito del público. Tampoco habría que olvidar a Jean-François Lyotard como Jack Palance, por su alma burilada, a Louis Althusser como James Stewart, por su silueta melancólica y, con respecto a las mujeres, a Julia Kristeva como Meryl Streep, madre coraje o hermana de exilio, y a Héléne Cixous como Faye Dunaway, feminidad exenta de todo modelo. Un Western improbable, en el que los decorados se transformarían en personajes, la astucia de los Indios les daría la victoria, y adonde jamás llegaría la sudorosa caballería.»
La precisión o el acierto en la asociación entre pensadores y estrellas de cine o personajes llevados a la gran pantalla por determinados actores anima a la lectura y no sólo por aventurar una zona de proyección, a la que la imaginación humana es tan proclive y tan fructífera; tampoco sólo porque nos muestre la posibilidad de traspasar los límites de los campos y de las disciplinas y tampoco exclusivamente porque el ejercicio de la transfiguración permite al lector otros muchos juegos de metáforas. También por razones más objetivas, porque de los autores que French Theory analiza son hoy clásicos del siglo XX, centro de referencia para el diálogo y el trabajo filosófico y, en consecuencia, nuevos datos, nuevas reflexiones han de animar la discusión.
Pero cuál es el interés que puede tener la influencia de los autores franceses postestructuralistas en la academia universitaria norteamericana.
Sin duda, el tema no es tan banal como parece. Al fin y al cabo, Estados Unidos es la potencia económica, política y cultural de nuestro tiempo, el imperio según el análisis de Toni Negri, y el pensamiento francés es uno que tiene etiqueta propia desde hace ya muchos siglos. Pero, ¿por qué investigar las relaciones, influencias, perturbaciones e incidencias de una cultura filosófica en otra? ¿No valdría también entonces investigar lo mismo en cualquier otro contexto, en cualquier otra disciplina? ¿Por qué no investigar la influencia de determinados textos alemanes en la cultura francesa o la influencia de la filosofía anglosajona en la constitución del pensamiento nórdico o la mordedura del pensamiento oriental en los usos occidentales o, qué se yo, cualquier otra cosa? ¿Qué diferencia habrá en esta interconexión respecto a otras posibles? Ciertamente hay un hecho evidente y es que François Cusset se puso a ello y de ello queda este estupendo libro para evaluar estas posibilidades. Quizá anime a otros y consiga que esta especie de filosofía comparada se extienda y se convierta en práctica frecuente, inclusive podría institucionalizarse y quizá en un futuro próximo empiecen a fundarse cátedras e institutos de investigación que reciban este nombre: filosofía comparada.
Francia Cultura y Sociedad Dr. Adolfo Vásquez Rocca
2.-
A partir de este momento la contracultura hippie, beat, contestataria, pacifista de tradición marxista o al menos bajo la sombra del movimiento por los derechos civiles de los sesenta se irá transformando hacia una teoría sofisticada que se va encerando en los departamentos de Literatura y desde allí la proyectarán en mayor o menor medida a la sociedad americana y, naturalmente, la devolverán a Europa revestida de un nuevo interés y de nuevas formas de acción, de contestación y de crítica.
Porque efectivamente la primera y quizá más profunda recepción de los pensadores franceses se va a realizar en los departamentos de Literatura. En ellos surge una nueva Theory. Una Theory que ya no tienen que ver con la tradición pragmatista, ni con la theorie alemana que llevara al nuevo continente la emigración alemana tras la subida del nazismo al poder y representada fundamentalmente por los autores de la Escuela de Frankfurt, ni con la theory que se generó alrededor de la figura de Chomsky. Es una theory literaria, intransitiva, cuyo objeto de estudio es ella misma y su producción. Un theory que inicialmente abandera el cuarteto de Yale – Paul de Man, Harold Bloom, Geoffrey Hartman y J. Hillis Miller- de la mano de la deconstrucción de Derrida. Si es que no habría que incluir al propio Derrida entre los autores americanos, al menos el Derrida de los setenta. Enunciemos el misterio Derrida:
«Hay un misterio Derrida. Más que por su obra, cuya opacidad sin embargo no puede negarse, por su canonización, primero estadounidense y luego mundial. Un pensamiento tan poco asignable, tan difícilmente transmisible como el suyo, un pensamiento que no sabríamos situar, salvo tal vez en algún punto entre la onto-teología negativa y la exploración poético-filosófica de lo inefable, un pensamiento, en definitiva, que se mantiene a distancia (y en todos los sentidos de la expresión), ¿cómo ha podido convertirse en el producto más rentable que haya existido jamás en el mercado de los discursos universitarios? ¿Cómo este oscuro trabajo de zapa se ha visto acaparado, compactado, digerido y servido en dosis individuales en un campo literario como el estadounidense al que desde entonces le han crecido las alas y, no contento con embalar este exigente pensamiento en manuales de primer ciclo, lo ha transformado en un programa de conquista epistemo-política sin precedentes? ¿Cómo es posible que por cada francés que ha leído un libro de Derrida, en el país de la filosofía en el liceo, diez estadounidenses ya lo hayan recorrido, a pesar de la pobre formación filosófica que les caracteriza? ¿Y cómo es posible, en definitiva, que esa palabra «deconstrucción», que Derrida toma de El ser y el tiempo de Heidegger (para traducir el término Destruktiori) con el fin de esbozar una teoría general del discurso filosófico, haya pasado en tan gran medida al lenguaje corriente en Estados Unidos como para encontrarla en los eslóganes publicitarios, en los micrófonos de los periodistas de televisión o en el título de una película de éxito de Woody Alien, Deconstructing Harry (1997)?».
Tras la articulación de la deconstrucción derridiana en la crítica de altos vuelos que realiza fundamentalmente de Man, pero también Bloom en una primera etapa, salta a la escena teórica una lucha inédita. Ya sea desde Derrida o ya sea desde Foucault, lo que ha quedado claro es que no hay verdad, no hay objetividad. Sólo hay dispositivos de verdad, transitorios, tácticos, políticos. Esta constatación se traduce en las universidades americanas en que la objetividad sólo es «subjetividad del varón blanco».
Así, en un país donde la principal fuente de conflictos y de preocupación tienen que ver con el mantenimiento de las heterogéneas identidades que lo conforman, o en la demarcación y separación de las ya existentes, de la mano de los resultados de la theory y frente al sector liberal establecido en el pensamiento conservador, va a desarrollarse, una serie de guerras culturales que luchan por la afirmación de todas las identidades sometidas: mujeres, afroamericanos, chicanos asia-americanos, nativos-americanos, homosexuales, modernos de la cultura pop, raperos de todo cuño, cibernautas, freakes de lo más diverso. Estas políticas identitarias van a servir de contenido y de activismo a un nuevo campo de estudio que desplaza la crítica literaria hacia los Estudios Culturales o como se abreviará en el país de las siglas cult’ studs’. De entre todos ellos, los estudios feministas o de género van a traer a la escena a las intelectuales francesas, Julia Kristeva, Sarah Kofman y Hélenè Cixous, y tras ellas ya nada puede verse de la misma manera.
Para este entonces, el sistema ha reaccionado y empieza a apropiarse comercial y mercantilmente de la marca de los post’s y ensancha el mercado con todas esas identidades recién descubiertas.
En los 80’s, el poco contenido político, que todos los movimientos identitarios tenían, se va a ir desvaneciendo, para terminar en un persecución contra sus inspiradores de significativas consecuencias. Este contraataque es también un proceso complejo en donde van a participar muy diversos actores y por muy diversos motivos.
Lo primero que va a marcar la década es la vuelta al poder de los republicanos con Ronald Reagan en la presidencia. Pero dentro de la Universidad se inician dos procesos. Por parte de algunos de los mismos críticos que abrazaron el New Critics y por el movimiento conservador blanco y occidental se empieza a temer que el proceso de reivindicación de identidades diversas y la pérdida de criterios de evaluación que caracteriza la primera expansión de la posmodernidad en determinadas lecturas relativistas termine en una igualación o equiparación de los productos y valores culturales. Surge una reivindicación de un canon occidental en donde quede manifiesto que Sakespeare, Goethe o Dante no pueden estar al mismo nivel que Confucio, los cuentos africanos, la poesía India o el Corán. Por contra, las minorías señalan a los grandes autores occidentales como responsables de la difusión en las sociedades occidentales de los peores males: etnocentrismo, misoginia, colonialismo. Incluso los inspiradores de todo este vaivén de ideas terminan siendo señalados por sus preferencias. Al fin y al cabo Derrida analiza sobre todo a Platón, Rousseau o Heidegger; Kristeva homenajea a Mallarmé o Deleuze no oculta sus preferencias por Melville o Kafka.
El segundo proceso que terminará también pervirtiéndose, como casi todo en el capitalismo, tiene que ver con lo que saltará a la escena mundial con el nombre de lo Políticamente Correcto. Lo Políticamente Correcto, en la misma línea de la Theory despolitizada por falta de alternativas o por la insistencia de que toda alternativa fracasará en el empeño de la transformación, pretende depurar el lenguaje y las maneras de relación de la carga discriminatoria y peyorativa que tienen los signos que refieren a las relaciones humanas y de poder. En la Universidad americana completamente desconectada de la sociedad y sin una influencia precisa en ella, se limita la reivindicación al plano léxico y simbólico. En muchos casos todo el movimiento termina pareciendo ridículo, pero, sin embargo, va penetrando en los discursos oficiales, en la gestión de compensaciones y en un ejercicio de paliar injusticias históricas mediante los procesos de discriminación positiva. Es en la ejecución de lo que parecen estas buenas ideas donde la guerra va a trasladarse, de la mano de los periodistas fundamentalmente, al seno de la sociedad y a explotar la contraofensiva ideológica que hará tambalear el prestigio y la influencia francesa en los campus. Cuando comienzan a aparecer las injusticias manifiestas en los ámbitos laborales universitarios es cuando se va a ejecutar toda una estrategia para desprestigiar y derrocar los centros ideológicos con influencia francesa de las universidades. Los trapos sucios afloran en los medios generalistas: Paul de Man y su pasado antisemita, la indecencia de las fotografías de Robert Mappertholpe, el elitismo y la inmoralidad que muestran los medios de comunicación pública, en fin, la influencia barbara que adoctrina a los hijos de América que sólo leen a lesbianas negras y escuchan rock satánico. Todos terminan siendo, desde la contraofensiva conservadora y patriota que impera en la era Reagan de los intelectuales neoconservadores alejados de las esferas del poder académico, «enemigos de la Democracia». En gran medida todo este planteamiento antiintelectual tenía el firme propósito de expulsar a los «radicales» de las universidades y, sobre todo, justificar el importante recorte en el gasto público hacia la Universidad. A la vez había que difundir los valores de la América eterna y se inicia desde la Administración todo un proceso de financiación de elites y de justificación del liberalismo mercantilista que se quería imponer. En este contraofensiva quizá el texto de mayores consecuencias haya sido «El fin de la Historia» de Fukuyama y la obra y la influencia de Levi Strauss.
Es cierto que la victoria de esta contraofensiva conservadora no hubiera sido tan fácil si la izquierda no hubiera despojado de contenido político a su pensamiento. Es cierto que la acción política no es algo que se sigue demasiado bien del pensamiento de Foucault o de Derrida o de Deleuze o de Lyotrad. El proceso que siguió en Estados Unidos, y diría que en todo el mundo occidental, a la irrupción del pensamiento francés ha consistido en un abandono cada vez más manifiesto de la acción política. La izquierda se ha segmentado en una diversidad de izquierdas donde el enemigo se ha confundido y donde entrar a dividir cualquier causa común ha sido lo más sencillo para una derecha que se cobija en valores firmes y eternos y que se apoya en una gestión del capital que le permite manejar las instituciones universitarias y científicas. En la era de lo post, la izquierda se ha convertido en una izquierda postpolítica donde cuenta más el reconocimiento casi corporativo de cada grupo que la lucha social y más los signos de afiliación que el combate político.
Llegados a este punto y para terminar en un ejercicio de estilo muy interesante, se depone el análisis profundo de los intereses políticos y de las complejas relaciones entre los diversos agentes sociales, para mostrarnos desde otra perspectiva los agentes internos del proceso académico: profesores y estudiantes; y las consecuencias de la llegada del pensamiento postestructuralista en áreas culturales como puede ser el arte y las prácticas artísticas y en la cibercultura emergente a partir de los años noventa.
En este cambio de registro se selecciona a seis «estrellas del campus» que a su juicio representan la mejor digestión del postestructuralismo francés y a la vez la autoridad intelectual del campus americano: Judith Butler, Gayatri Spivak, Stanley Fish, Edward Said, Richard Rorty y Fredric Jameson. En unas pocas páginas para cada uno de ellos y ellas nos ofrece un perfil de su pensamiento teórico sumamente rentable para el lector. El cambio de perspectiva y de estilo nos muestra una vez más lo elaborado del texto y la densidad de análisis que despliega. Esta nueva mirada que ahora habría de calificar como filosofía de la filosofía resulta bastante inédita, pero muy productiva. Vemos a Cusset empleando los métodos y el tipo de análisis que los filosofos de… emplean en los distintos campos de la experiencia humana sobre la que dirigen sus miradas por encima de las cosas, pero ahora al volcarlos sobre ellos mismos nos desvela esos procesos por los que los textos se escriben, se difunden, se descontextualizan y se sirven en las más variadas bandejas que van a alimentar a los más variados comensales. Es esta filosofía de la filosofía, de la que ya había dado muestras sumamente interesantes cuando comenta el caso Sokal, en la introducción o cuando en apenas un par de páginas (pongan atención a las páginas que van de la 97 a la 103) desentraña los procesos de creación teórica, los mecanismos de la traducción, el trabajo y consecuencia de la cita y la consecuente invención de una teoría que se desentraña filosófica, sociológica, política y culturalmente, la que mantiene coherente todos los registros de análisis que el autor despliega.
Por el mismo precio –que por cierto, para la cuidadosa edición que ha hecho la joven editorial Melusina ya es una ganga- encontramos entonces otro libro que, al menos para mi, ha resultado mucho más interesante, esclarecedor y gratificante, que todos los demás que mencionábamos anteriormente. Un libro que se teje entre líneas y que permite a esta obra escapar del localismo y de la temporalidad de la que sospechaba líneas arriba y que generaliza una metodología de análisis de la difusión, influencia, perturbación y trascendencia del trabajo intelectual de la que fácilmente se podría elaborar una teoría de corte evolucionista de la difusión de ideas y del establecimiento de creencias. Tengo la impresión de que esto no es un resultado casual y la presencia de la palabra ‘mutaciones’ en el subtítulo de la obra es un dato en este sentido. En el entramado del profuso y concienzudo trabajo que el libro ha exigido, se deja entrever un método generalizable y una mezcla de géneros e intenciones que resulta muy fructífera no sólo para el tema que es el objeto de estudio del volumen, sino para cualquier metateórico que desee desentrañar los misterios de los procesos de creación, difusión, manipulación y olvido de las ideas. Esos Memes que puso en la escena Dennett y que uno nunca puede prever su destino. Este otro libro que se muestra queda tan encajado en los que se dice que -continuando con el resumen- en el momento que concede Cusset al análisis de cómo los estudiantes absorben la teoría de altos vuelos en sus carreras, empezamos a comprender muchos de los fenómenos singulares que ocurren en este mundo del tardocapitalismo. Efectivamente un estudiante en el proceso de formación de los mecanismos de la argumentación, de la reflexión y de la crítica de la teoría, integra a ésta en los episodios vivenciales que cualquier joven quiere destacar en una biografía que sabe que pronto se va a volver monótona, impersonal y obligada a una supervivencia nada fácil en un mundo de incesante competencia y de poca creatividad. Los estudiantes van a hacer habitables las teorías que estudian del mejor modo que puedan recordar después y por eso muchas de las experiencias y actividades que realizan en los campus resultan a la par que creativas, divertidas, epatantes o productivas, burdas lecturas, descontextualizaciones inadmisibles o sencillamente incomprensiones profundas.
La necesidad de integrar vivencialmente lo que se puede relacionar de la teoría con las vidas particulares es la nota característica de la influencia de la filosofía francesa en las prácticas artísticas y en las comunidades de cibernautas. A partir de los años 50, el arte experimenta, y fundamentalmente esto ocurre en América, una explosión de prácticas diversificadas en donde teoría y práxis se van diluyendo en un arte que contiene su propio discurso legitimador. Desde el expresionismo abstracto hasta el arte de la instalación y el uso de las nuevas tecnologías, en muy poco tiempo las tendencias se van sucediendo a partir de reflexiones teóricas y estéticas en donde la filosofía francesa se revela más valiosa que el pensamiento marxista o romántico anterior. El arte minimal, el conceptual, el happening, el arte pop incluso el Land Art van a tomar como biblia la obra de Braudillard. Según afirma un galerista «en dos años todo el mundo había leído Simulations»
En esta relación entre artistas y pensadores se producirán interacciones en ambos sentidos. Así algunos artistas como Mark Tansey van a colocar en sus obras los personajes de Derrida o Paul de Man, Rainer Ganahl crea un complejo cuadro con el índice de la obra de Deleuze, Masoquismo. Un video de Diana Thater es calificado como la expresión plástica de la Lógica del Sentido de Deleuze. Y por parte de la reflexión francesa es más que bien conocido el interés estético de Baudrillard, Foucault, Virilo, Lyotard y desde luego Deleuze.
Filosofía Francesa Deleuze
En el campo de la arquitectura la relación resultó ser casi inevitable. Virilo cofunda el colectivo Architecture Principie en 1963, Baudrillard dialoga con Beauborg o con Nouvel. En América tras la caída del modernismo cristaliza un práctica teórica de la arquitectura que señala como mentor teórico, además de los citados, fundamentalmente a Derrida. Los representantes de este nuevo teorismo arquitectural son Peter Eisenman, Bernard Tschumi. Antony Vidler y Mark Wigley, entre otros.
Pero no solamente encontramos huellas (el término derridiano parece aquí conveniente) del pensamiento postestructuralista en el arte –digamos- más culto o de más honda tradición, también en determinados DJ’s intelectualizados de la música Hip-Hop, en portales de Internet que se amparan en la teoría rizomática deleuziana para exponer determinadas políticas de organización, gestión y uso de la red, en hacker activistas de los primeros años 90’s, y en una presencia de los autores franceses en sitios de todo tipo sin parangón con otras corrientes de pensamiento u otros movimientos artísticos o culturales intelectualizados.
La verdadera influencia y la presencia aún de la teoría francesa en los Estados Unidos, en el resto del mundo y en el retorno que estos autores han tenido en su Francia natal. Tras las idas y venidas, los ataques y contraataques, la crítica y la anticrítica, muchos autores estiman que todo este proceso no ha sido más que una moda dentro del mercado de las ideas de la que hoy no quedan sino formas –naturalmente- pasadas de moda, pero sin calado ni profundidad. Contra esto, cabe decir que en la medida en que la teoría ha tenido y sigue teniendo un proceso de lectura, de discusión, de crítica incluso, no puede ser solamente un efecto pasajero de una teoría que renovó los léxicos filosóficos, las estrategias de análisis y las formas de acción. Incluso en su muerte anunciada se prueba que el postestructuralismo francés ha sido una corriente profunda y novedosa de la que la historia tendrá que ocuparse. «Pues la teoría francesa encarna también, en la universidad y más allá, la esperanza de que el discurso vuelva a dar vida a la vida, que dé acceso a una fuerza vital intacta, aparentemente ignorada por la lógica mercantilista y el cinismo del ambiente.» Para argumentar esta valoración, cabe particularizar la herencia que los pensadores franceses legan en el pensamiento americano y en el del resto del mundo -catalogando todas las influencias significativas y reconocidas. Y a la vez recogiendo las que influyeron en los pensadores franceses, es decir y cómo no, las fuentes alemanas.
Finalmente, por supuesto, debe evaluarse la presencia contemporánea de estos pensadores en la Francia contemporánea. Una Francia que se ha empeñado en borrar sus huellas y en acallar sus pensamientos, sin conseguirlo del todo. Al fin y al cabo, aunque en esto Francia quizá sea quien mejor se protege de influencias externas, mientras estos pensadores sigan siendo centro de referencia en el mundo globalizado difícilmente podrán silenciarse con un pensamiento reformista y conservador.
French Theory. Foucault, Derrida, Deleuze & Cía. y las mutaciones de la vida intelectual en Estados Unidos, Editorial Melusina, Barcelona 2005.
Filosofía Francesa Badiou por Adolfo Vásquez Rocca
3.-
No es fortuito o arbitrario que Aprender por fin a vivir fuera la última entrevista concedida por Jacques Derrida en las inmediaciones de una muerte que habita ya en su palabra de modo ineludible y que, al haber acaecido después de las de Michel Foucault, Jean-François Lyotard, Gilles Deleuze, Maurice Blanchot y Pierre Bourdieu, parece simbolizar el agotamiento natural de una vitalidad filosófica que pintó con sus nietzscheanos colores tres décadas prodigiosas de pensamiento europeo.
Los que quedan vivos de aquella singular generación, como Jean Baudrillard (lamentablemente fallecido este año) y Alain Badiou, proponen títulos poco alentadores protagonizados por la agonía y el desastre. Y no se trata únicamente de los títulos: Baudrillard describe al poder político como un enfermo moribundo artificialmente mantenido con vida gracias al entubamiento mediático y, si habla de un «complot» del arte es casi únicamente para remitir a un fulgor antiartístico llamado Andy Warhol, que habría sido enterrado en vida por sus imitadores con pretensiones estéticas. Por su parte, Badiou aprovecha toda la lírica vertida en los últimos tiempos por los «comunistas literarios» herederos de Bataille (Nancy, Esposito) para revitalizar una suerte de mao-leninismo filosófico que recupera en toda su crudeza el viejo rencor marxista contra el derecho burgués de la democracia «formal» y que reclama vehementemente una «política sin Estado», yendo con ambas cosas en una dirección asombrosamente parecida a la que persiguen aquellos que uno supone -quizá ingenuamente- que deberían ser los verdaderos enemigos de un izquierdista.
Crítica cultural por Adolfo Vásquez Rocca
Pero no nos equivoquemos. Incluso aunque haya algo de «terminal» o de «descomposición» en el perfume exhalado por estos títulos cuasi-póstumos, el corazón del cual son arterias, por muy esclerotizadas que estén últimamente, late ya incorporado a lo mejor de las ideas filosóficas de nuestro tiempo al ritmo de una alegría que si con algo desentona es con ese aire tristón que va adoptando el pensamiento del siglo XXI (tan dado a los desastres, las agonías y los entierros).
De modo que el castigo al que hoy se somete a la «filosofía francesa«, en cuyos excesos se quiere a veces encontrar todas las culpas de nuestras actuales penurias intelectuales, hay que administrarlo con cuidado: no es que haya que eximir a estos autores de todo enjuiciamiento crítico, pero hemos de procurar que nuestra razonada censura de algunas ideas no nos conduzca a condenar la contribución más original y vigorosa del pensamiento de la segunda mitad del siglo XX, porque en tal caso estaríamos patrocinando, aunque fuese con la mejor voluntad, la adaptación de la filosofía al clima deprimente y gris que caracteriza al extendido espíritu de docilidad frente a las humillantes imposiciones de un «realismo» acrítico.
Filosofía Francesa Adolfo Vásquez Rocca French Theory
4.-
¿Qué fue de la Filosofía Francesa?
Sobre FRENCH THEORY. Foucault, Derrida, Deleuze & Cía. y las mutaciones de la vida intelectual en Estados Unidos, François Cusset, Melusina. Barcelona, 2005
French theory relata un fragmento de la historia intelectual contemporánea completamente determinante para la atmósfera cultural y política de nuestros días, pero parcialmente desconocido en su detalle: el modo en que un grupo de pensadores franceses, precisamente en el momento en que su influencia estaba decayendo en su país, llegó a convertirse, no solamente en una pléyade de «estrellas» universitarias norteamericanas, sino en suelo fundamental de los grandes debates teóricos de Estados Unidos y en columna vertebral del discurso de una nueva izquierda «post-marxista» que, como todo lo demás, ha acabado también por re-exportarse a Europa.
Para comprender este complejo fenómeno, François Cusset comienza dibujando la coyuntura que atravesaba el mundo académico transatlántico en el momento en el que se produjo el «desembarco» de los continentales: no solamente la efervescencia del movimiento estudiantil contracultural y la renovación producida en las humanidades por el new criticism, sino ante todo la tensión interna que en esos años atravesaban las instituciones de enseñanza americanas, entre la necesidad académica de una educación universalista y la presión del mercado empresarial que exige adaptación de los conocimientos a la demanda profesional. En segundo lugar, el libro describe (y éste es su principal mérito) el gran «malentendido creador» que permitió el trasplante de las doctrinas europeas y las operaciones que garantizaron su perfecto encaje en el campus yanqui: ante todo, la literaturización de la filosofía continental (puesto que los departamentos universitarios de literatura fueron su vía principal de penetración) y su empleo como instrumento de análisis y dignificación de la cultura popular; y, enseguida, su reconversión en arsenal de un combate por el poder cultural contra el neoconservadurismo que comenzó en la «era Reagan» y que fue evolucionando hasta adoptar el cariz de un nacionalismo de la «mayoría moral» (blanca, protestante, anglosajona y varonil), virtualmente confundida con «la cultura occidental» o con «la civilización» a secas.
En este laboratorio, las filosofías «francesas» de la diferencia (Foucault, Deleuze, Baudrillard, Derrida, Lyotard) fueron percibidas como la base ideológica de una respuesta izquierdista a este recrudecimiento de la derecha y acabaron catequizadas en las «políticas de la identidad» de las minorías étnicas, sexuales, lingüísticas y religiosas, logotipo de los estudios culturales y toda su cohorte («estudios de género», «estudios gay», «estudios chicanos», etcétera), que facilitaron su introducción en las ciencias sociales a través de la antropología y, después, en la filosofía moral y política a través del neocomunitarismo y del multiculturalismo (¿les va sonando? Sí, en esto como en todo, Estados Unidos nos lleva unas décadas de ventaja). Y, aunque Cusset no dice nada de esto, en este punto uno se pregunta si la «adaptación» de los conocimientos a la identidad de sus destinatarios es realmente una alternativa a la sin duda perversa «adaptación» a las exigencias del mercado. Pero sigamos.
Un eco de esa encarnizada lucha ideológica entre el populismo de la mayoría y el de las minorías llegó hasta Europa -que hasta entonces se había conformado con cobrar los dividendos de prestigio correspondientes a la importación de mercancías filosóficas a la nación más poderosa de la tierra- con el llamado «asunto Sokal»: la denuncia de un grupo de científicos norteamericanos contra la «retórica vacía» del pensamiento francés y contra el modo en que estaba minando el rigor y el vigor de las instituciones liberales.
Francia Culrura, Arte y Cinema por Adolfo Vásquez Rocca
Y es en la reacción de la opinión intelectual francesa a esa polémica en donde Cusset ve un caso de desgracia y de miopía: miopía porque, para evitar que la joven América le hurtase la marca registrada de la Ilustración, se alió con el «humanismo liberal» y, por tanto, contra sus propios vástagos, poniendo fin a la última plataforma de influencia mundial de la gran cultura francesa (que tiene tanta tendencia a confundirse con la esencia de la izquierda como el neoconservadurismo a confundir el american way of life con la civilización), que desde entonces no ha hecho más que retroceder; y desgracia porque según el autor contribuyó a la «derechización» generalizada, ofreciendo a sus hijos bastardos, como única oportunidad de «retornar a la patria», la de reciclarse al modo conservador en las nuevas estructuras del Estado asistencial o en la administración de empresas, puesto que las universidades ya no están para experimentos sino para dar rendimientos rápidos. French theory es, por tanto, un mapa solvente de este «equívoco fructífero» y una invitación a re-evaluar las filosofías que se encontraron presas en su movimiento, aunque no es esa re-evaluación sino un ejercicio estimulante de historia social del conocimiento. Sin embargo, hay una razón por la cual conviene leer este libro aunque uno no sea francés (ni por tanto pueda lamentarse de la decadencia de la influencia de su gran cultura en el mundo) ni estadounidense (ni por lo tanto pueda enorgullecerse de la capacidad de absorción y recreación dinámica de sus instituciones culturales o apenarse de la penetración del gusano de la extravagante impostura francesa que corrompe el sano liberalismo nacional): y es que se llega a comprender el significado del término post aplicado a la cultura (o sea, el éxito de etiquetas como postmodernidad, postestructuralismo, postilustración o postnacionalismo, entre otros cientos): post-it -la fórmula es del Canard enchaîné-, se pegan por todas partes. En los tiempos inmediatamente siguientes a la Segunda Guerra Mundial, todo lo que venía de Estados Unidos era «nuevo» en el sentido de que renovaba o rejuvenecía las tradiciones europeas (el imperialismo era un «neo-colonialismo», la filosofía analítica norteamericana un «neo-positivismo», etcétera); hoy, perdido completamente el impulso jovial de los pioneros, Estados Unidos ha dejado de ser el laboratorio de la renovación de las ideas europeas para convertirse en su nicho funerario: es el futuro de Europa (y del mundo entero), su después absoluto e irrenunciable, su destino inapelable y el lugar en donde llegan a ser lo que eran, en donde revelan la verdad de lo que habrán sido en la historia. Son nuestra posteridad intelectual.
Ver:
PENSAMIENTO FRANCÉS CONTEMPORÁNEO – FILOSOFIA FRANCESA CONTEMPORÁNEA
EL HIPERTEXTO Y LAS NUEVAS RETORICAS DE LA POSTMODERNIDAD
MUNDOS POSIBLES Y FICCIONES NARRATIVAS; INTERPRETACIÓN Y SOBREINTERPRETACIÓN
OBSERVACIONES FILOSOFICAS – Revista de Filosofía
FILOSOFIA FRANCESA CONTEMPORANEA; POST-ESTRUCTURALISMO Y POSTPOLÍTICA Adolfo Vásquez Rocca [compilador]
DEL HUMANISMO DE SARTRE AL ‘ANTI-HUMANISMO’ DE HEIDEGGER Por Adolfo Vásquez Rocca
Proyecto I N V E S T I G A C I Ó N
| El Existencialismo es un Humanismo | Sartre
| La carta sobre el Humanismo de Heidegger | Heidegger
| Normas para el Parque Humano | Sloterdijk
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
En Francia, lo mismo que en Alemania, después de 1945, tras los años de barbarie y traición, volvía a la actualidad el problema del humanismo, de su revitalización o renovación. Por ello también, Sartre, y poco más tarde Heidegger, se sintieron incitados a entrar en la cuestión.
En su tiempo, el existencialismo se vio forzado a echar mano del humanismo para hacer frente a diversas acusaciones. Caracterizado por cierta crítica como una variante del “nihilismo”. Sartre se defendió afirmando el carácter “humanista” de su doctrina. De hecho, aduciría que el verdadero humanismo sólo podría ser existencialista. La base del existencialismo es, según se sabe, la asunción de la finitud y el desamparo en que se hallan los hombres: lo humano es un proyecto construido —y cumplido— en medio del vacío absoluto: en la irremisible ausencia de Dios. El hombre está condenado a ser libre. Sartre no ha contribuido casi nada a comprender la sustancia del humanismo, e incluso ha oscurecido su propia posición. Ahora bien, la identificación entre el existencialismo y el humanismo también dio pie a la aparición de un texto notable, la Carta sobre el “Humanismo” de Martin Heidegger, el primer documento del pensamiento de Heidegger publicado después de 1945. Escrito en 1946 como carta abierta a Jean Beaufret, su discípulo más importante en la escena filosófica de Francia después de la guerra. Beaufret había planteado a Heidegger la pregunta: “¿De qué manera puede darse de nuevo un sentido a la palabra humanismo?”. Heidegger abordó la pregunta con agrado, pues le daba oportunidad de responder al escrito de Sartre ¿Es el existencialismo un humanismo?, aparecido pocos meses antes y que también en Alemania era discutido profusamente. Incluso después de que no se llegara a un encuentro personal con él, Heidegger buscaba la disputa con Sartre. En cualquier caso, el existencialismo de Sartre, después de una mítica conferencia pronunciada el 29 de octubre de 1945, que tenía como base el ensayo mencionado, de la noche a la mañana se convirtió en una figura de la cultura europea. Las ideas de Sartre después de esta conferencia dominaron las discusiones, apenas pasaba un día en el que no fueran mencionados o citados Sartre y el existencialismo. Pocos meses antes Sartre había dicho: “¿EI existencialismo? No sé lo que es eso. Mi filosofía es una filosofía de la existencia”1. Y ya en diciembre de 1945 circulan los primeros manuales del existencialismo, el que constituido en una credo militante se propugnaba bajo la consigna de “Comprométete, lleva contigo la humanidad, créate a ti mismo siempre de nuevo, solamente a través de tus acciones”2. Con su legendaria conferencia Sartre había respondido a la pregunta por el destino del humanismo en una época que acababa de experimentar los excesos de la barbarie. La respuesta de Sartre sonaba así: no hay valores humanistas a los que podamos confiarnos por el hecho de que supuestamente estén anclados con firmeza en nuestra civilización. Dichos valores se dan tan sólo si nosotros los inventamos siempre de nuevo en la situación de la decisión y hacemos que se traduzcan a la realidad. El existencialismo sitúa al hombre ante esta libertad y la responsabilidad a ella ligada. Por esto, el existencialismo no es ninguna filosofía de huida de la realidad, del pesimismo, del quietismo, del egoísmo o de la desesperación. Este era el argumento -y la apología- central de “El Existencialismo es un Humanismo”.
Adolfo Vásquez Rocca – El Existencialismo es un Humanismo – J. P. Sartre
Ahora bien, no es casual que la formulación de Sartre, fácil de retener en la memoria, según la cual “la existencia precede a la esencia”, afectará e hiciera eco profundo -precisamente- en la destruida Alemania, era natural que afectará e identificará el sentimiento de aquellos hombres que después de la catástrofe se encontraban de nuevo ante sí mismos, bajo las ruinas, con la conciencia de haber escapado de allí. Quien había salvado su existencia, podía en cualquier caso empezar de nuevo. Y precisamente en ese sentido, la sutilísima frase filosófica hizo carrera en la Alemania de posguerra3. En las destruidas ciudades alemanas la mayoría de las cosas había perdido su importancia, en la sombría Alemania hace eco aquello de que la existencia constituye la esencia. Rossellini emprendió con Alemania año cero (1947), un filme memorable, donde plasma aquel estado de ánimo, trazando el sendero sobre el cual el cine contemporáneo daría sus primeros pasos. Precisamente, la propuesta entera de cineastas como Antonioni parece provenir del cuarto de hora final de Alemania año cero, con el largo y silencioso vagabundeo de Edmund – el niño protagonista- por las cales de un Berlín en ruinas que culmina con su suicidio, caída desdramatizada desde lo alto de un edificio sin paredes4.
Adolfo Vásquez Rocca
No sólo el de Sartre sino todo el humanismo —con independencia del adjetivo que se le asigne— ha tenido como estrategia hacer del hombre la fuente y la meta de todo valor, la defensa de la dignidad y libertad esenciales de cada ser humano y la afirmación del carácter autoemancipatorio de la cultura. Sus notas principales son, en tal sentido, la asunción de nuestra herencia histórica y natural, pero también, y esto lo torna problemático, su superación en miras a una humanidad liberada. Pero ¿liberada de de la historia y de la naturaleza? No parece factible que los hombres se conozcan (naturalmente) y se reconozcan (históricamente) en el mismo movimiento en que se despojan de su esclavitud respecto de las leyes de la naturaleza y de la lógica de la historia. A efectos de situar algunos rasgos de esta disputa es necesario atender a las modalidades fundamentales de la crítica al “humanismo”, particularmente a la de Heidegger.
El argumento central de Heidegger en su crítica al “humanismo” consistía en hacer ver que el hombre no puede imaginarse a sí mismo como el principio, el centro y la meta de todo lo que es. En todo caso, si lo afirma, será sólo una ilusión. Ciertamente: resulta casi imposible representarse lo que es sin hacerlo en y con referencia a un sujeto (individual, o colectivo: “yo”, o “nosotros”, los hombres). Pero sí es posible, de acuerdo con Heidegger, pensar al hombre en su ex-centricidad respecto del ser. Es posible “localizar” a lo humano en un espacio que no por fuerza ha de coincidir con el inicio, el centro y la finalidad del ser. Para ello, es preciso comenzar comprendiendo que el lenguaje no es un instrumento puesto allí para que, merced a sus poderes, el mundo se postre a nuestros pies. El lenguaje no sólo es un instrumento que el hombre podría usar a voluntad. Cuando Heidegger propone las metáforas del lenguaje como la “casa del ser” y al ser humano como el “pastor del ser”, está aludiendo a ese carácter no instrumental, a la naturaleza ambigua y radicalmente problemática de la lengua — y de su relación con el mundo. Pero veamos un poco más de cerca esta operación. En un ensayo recogido en Caminos de bosque, Heidegger se empeña en mostrar que lo fatídico, para el hombre, no reside en quedar subordinado a los productos de su voluntad —como heraldo funesto, la bomba atómica—, sino en el carácter presuntamente incondicionado de su querer mismo: “lo que amenaza al hombre en su esencia”, observa el filósofo, “es esa opinión de la voluntad que piensa que por medio de una liberación, transformación, acumulación y dirección pacíficas de las energías naturales, el hombre puede hacer que la condición humana sea soportable para todos y, en general, dichosa”54. Una dicha que se reduce, dice Heidegger, a la locura imperturbable de aquel que por querer autoconservarse se impone a todo, a cualquier costa. La mayor amenaza consiste, por consiguiente, en creerse —y quererse— a salvo, en imaginar que la autoimposición (técnica) es la supresión (así fuere tendencial) de todo peligro — y de todo desorden. El homo faber y el homo religiosus se dan la mano en esta común exigencia de aseguramiento y salvación. Mas lo que por otra parte distingue al hombre del resto de los seres vivientes no es sólo su saber-hacer, su técnica y su razón, sino la posibilidad de arriesgar la propia vida, de arriesgarla “al menos un soplo más…”, según enseñan los poetas6. Al fondo de lo humano no llega ni la teología ni la ciencia, porque lo humano es exactamente la ausencia de fondo, el abismo (ontológico), y a él no se llega con otra cosa que con valentía: con el valor, el atrevimiento de la palabra poética: a saber, con la plena asunción del riesgo que comporta el “ser” hombres. El humano no reposa en un fundamento inconcuso, sino en una abertura que nunca cicatriza. Sólo por la palabra poética puede asomarse a su propio abismo. En este sentido, lo “humano” no es cuestión de querer más, sino de querer de otra forma, de abrirse a lo abierto de otro querer. Solamente de ese modo podrían los mortales encontrarse “a salvo”: des-preocupados de su necesidad de permanecer —en todo momento— a salvo: “Sólo estaremos libres de cuidado”, advierte Heidegger, “si no instalamos nuestro ser exclusivamente en el ámbito de la producción y el encargo, de lo útil y lo susceptible de protección. Sólo estamos seguros donde no contamos ni con la desprotección ni con una protección edificada sobre el querer”. Volver a lo abierto: ello exige renunciar a “leer negativamente” aquello que es: “Pero”, interroga el filósofo, “¿qué es más ente, es decir, pensado modernamente, qué es más cierto que la muerte?”7. Tratándose de mortales, solamente lo abierto proporciona abrigo. Nuestra morada es la intemperie. Sólo en ella —en su “afuera”— se desprende la esencia (invisible) de los humanos: “… nuestra tarea”, proclamaba Rilke, “es imprimir en nuestra alma esta tierra provisional y perecedera de modo tan doloroso y apasionado que su esencia vuelva a surgir en nosotros ‘invisible’. Nosotros somos las abejas de lo invisible. Libamos incesantemente la miel de lo visible, para acumularlo en la gran colmena de oro de lo Invisible”8 .
Adolfo Vásquez Rocca
Porque, si se trata de alcanzar la vecindad del ser, el hombre tiene que aprender a existir —poéticamente— en lo innominado. En otros términos, Heidegger establece la imposibilidad de comprender al “hombre” a partir de sí mismo, o al menos a partir de aquello que la tradición ha establecido como su esencia: es preciso por consiguiente abandonar la metafísica del animal rationalis. “No puede el hombre”, advierte un comentarista, “dominar la ‘crisis’ mediante la razón. El hombre es arrastrado por la ‘crisis’, cercado por las potencias que le acosan. La razón que él cree ‘tener’ no puede servirle para transformar el mundo en ‘tierra’, puesto que es esta razón precisamente la que le ha forjado el mundo tal como es actualmente, extendido y representado ante él como un campo de energías ‘explotables’, entregado a una dominación sin objetivo”. En las primeras páginas de la Carta sobre el humanismo, Heidegger puntualiza: “Todo humanismo o se funda en una metafísica o se hace a sí mismo fundamento de una metafísica. Toda determinación de la esencia del hombre que presupone la interpretación del ente sin la pregunta por la verdad del ser, sea con saber, sea sin saber, es metafísica. Por eso es lo propio de la metafísica, y por cierto con respecto al modo como se determina la esencia del hombre, se muestra que es ‘humanista’”9.
La sentencia de Heidegger parece inapelable. Todo humanismo es metafísico. Metafísica es, en semejante perspectiva, la imposibilidad de pensar la diferencia entre el ser y los entes, la confusión entre la presencia y el ser. El humanismo es metafísico, en particular, porque obstaculiza la emergencia de un preguntar más originario y radical: un preguntar des-centrado con respecto del hombre mismo. Tan sólo en el interior de ese pensar ex-céntrico podría pensarse la peculiaridad humana, su pertenencia a la verdad del ser — e incluso la pertinencia de una interrogación y de un conocimiento semejantes. El camino avistado por Heidegger enseña que aquello que el hombre tenga de esencial es consecuencia de una solicitación que no reposa en sí mismo — que no procede de él. Lo esencial del ser humano no está “en” él, sino, al contrario, en su estar fuera de sí. La esencia le es suscitada por el ser. Aquí no se trata ya de proceder aristotélicamente. El hombre no es un animal que además sea racional, que se encuentre además dotado de alma, de espíritu, de existencia: de “religión”. La esencia no se descubre por agregación de atributos. No es, en breve, un animal que además hable. Ciertamente: razona, habla, existe, cree. Pero el hecho de que hable tiene que pensarse bajo una luz que en absoluto es la luz del quirófano metafísico. Y lo mismo ha de decirse con respecto de la ratio y la existencia. Porque no es cuestión de una mera inversión de términos. La metafísica (tradicional) tiende un lazo de subordinación que la metafísica (humanista, existencialista, sartreana) se esfuerza en invertir: la existencia, según ella, precede a la esencia. “Pero el revés de una frase metafísica sigue siendo una frase metafísica”. El humanismo es correlativo al olvido de la “verdad del ser” — y es ésta, y no la “esencia” del hombre lo que se da, lo que se ofrece, lo que despierta al pensar. Aquél no puede pensar el origen de esa diferenciación entre esencia y existencia. Que el hombre sea racional, que sea una “persona”, que tenga alma y cuerpo, que sea un “animal social”, son atribuciones que sin ser falsas descuidan la “peculiar dignidad” del (ser) humano. Pues el hombre no es el señor del ente. Más bien, diría el pensador, es el huérfano del ser. No decide (no está en su mano) si él mismo aparece, si los dioses, la naturaleza, la historia, se presentan o se ausentan.
1SARTRE, J. P.. El existencialismo es un humanismo.
2Ibid
3SAFRANSKI, Rüdiger, Un maestro de Alemania, p. 413.
4VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo.
5Martin Heidegger, “¿Y para qué poetas?”, en Caminos de bosque, Alianza, Madrid, 1996, p. 265. Para este parágrafo, remito a La fuga de lo inmediato. La idea de lo sagrado en el fin de la modernidad, Editorial ‘Ilu, Madrid, 1999, cap. V, sección I.
6Rainer Maria Rilke, según los versos inéditos examinados por Heidegger, Caminos de bosque, o. c., p. 267
7 Ib., p. 269 y 273
8 Rilke, carta del 13/11/25, cit. en Ib., p. 279
9 HEIDEGGER, Martin, Carta sobre el humanismo, Taurus, Madrid,
Ver:
OBSERVACIONES FILOSOFICAS – Revista de Filosofía
Filosofía Contemporánea
Heidegger “el último cerebro de la era agraria”; Una aproximación desde Sloterdijk
FILOSOFIA FRANCESA CONTEMPORANEA; POST-ESTRUCTURALISMO Y POSTPOLÍTICA Adolfo Vásquez Rocca [compilador]
Adolfo Vásquez Rocca
adolfovrocca@gmail.com
PETER SLOTERDIJK ‘EL PALACIO DE CRISTAL’; Introducción Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Peter Sloterdijk por Adolfo Vásquez Rocca
EL PALACIO DE CRISTAL; Peter Sloterdijk
EL PALACIO DE CRISTAL
Peter Sloterdijk
Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona 2004 Conferencia pronunciada en el marco del debate “Traumas urbanos. La ciudad y los desastres”. CCCB.
Peter Sloterdijk – Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Seminario Sloterdijk; La Estética Contemporánea
Prof. Dr. Adolfo Vásquez Rocca
POSTGRADO
INSTITUTO DE FILOSOFÍA
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO
Si hubiera que ampliar las investigaciones de Benjamin al siglo XX y principios del XXI, sería necesario –a parte de algunas correcciones en el método– tomar como punto de partida los modelos arquitectónicos del presente: centros comerciales, recintos feriales, estadios, espacios lúdicos cubiertos, estaciones orbitales y gated communities; los nuevos trabajos tendrían títulos como Los palacios de cristal, Los invernaderos, y, si los lleváramos a sus últimas consecuencias, quizá también Las estaciones orbitales 3. Sin duda alguna, los pasajes encarnaron una sugestiva idea del espacio en los principios del consumismo. Consumaron la fusión, que tanto había inspirado a Benjamin, entre salón y universo en un espacio interior de carácter público; eran un «templo del capital mercantil», «voluptuosa calle del comercio» 4, proyección de los bazares de Oriente en el mundo burgués y símbolo de la metamorfosis de todas las cosas bajo la luz de su venalidad, escenario de una féerie que embruja a los clientes hasta el final de la visita. Sin embargo, el Palacio de Cristal, el de Londres, que primero albergó las Exposiciones Universales y luego un centro lúdico consagrado a la «educación del pueblo», y aún más, el que aparece en el texto de Dostoievsky y que hacía de toda la sociedad un «objeto de exposición» ante sí misma, apuntaba mucho más allá que la arquitectura de los pasajes; Benjamin lo cita a menudo, pero lo considera tan sólo como la versión ampliada de un pasaje. Aquí, su admirable capacidad fisonómica lo abandonó. Porque, aun cuando el pasaje contribuyera a glorificar y hacer confortable el capitalismo 5, el Palacio de Cristal –la estructura arquitectónica más imponente del siglo XIX– apunta ya a un capitalismo integral, en el que se produce nada menos que la total absorción del mundo exterior en un interior planificado en su integridad.
Si se acepta la metáfora del «palacio de cristal» como emblema de las ambiciones últimas de la Modernidad, se reconoce sin esfuerzo alguno la simetría entre el programa capitalista y el socialista: el socialismo no fue otra cosa que la segunda puesta en práctica del proyecto de construcción del palacio. Después de su liquidación, se ha hecho evidente que socialismo y comunismo fueron estadios en el camino hacia el capitalismo. Ahora se puede decir abiertamente que el capitalismo es algo más que un modo de producción; apunta más lejos, como se expresa con la figura de pensamiento «mercado mundial». Implica el proyecto de transportar todo el contexto vital de los seres humanos que se hallan en su radio de acción a la inmanencia del poder de compra.
El mundo denso y la desinhibición secundaria: el terrorismo
El rasgo distintivo de la globalidad establecida es la situación de proximidad forzosa con todo tipo de elementos. Creemos que lo más adecuado es designarla con el término topológico «densidad». Este término designa el grado de presión para la coexistencia entre un número indefinidamente grande de partículas y centros de acción. Mediante el concepto de densidad, se puede superar el romanticismo de la cercanía con el que los moralistas modernos han querido explicar la abertura del sujeto hacia el Otro 6.
La elevada densidad implica una probabilidad cada vez más elevada de encuentros entre los agentes, ya sea bajo la forma de transacciones, o en la de colisiones o casi colisiones. Allí donde reinan las condiciones de densidad, la falta de comunicación entre los agentes no es plausible, en la misma medida en que tampoco lo son los dictados unilaterales. La elevada densidad garantiza la resistencia permanente del entorno contra la expansión unilateral, una resistencia que desde el punto de vista cognitivo se puede calificar como entorno estimulante para los procesos de aprendizaje, puesto que los actores suficientemente fuertes en medios densos se hacen unos a otros inteligentes, cooperativos y amistosos (y, como es natural, también se trivializan entre sí). Esto es así porque se interponen efectivamente el uno en el camino del otro, y han aprendido a equilibrar intereses opuestos. Al cooperar tan sólo con las miras puestas en el reparto de beneficios, dan por supuesto que las reglas de juego de la reciprocidad también son evidentes para los demás.
Peter Sloterdijk por Adolfo Vásquez Rocca
A causa de la densidad, la inhibición se transforma en nuestra segunda naturaleza. Allí donde se manifiesta, la agresión unilateral adopta la apariencia de una utopía que ya no se corresponde con ninguna praxis. La libertad para actuar obra entonces como un motivo de cuento de hadas procedente de la época en que la agresión aún prestaba algún servicio. Toda expansión unilateral demuestra que todavía existen condiciones previas a la densidad. La densidad conlleva lo siguiente: la fase en que la praxis unilateral desinhibida tenía éxito ha llegado, en lo esencial, a su término, sin que podamos descartar alguna que otra secuela violenta. Los actores han sido expulsados del jardín de Edén en el que se prometía la salvación a los unilaterales.
El concepto de telecomunicaciones tiene una gran seriedad ontológica, en tanto que designa la forma procesual de la densificación. Las telecomunicaciones producen una forma de mundo cuya actualización requiere diez millones de e-mail por minuto y transacciones en dinero electrónico por un monto de un billón de dólares diarios. Este término no se comprenderá bien en tanto que no exprese de manera más explícita la creación de un sistema mundial de reciprocidad basado en la cooperación, esto es, en la inhibición mutua, en el que se incluyen las transacciones a distancia, las obligaciones a distancia, los conflictos a distancia y la ayuda a distancia. Tan sólo este concepto fuerte de las telecomunicaciones como forma capitalista de la actio in distans es el adecuado para describir el tono y el modo de existencia en el palacio de cristal ampliado. Gracias a las telecomunicaciones, se ha realizado por medios técnicos el viejo sueño de los moralistas de un mundo en el que la inhibición se imponga a la desinhibición.
Por consiguiente, la esperanza –y que Ernst Bloch me perdone– no es un principio, sino un resultado. La esperanza que podemos abrigar en algunos casos, en el marco de la teoría de procesos, es doble: en primer lugar, el hecho de que los seres humanos tienen ocasionalmente nuevas ideas que al aplicarse producen alteraciones en las condiciones de vida, tanto en un microentorno como a gran escala. De vez en cuando, se encuentran entre ellas grandes ideas con un nivel reducido de efectos secundarios. En segundo lugar, por la constatación del hecho que, del torrente de ideas que querrían hacerse realidad, dadas unas condiciones de densidad suficiente, se filtra un poso de ocurrencias factibles que ofrecen algo mejor, si no a todo el mundo, sí, por lo menos, a muchas personas. La racionalidad del espacio denso produce el mismo efecto que una secuencia de cedazos encargados de la eliminación de ofensivas unilaterales y de innovaciones que puedan causar daños inmediatos (semejantes, como si dijéramos, a los delitos que pueden cometerse en una única ocasión, o en breves series). Su manera de actuar puede llamarse comunicativa, si se quiere, pero tan sólo en la medida en que se pueda llamar comunicación a la sustracción recíproca de espacios de acción. El fantasma que aparece ante unos ojos miopes como competencia comunicativa se transforma, tras la disolución de las brumas, en mera capacidad de inhibición recíproca. El tan pregonado consenso de los sensatos es una cáscara que recubre el poder de inhibirse recíprocamente de toda acción unilateral. También el fenómeno, excesivamente valorado desde un punto de vista moral, del reconocimiento corresponde en lo esencial a la capacidad de hacerse respetar como obstáculo efectivo o potencial frente a una iniciativa ajena. Jürgen Habermas tiene el mérito de haber reconocido que la «inclusión del otro» es un procedimiento para la ampliación del ámbito de aplicación de los mecanismos de inhibición recíproca, aun cuando haya incurrido en una sobrevaloración idealista de dicho procedimiento y en una errónea interpretación dialógica; la «inclusión del otro» es, muy al contrario, un indicio de la tendencia postmoderna a eliminar la acción. De hecho, el establecimiento de inhibiciones recíprocas es digno de alabanza por ser el mecanismo civilizatorio más eficaz, si bien habría que tener en cuenta que justo con los aspectos indeseables e intolerables de la praxis unilateral desinhibida también se elimina a menudo lo que ésta tiene de bueno.
Ernst Bloch
Sobre este telón de fondo, la globalización de la criminalidad se nos revela instructiva por lo que respecta a la situación posthistórica. Nos muestra cómo y dónde la desinhibición activa se impone una y otra vez a las instancias inhibidoras en ámbitos locales. La criminalidad organizada reposa sobre el perfeccionamiento profesionalizado de la desinhibición, que avanza, por así decir, con pasos silenciosos por las fisuras abiertas en el abrumador entorno circundante; en cambio, la criminalidad espontánea sólo da fe de la momentánea pérdida de control sobre sí mismo por parte de individuos confusos que la jerga de los juristas se obstina en llamar autores del crimen. La criminalidad profesional constituye, fundamentalmente, un sentido para hallar las fisuras (en el mercado y en la ley), junto con una energía que no conoce el desaliento. Gracias a ella, se siguen cumpliendo las condiciones necesarias para poder hablar de autoría de los hechos en un sentido satisfactorio desde el punto de vista filosófico. Los criminales organizados de manera eficaz no son víctimas de su propio nerviosismo, sino los testimonios principales de la libertad de acción en abierto desafío del sistema universal de inhibiciones.
Este diagnóstico tiene una especial validez para lo que últimamente se ha dado en llamar «terrorismo global», del que aún no se ha dado ninguna explicación satisfactoria pese a los brillantes análisis parciales que se han ido realizando. La vía más inmediata para hacer justicia en el plano teórico a sus potentes manifestaciones, y en especial al acto inconcebiblemente simple del 11 de septiembre de 2001, consiste en interpretarlo como un indicio de que el motivo de la desinhibición cayó en manos de perdedores activos, procedentes del bando antioccidental en el contexto posthistórico. Esto no demuestra que el mal llegara hasta Manhattan, sino que una nueva ola de perdedores de la «historia» descubrió para sí los placeres de la unilateralidad; por desgracia, los descubrió después de que terminara el tiempo de juego y en abierta transgresión de las normas de contención posthistóricas. No imitan, como anteriores movimientos surgidos de los perdedores, ningún modelo de «revolución»; imitan directamente el impulso originario de las expansiones europeas: la superación de la inercia mediante el ataque, la asimetría euforizante garantizada por la agresión pura, la superioridad indiscutible del que llega primero a un lugar y planta su estandarte antes de que lo hagan los demás. La clara primacía de la violencia agresora hiere de nuevo al mundo, pero esta vez desde el otro lado, desde el lado no occidental. Pero como también es demasiado tarde para que los terroristas islámicos pretendan recuperar terreno en el mundo de las cosas y los territorios, ocupan zonas aún más amplias en el espacio abierto de las noticias del mundo. En él erigen su blasón de fuego, del mismo modo que los portugueses, antaño, erigieron su blasón de piedra allí donde desembarcaban.
Las circunstancias favorecen a los terroristas: éstos han comprendido, mejor que otros colectivos de productores, que los amos del cable no son capaces de generar todos los contenidos en el estudio y que siguen dependiendo de los acontecimientos exteriores. Y han aprendido de la experiencia: ellos mismos pueden brindarles tales acontecimientos, puesto que, como content providers, se han hecho casi con el monopolio del sector de la violencia real. Además, pueden estar seguros: ante los actos de invasión, el infoespacio del gran sistema no ofrece más resistencia de la que ofreció un África amorfa en el siglo XIX frente a los más brutales ataques de los europeos. Con siniestro regocijo, advierten el motivo: los invasores pueden ocupar, sin esfuerzo alguno, el sistema nervioso de los moradores del palacio de cristal, porque éstos, condicionados por el tedio que reina en el palacio, aguardan noticias del exterior; los programas generados por la paranoia, faltos de trabajo, se afanan por reconocer -con paranoia- cualquier indicio de la existencia de un enemigo. La suma de estos análisis casi teóricos brinda una praxis coherente a los terroristas: al preparar sus explosiones televisadas, sacan partido, con aguda intuición, de la constitución hipercomunicativa del espacio social de Occidente; por medio de invasiones mínimas, ejercen un influjo sobre la totalidad del sistema, en tanto que lo vulneran y lastiman en sus centros neuralgicos. Pueden estar seguros de que la única medida antiterrorista que alcanzaría el éxito, el silencio absoluto de los medios de comunicación a propósito de los atentados, se frustrará siempre a causa de la fidelidad de aquéllos a su deber de informar. Por ello, «nuestros» conductos de excitación transmiten de manera casi automática el estímulo terrorista local a los consumidores de terror, los ciudadanos mayores de edad del palacio de cristal, de manera muy parecida a como los conductos de mi sistema nervioso transmiten el dolor de la quemadura desde las yemas de los dedos hasta el registro general en el cerebro. Nuestro propio deber de informar garantiza al terrorismo un puesto duradero como arte de hacer hablar de sí mismo. Por ello, los dirigentes del terror, al igual que todos los conquistadores que los precedieron, pueden equiparar el éxito con la verdad. El resultado, absurdo o no, se pone de manifiesto en el hecho de que aparezcan en los medios con una regularidad casi comparable a la de la meteorología y los secretos de las mujeres. Aun cuando se trate de un fantasma que en raras ocasiones se materializa, goza de una consideración ontológica que habitualmente se otorga tan sólo a los existentes. En comparación con ello, el hecho de que los autores de atentados graves reciban la consideración de héroes en extensas zonas del mundo no controladas por Occidente constituye tan sólo un aspecto secundario de su triunfo.
Peter Sloterdijk por Adolfo Vásquez Rocca
Así, el terrorismo ha conseguido ser objeto de «atención» como estrategia de expansión unilateral en el continente posthistórico. Penetra fácilmente en el cerebro de las «masas» y se asegura un espacio significativo en el mercado mundial de las emociones temáticas. Por ello, y tal como nos mostró Boris Groys mediante análisis realizados con suficiente sangre fría, el terrorismo está estrechamente emparentado con las artes mediáticas postmodernas, y quizá no haga otra cosa que extraer las consecuencias más extremas de las tradiciones del arte transgresor de raíz romántica. Desde épocas tempranas, éste trató de forzar el significado mediante agresivas expansiones de los procedimientos artísticos. Con el desarrollo de tales técnicas a lo largo del siglo XX, se hizo perceptible que la transgresión no es un indicador de la grandeza metafísica ni artística de una obra, sino un recurso publicitario tan sencillo como efectivo. El famoso arranque de celos de Stockhausen frente a los autores del drama de Nueva York nos dice más acerca de la verdad de aquel día que toda la industria literaria dedicada al 11 de septiembre 8.
A la vista de todo ello, se comprende por qué el neoliberalismo y el terrorismo son como el recto y el verso de una misma hoja. Sobre ambas caras se lee un texto articulado con suma claridad:
«Para los audaces, la historia no ha terminado. La unilateralidad es rentable para los que confían en la agresión. Los elegidos aún pueden contemplar el mundo como una hacienda sin dueño, los testigos de la Pura Agresión aún tienen el botín en la punta de la espada. La libertad para atacar es la esencia de la verdad.»
Forzoso es reconocer que todo esto son cantos de sirena, y que no existen suficientes mástiles para amarrar a quienes los escuchan. Esta música de la acción desinhibida es grata a los individuos vigorosos que desean emplear su exceso de fuerza, sea en la empresa o en la venganza.
La obra de teatro que la coalición de los bienpensantes llama «agresión del fundamentalismo» se representa tan sólo en la superficie del escenario mundial; lo que causa verdadera inquietud es el fundamentalismo de la agresión. Aun cuando parezca pertenecer a una época ya pasada, sus restos se mantienen con virulencia en el mundo postunilateral. Lo que impulsa a los resueltos agresores, trátese de terroristas, especuladores, delincuentes o empresarios, es el anhelo de transformarse en un chorro de pura iniciativa en un contexto mundial que emplea todas sus fuerzas para frenar las iniciativas. El fundamentalismo islámico, que en la actualidad se percibe como un paradigma de agresividad sin sentido, tiene interés tan sólo en tanto que componenda mental circunscrita a ámbitos locales, que hace posible el tránsito, siempre precario, desde la teoría (o el resentimiento) a la práctica por parte de un determinado grupo de candidatos (véase más arriba notas 1 y 2). Podríamos recordar que, desde siempre, la función cognitiva del «fundamento» no es otra que la de garantizar la desinhibición del agente que lo transforma en hechos. (Por ello, los que hoy ejercen como antifundamentalistas en el ámbito de la teoría niegan en redondo a sus clientes el derecho a esperar de ellos instrucciones de cualquier tipo para la acción, lo cual es, naturalmente, una medida de autoprotección –para los teóricos, se entiende–, quienes, tras la sobreabundancia de autorías y responsabilidades del siglo XX, han comprendido con qué facilidad los autores de tesis generales incurren en situaciones de complicidad).
Con todo, nos preguntamos en retrospectiva por qué se ha tardado tanto en desvelar el significado práctico de la alegación de motivos: el «motivo» real por el que se tienen motivos es el deseo de hallar una motivación que el hombre que actúa pueda adoptar como «guía». Desde Descartes se sabe qué es lo que el hombre que actúa, si es exigente, requerirá de sus motivos desinhibidores: todo el que quiera sacudir el entorno con sus actos en tiempos de incertidumbre generalizada apenas si puede quedar satisfecho con algo que no alcance el rango de inconcussum. La pared que tiene que atravesar todo aquel que aspire a poner en práctica lo improbable sólo se puede perforar con un potente medio de desinhibición. Y, dado que el mundo actual, desde el punto de vista de los humillados y los codiciosos de honores, está formado casi en exclusiva por paredes que disuaden de la acción, el hombre que actúa en estos últimos tiempos necesita las máquinas de derribo más potentes. Como observó Niklas Luhmann, el radicalismo es para los modernos el único medio de probada eficacia para representar lo no plausible como lo único plausible. Y, como ya se ha visto, en la práctica es posible perforar algún que otro muro. Por consiguiente, lo que es notable en los ataques terroristas actuales contra los grandes sistemas es sólo el hecho de que demuestren la existencia de un radicalismo posthistórico, algo comparable al descubrimiento de una especie de cisnes negros. Aún tendrán que sucederse muchas decepciones hasta que los neoliberales y los terroristas islámicos –unos y otros, mártires de la posthistoria– comprendan que los placeres de la vida activa asimétrica pertenecen ontológicamente al ancien régime. Habrá que esperar a ver si entonces estos cisnes también se vuelven blancos.
Ambos tipos de actuantes son intempestivos en todos los sentidos del término. Los unos quieren navegar como los marinos sedientos de riqueza a partir de 1492, y los otros sueñan con lanzarse al galope cual tribus del desierto inflamadas por el monoteísmo en el siglo VII. Sin embargo, unos y otros tienen que pactar con la época en la que viven y fingen percibir las redes modernas como su gran oportunidad, y no como quintaesencia de las circunstancias que los frenan. Con sus obsoletas filosofías de la acción, unos y otros nos brindan, a principios del siglo XXI, sendas formas de romanticismo de la agresión. Este romanticismo confunde las fisuras con un espacio libre. Mediante la realización de misiones, proyectos y otros gestos, sus actores querrían rescatar la fuerza de la asimetría de su carácter de golpe adelantado y autosatisfactorio, en una época que se encuentra ya bajo el primado de la amabilidad, la inhibición, la acción recíproca, la cooperación, tanto en Oriente como en Occidente. Sólo se escapan algunas fisuras que son angostas desde el punto de vista del sistema, aunque numerosas.
Por consiguiente, desde el punto de vista de la teoría de la acción, la «existencia histórica» puede definirse como participación en un espacio de acción donde el empleo de un excedente de energías interiores y la realización de la historia mundial en ocasiones confluían. Un autista presuntuoso como Colón demostró lo que puede conseguir un verdadero héroe de la historia; igual que incontables imitadores, se abrió paso desde la neurosis hasta lo universal. Sin embargo, una vez concluida la «historia», sólo intentan hacer «historia» aquellos que no comprenden que ésta ha terminado. Así, aparecen autismos sin salida en el escenario mundial; pero éstos producen un fuerte eco en el murmullo posthistórico de los medios de comunicación. El 11 de septiembre ha sido hasta ahora el indicio más claro de posthistoricidad, aunque fueran muchos quienes, en estado de shock, lo confundieran con un signo de la historia. Marcó una fecha cuya misma superfluidad es siniestra, una fecha que no apunta a nada, salvo al mismo día en que tuvo lugar el hecho. Los criminales de septiembre engendraron una violencia unilateral que no tenía absolutamente nada in petto que pudiera compararse a un proyecto, salvo vagas alusiones a una repetición, alusiones que malos estrategas han interpretado erróneamente como una amenaza. Una verdadera amenaza tendría que adoptar, como todo el mundo sabe, la forma de una «advertencia armada» 9, y el atentado de septiembre no buscaba ninguna consecuencia, fue una mera demostración de la capacidad de llevar a cabo un ataque puntual contra el palacio cristalino; fue una «medida» que se agotó en su misma realización. Tampoco tenía nada de lucha por un buen fin por medios violentos, pero desgraciadamente necesarios, como la había enseñado la metaética revolucionaria desde el siglo XIX. El atentado fue una pura reivindicación de la primacía de la agresión en un tiempo regido por las inhibiciones y el acoplamiento regenerativo.
A la vista del 11 de septiembre, se puede deducir que el contenido de la posthistoria en su aspecto más dramático quedará determinado durante mucho tiempo por las interacciones de los porfiados. Esto no es una constatación como cualquier otra. A la imposibilidad, advertida por Hegel, de aprender algo de la historia, se le añade ahora la imposibilidad de aprender de los episodios de la posthistoria. Solamente los proveedores de tecnología de seguridad pueden extraer alguna conclusión de los incidentes posthistóricos. Todo lo demás se libra al flujo y reflujo de las agitaciones mediáticas, incluidos los afanes de las policías internacionalizadas que emplean la angustia colectiva como legitimación de su propia expansión. Dentro del gran invernáculo, los clientes viven una serie interminable de incidentes sin explicación y de gestos sin referente. Éstos constituyen los grandes temas de actualidad. Pero las noticias y su material, los actos de violencia y dramas reales «sobre el terreno» –como reza la estúpida jerga profesional en referencia a los lugares donde se producen los accidentes y acontecimientos– no son más que hierbajos que crecen en la superficie de la regularidad operativa en el espacio denso.
Las provocaciones de los terroristas no constituyen en ningún caso un motivo objetivamente satisfactorio para un retorno de la cultura política de Occidente al «momento hobbesiano»: la cuestión de si el Estado moderno tiene capacidad para proteger con eficacia la vida de sus ciudadanos halla en el balance de los hechos una respuesta claramente afirmativa, de tal manera que sería necio planteársela de nuevo con seriedad. Hace tiempo ya que la «sociedad» adquirió la competencia necesaria para la absorción psíquica del terror, y la inquietud provocada por el terrorismo llega a la «sociedad» tan sólo a través de los medios de comunicación y no a través de movilizaciones ordenadas por el Estado; el Estado de hoy en día es, igual que todos los demás, un consumidor de actos terroristas, y el hecho de que se le exija competencia en la lucha contra el terror no cambia para nada el hecho de que ni se ve directamente atacado por éste ni tampoco puede reaccionar de manera directa. De todos modos, la legitimación del Estado dejó de basarse hace algún tiempo en sus funciones hobbesianas, y se fundamenta en sus prestaciones como redistribuidor de los medios de vida y el acceso al confort; demuestra su utilidad como imaginario terapeuta colectivo, así como garante de comodidades tanto materiales como imaginarias, dirigidas a una mayoría 10.
El Palacio de Cristal Peter Sloterdijk por Adolfo Vásquez Rocca
Por ello, las reacciones no liberales contra el terror son siempre inadecuadas, puesto que infravaloran la tremenda superioridad del atacado sobre el atacante; magnifican el fantasma insustancial de Al Qaeda, ese conglomerado de odio, desempleo y citas del Corán, hasta convertirlo en un totalitarismo con rasgos propios, y algunos, incluso, creen ver en él un «fascismo islámico» que, no se sabe con qué medios imaginarios, amenaza a la totalidad del mundo libre. Dejaremos abierta la pregunta por los motivos que han conducido a aquella infravaloración y a esta magnificación. Sólo esto es seguro: los realistas se hallan de nuevo en su elemento; por fin pueden ponerse, una vez más, al frente de los irresolutos, con los ojos clavados en el fantasma del enemigo fuerte, medida antigua y nueva de lo real. Con el pretexto de la seguridad, los voceros de la nueva militancia dan rienda suelta a tendencias autoritarias cuyo origen hay que buscar en otro sitio; la angustia colectiva, cuidadosamente mantenida, hace que la gran mayoría de los mimados consumidores de seguridad de Occidente se sume a la comedia de lo inevitable. ¿A dónde nos puede llevar todo ello? Los pasajeros que, desde el 11 de septiembre, en los aeropuertos europeos, tienen que sacrificar las tijeras para uñas a fin de reducir los riesgos del vuelo han experimentado en sus propias carnes un anticipo.
Notas
1 Más detalles al respecto en: SLOTERDIJK, Peter, Sphären III: Schäume, Suhrkamp, Frankfurt 2004. Los ecos literarios de la estancia de Dostoievsky en Londres se encuentran en su suplemento literario de viajes «Anotaciones de invierno sobre impresiones de verano», 1863, un texto en el que el autor se burla, entre otras cosas, de los «sargentos primeros de la civilización» de Occidente, de los «progresistas de invernadero», y expresa su angustia acerca del triunfalismo baálico del palacio de la Exposición Universal. Dostoievsky reconoce ya en la burguesía francesa la equiparación europea occidental y posthistórica entre seres humanos y poder adquisitivo: «La posesión de dinero [es] la más elevada virtud y deber del ser humano».
2 Para una interpretación de la teoría heideggeriana del tedio en el contexto del desarrollo de la ironía y la ausencia de tensión modernas, cfr. Sphären III: Schäume, op. cit.
3 Cfr. «Absolute Inseln» en: Sphären III: Schäume, op. cit., cap. 1, sección A, pp. 317-337.
4 BENJAMIN, Walter, Gesammelte Schriften, Suhrkamp, Frankfurt 1989, vol. 1, pp. 86 y 93.
5 Acerca del motivo del «capitalismo confortable», cfr. CLAESSENS, Dieter y CLAESSENS, Karin, Kapitalismus als Kultur: Entstehung und Grundlagen der bürgerlichen Gesellschaft, Suhrkamp, Frankfurt 1979.
6 Cfr. LEVINAS, Emmanuel, «La proximité», Autrement qu’être ou au delà de l’essence, Le Livre de Poche, París 2004 (1978), pp. 129-155.
7 Paul Berman se sirve de la comparación con las «picaduras de mosquito»; por desgracia, el autor se rasca con tanta energía, que le sale una sobreinterpretación del terrorismo islamista como nuevo totalitarismo: cfr. BERMAN, Paul, Terror und Liberalismus, Europäische Verlagsanstalt, Hamburgo 2004, p. 32; sin preocuparse por lo poco afortunado de sus imágenes, añade que las picaduras de mosquito son «parte de una guerra»; una vez más se emplea la lucha contra los insectos como modelo de la gran política.
8 Cfr. LENTRICCHIA, Frank; MCAULIFFE, Jody, Crimes of Art and Terror, University of Chicago Press, Chicago y Londres 2003, pp. 6-17.
9 LUTTWAK, Edward N., «Armed Suasion», Strategy. The Logic of War and Peace, The Belknap Press of Harvard University Press, Cambridge (MA) y Londres 1987, cap. 13.
10 Cfr. «Das Empire – oder: Das Komforttreibhaus; die nach oben offene Skala der Verwöhnung», Sphären III: Schäume, Plurale Sphärologie, op. cit., cap. 3, sección 9, pp. 801 y ss.
Instituto de Filosofía Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso;
Seminario Sloterdijk
Ver:
VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo
Artículo «Peter Sloterdijk; Espumas, mundo poliesférico y ciencia ampliada de invernaderos» En KONVERGENCIAS, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Nº 16 – 2007, Capital Federal, Argentina, pp. 217-228
Artículo «Peter Sloterdijk: Temblores de aire, atmoterrorismo y crepúsculo de la inmunidad» En NÓMADAS, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas ISSN 1578-6730 – Universidad Complutense de Madrid, | Nº 17 | Enero-Junio 2008 -1º | En Prensa
http://www.ucm.es/info/nomadas/17/avrocca_sloterdijk3.pdf
SLOTERDIJK Y NIETZSCHE; POSTHUMANISMO, ANTROPOTÉCNICA Y EL DISCURSO DEL POSTHUMANISMO
PETER SLOTERDIJK; MIEMBRO DE LA ACADEMIA DE LAS ARTES DE BERLÍN Y DE ‘DAS PHILOSOPHISCHE QUARTETT’ .
SLOTERDIJK; ESFERAS, ESPACIO DENSO Y FLUJOS HIPERCOMUNICATIVOS Dr. Adolfo Vásquez Rocca
MODERNIDAD LÍQUIDA Y FRAGILIDAD HUMANA; DE ZYGMUNT BAUMAN A SLOTERDIJK
HABERMAS; EL DISCURSO FILOSÓFICO DE LA MODERNIDAD Y LA CRÍTICA A FOUCAULT
Peter Sloterdijk por Adolfo Vásquez Rocca
BAUDRILLARD; METÁSTASIS DE LA IMAGEN, SIMULACIÓN, SIMULACROS E HIPERREALIDAD Por Adolfo Vásquez Rocca
Jean Baudrillard; metástasis de la imagen
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso – Universidad Complutense de Madrid
Los escritos de Baudrillard, tributan a una obsesión que ya estaba en sus primeros libros: el signo y sus espejos, el signo y su producción febril en la sociedad de consumo, la virtualidad del mundo y La transparencia del mal. En La economía política del signo estudiaba con un enfoque materialista la mercantilización del signo; en sus libros posteriores (Las estrategias fatales, El crimen perfecto), volverá sobre su argumento con una torsión crítica: de qué forma la mercancía y la sociedad contemporánea están consumida por el signo, por un artefacto que suplanta y devora poco a poco lo real, hasta hacerlo subsidiario. Lo real existe por voluntad del signo, el referente existe porque hay un signo que lo invoca. Vivimos en un universo extrañamente parecido al original -las cosas aparecen replicadas por su propia escenificación -señala Baudrillard.
El sistema del arte, la forma sentimental de la mercancía y la desilusión imaginaria del mundo.
Baudrillard, un escritor fascinado por los rituales de la imagen en las sociedades posmodernas, consideraba que la mayor dificultad al hablar de arte contemporáneo es la resistencia que este mismo ofrece a ser visto1, esto es, a su voluntad de sustraerse al secuestro de la mirada, a un circular sin dejar huella, de resistirse al rito contemplativo de la pintura y a la tradición reificadora del consumo artístico2, a su acosamiento sistemático en su acepción mercantil del cuadro como objeto de transacción y bien atesorable, su obstinación por no ser subsumido bajo el régimen de la visualidad de masas, bajo el melancólico designio de ser la forma sentimental de la mercancía.
La pintura se reniega, se parodia, se vomita a sí misma en deyecciones plastificadas, vitrificadas, congeladas. Los artistas visuales y conceptuales contemporáneos no consienten en que sea el Sistema de las Artes –con sus Instituciones y funcionarios– quien se ocupe de la administración e inmortalización del desecho.
En un mundo dirigido a la indiferencia, el arte no puede más que contribuir a esta indiferencia: girar en torno al vacío de la imagen, del objeto que ya dejó de serlo. Así, el cine de autores como Wenders, Jarmusch, Antonioni, Godard, o Ruiz, explora por medio de sus imágenes la insignificancia del mundo, contribuyendo con ello a su desdramatización, a su provisional puesta entre paréntesis, a su ralentización. Un cine de la incomunicación, sin tensión dramática, contemplativo, que se sustrae a los dogmas de la teoría del conflicto central 3 y al vértigo de los acontecimientos, un cine que se corresponde la imagen del mundo como una gran cámara de vacío y de descompresión.4 Otros autores, como el británico Peter Greenaway, con medios disímiles hacen algo semejante al reemplazar el vacío de la imagen bajo la forma de una maquinación barroca, por medio de una agitación frenética y ecléctica contribuyen de igual forma a la desilusión imaginaria del mundo.
Liberados de lo real, podemos pintar más real que lo real: hiperreal. Precisamente todo comenzó con el hiperrealismo y el pop Art, con el ensalzamiento de la vida cotidiana a la potencia irónica del realismo fotográfico. Hoy, esta escalada incorpora indiferenciadamente todas las formas de arte y todos los estilos, que entran en el campo trans-estético de la simulación.
Adolfo Vásquez Rocca
Simulacros: El juego de las apariencias y la incautación de lo real.
Para Baudrillard la peor de las alienaciones no es ser despojado por el otro, sino estar despojado del otro; es tener que producir al otro en su ausencia y, por lo tanto, enviarlo a uno mismo. Si en la actualidad estamos condenados a nuestra imagen, no es a causa de la alienación, sino de su fin, es decir, de la virtual desaparición del otro, que es una fatalidad mucho peor.
Ver y ser vistos, esa parece ser la consigna en el juego translúcido de la frivolidad. El así llamado momento del espejo, precisamente, es el resultado del desdoblamiento de la mirada, y de la simultánea conciencia de ver y ser visto, ser sujeto de la mirada de otro5, y tratar de anticipar la mirada ajena en el espejo, ajustarse para el encuentro. La mirada, la sensibilidad visual dirigida, se construye desde esta autoconciencia corpórea, y de ella, a la vez, surge el arte, la imagen que intenta traducir esta experiencia sensorial y apelar a la sensibilidad en su receptor.
Filosofía Posmoderna y Estétca – Dr. Adolfo Vásquez Rocca
No existe ya la posibilidad de una mirada, de una mirada de aquello que suscita la mirada, porque, en todos los sentidos del término, aquello otro ha dejado de mirarnos. El mundo ya no nos piensa, Tokio ya no nos quiere6. Si ya no nos mira, nos deja completamente indiferentes. De igual forma el arte se ha vuelto por completo indiferente a sí mismo en cuanto pintura, en cuanto creación, en cuanto ilusión más poderosa que lo real. No cree en su propia ilusión, y cae irremediablemente en el absurdo de la simulación de sí mismo.
Baudrillard intuye la evolución de fin de milenio como una anticipación desesperada y nostálgica de los efectos de desrealización producidos por las tecnologías de comunicación. Anticipa el despliegue progresivo de un mundo en el que toda posibilidad de imaginar ha sido abolida. El feroz dominio integral del imaginario sofoca, absorbe, anula la fuerza de imaginación singular.
Baudrillard localiza precisamente en el exceso expresivo el núcleo esencial de la sobredosis de realidad. Ya no son la ilusión, el sueño, la locura, la droga ni el artificio los depredadores naturales de la realidad. Todos ellos han perdido gran parte de su energía, como si hubieran sido golpeados por una enfermedad incurable y solapada7. Lo que anula y absorbe la ficción no es la verdad, así como tampoco lo que deroga el espectáculo no es la intimidad; aquello que fagocita la realidad no es otra cosa que la simulación, la cual secreta el mundo real como producto suyo.
Diseño Alternativo – Fashion – Adolfo Vásquez Rocca
Baudrillard exhausto de la esperanza del fin certifica que el mundo ha incorporado su propia inconclusibilidad. La eternidad inextinguible del código generativo, la insuperabilidad del dispositivo de la réplica automática, la metáfora viral8. La extinción de la lógica histórica ha dejado el sitio a la logística del simulacro y ésta es, según parece, interminable.
Seducción y pornografía; el mundo sin coartada dramática.
El desafío de la diferencia, que constituye al sujeto especularmente, siempre a partir de un otro que nos seduce o al que seducimos, al que miramos y por el que somos vistos, hace que el solitario voyeurista ocupe el lugar del antiguo seductor apasionado. Somos, en este sentido, ser para otros y no sólo por la teatralidad propia de la vida social, sino porque la mirada del otro nos constituye, en ella y por ella nos reconocemos. La constitución de nuestra identidad tiene lugar desde la alteridad, desde la mirada del otro que me objetiva, que me convierte en espectáculo. Ante él estoy en escena, experimentando las tortuosas exigencias de la teatralidad de la vida social. Lo característico de la frivolidad es la ausencia de esencia, de peso, de centralidad en toda la realidad, y por tanto, la reducción de todo lo real a mera apariencia.
La seducción es un desafío, una estrategia que siempre tiende a desconcertar a alguien respecto a su identidad, al sentido que puede adoptar para el. Las apariencias pertenecen a la esfera de la seducción, mucho más allá de las apariencias físicas y el intercambio entre los sexos. La seducción a la que Baudrillard se refiere es “al dominio simbólico de las formas”9 y no al dominio material a través de la estratagema.
La hipertrofia de la comunicación que, paradojalmente, acaba con toda mirada o, como dirá Baudrillard, con toda imagen10 y, por cierto, con todo reconocimiento. El mundo se disfraza detrás de la profusión y la orgía de las imágenes; ésta es otra forma de ilusión.
Nuestro mundo moderno es publicitario en esencia. Tanto así que se podría decir que ha sido inventado nada más que para hacer publicidad en otro mundo. No hace falta creer que la publicidad haya venido después de la mercancía: hay, en el corazón de la mercancía (y por extensión en el corazón de todo nuestro universo de signos) un genio maligno publicitario, un embustero que ha integrado la bufonería de la mercancía y su puesta en escena. Un escenógrafo genial (quizás El Capital mismo) ha dirigido al mundo hacia una fantasmagoría de la que todos somos por fin víctimas fascinadas11.
La tarea del Occidente moderno ha sido la mercantilización del mundo, entregarlo todo al destino de la mercancía, su puesta en escena cosmopolita, su puesta en imágenes, su organización semiológica.12 Lo que hoy se presencia más allá del materialismo mercantil es una semiurgia de todas las cosas a través de la publicidad, los media y las imágenes. Incluso lo banal se estetiza, se culturaliza, se museifica. Todo se dice, se expone, se expresa, todo adquiere fuerza de extroversión y deviene signo. El sistema funciona menos gracias a la plusvalía de la mercancía que a la plusvalía estética del signo13.
Ha habido pues una orgía de lo real y de su crecimiento. Se han recorrido todos los caminos de la producción y de la superproducción de objetos, de signos, de mensajes, de ideologías y placeres. Hoy todo está liberado y las cosas quieren manifestarse. Los objetos técnicos, industriales, mediáticos, todos los artefactos quieren significar, ser vistos, ser leídos, ser registrados, ser fotografiados de manera obscena.
Adolfo Vásquez Rocca
El espectáculo está relacionado con esta obscenidad. Cuando se está en la obscenidad ya no hay escena, la distancia de la mirada se borra. Como en la pornografía: está claro que allí el cuerpo aparece totalmente realizado.14 Puede que la definición de la obscenidad sea el devenir real, absolutamente real, de algo que, hasta entonces, estaba metaforizado o tenía una dimensión metafórica. La sexualidad -al igual que la seducción- siempre tiene una dimensión metafórica. En la obscenidad, los cuerpos, los órganos sexuales, el acto sexual, son brutalmente no ya “puestos en escena”, sino ofrecidos de forma inmediata a la vista, siendo absorbidos y reabsorbidos al mismo tiempo.
Ahora, lo que vale para los cuerpos, vale para la mediatización de un acontecimiento, para las colisiones de la información. Cuando las cosas devienen demasiado reales, cuando aparecen inmediatamente dadas, cuando nos hallamos en ese colapso que hace que tales cosas se aproximen cada vez más, nos hallamos en la obscenidad. La maldición que pesa sobre nosotros es la hipercercanía, donde todo resulta inmediatamente realizado, tanto nosotros como las cosas. Y este mundo demasiado real es obsceno.
En un mundo así, ya no existe comunicación, sino contaminación viral, todo se contagia de manera inmediata. Es lo que expresa la palabra promiscuidad, todo esta ahí, de inmediato, serializado, sin distancia, si encanto y, peor aún, sin auténtico placer.
Ahí aparecen los dos extremos: la obscenidad y la seducción, como muestra el arte, que es uno de los terrenos de la seducción. A un lado está el arte capaz de inventar una escena diferente de la real, una regla de juego diferente, y al otro el arte realista, que ha caído en una especie de obscenidad al hacerse descriptivo, objetivo o mero reflejo de la descomposición, de la fractalidad del mundo.
Baudrillard, como muestra este análisis, supo desafiar las formas de lo inhumano en el mundo contemporáneo: la abstracción del capital, la ironía de la moda, la ritualidad del terrorismo, la obscenidad de la información, temas que más que suscribir un programa filosófico convocan un imaginario y dan cuenta de un particular estado de ánimo, el de la posmodernidad. De allí que la literatura del futuro esté mucho más cerca de las obras de Baudrillard, que de las novelas de ciencia ficción que actualmente infestan el mercado. Los libros de Baudrillard también pueden ser leídos como indagaciones detectivescas que en cierta forma pueden recordar las ironías de Alphaville de Godard, como una literatura que narra y piensa, que abarca los fenómenos despojados definitivamente de una coartada dramática.
Adolfo Vásquez Rocca
Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de Especialización: Antropología y Estética. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV, del Magíster en Etnopsicología, Escuela de Psicología PUCV, Profesor de Antropología y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la UNAB. Profesor asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Secretario de Ejecutivo de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía de la PUCV http://www.philosophica.ucv.cl/editorial.htm, Editor Asociado de Psikeba —Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires— http://www.psikeba.com.ar/, miembro del Consejo Editorial de Escaner Cultural —Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias— http://www.escaner.cl/ y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo.
1BAUDRILLARD, Jean, Illusion, désillusion esthétique. Sens & Tonka. París, 1997, p. 46
2VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “La crisis de las Vanguardias artísticas y el debate Modernidad-Postmodernidad”, En Arte, Individuo y Sociedad. Revista Científica de la Facultad de Bellas Artes, Universidad Complutense de Madrid – Año 2005 – vol. 17. ISSN 1131-5598 pp.133 – 154 http://www.ucm.es/BUCM/revistas/bba/11315598/articulos/ARIS0505110135A.PDF
3 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Raúl Ruiz; L’enfant terrible de la vanguardia parisina”, en Revista Almiar Margen Cero (Madrid; España) / Nº 28 / junio-julio, 2006. http://www.margencero.com/articulos/articulos2/raul_ruiz.htm
4 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, «Baudrillard; Cultura, simulacro y régimen de mortandad en el Sistema de los objetos», En Eikasia, Revista de Filosofía, ISSN 1885-5679 – Oviedo, España, año II – número 9 – marzo 2007 http://www.revistadefilosofia.com/94.pdf
5BAUDRILLARD, Jean, El otro por sí mismo, Anagrama, Barcelona, 1994
6LORIGA, Ray, Tokio ya no nos quiere, Plaza & Janes. Colección Ave Fénix. Barcelona, 1999.
7BAUDRILLARD, Jean, Cultura y simulacro, Ed. Kairós, Barcelona, 1993
8VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “La Metáfora Viral en William Burroughs; Postmodernidad, compulsión y Literatura conspirativa”, En Qì Revista de pensamiento cultura y creación, Año VII – Nº8, 2006, pp. 118 a 124, Universidad Carlos III de Madrid.
9BAUDRILLARD, Jean, Contraseñas, Ed. Anagrama, Barcelona, 2002, p. 32
10BAUDRILLARD, Jean, El otro por sí mismo, Ed. Anagrama, Barcelona, 1997.
11BAUDRILLARD, Jean, «Duelo», Fractal N° 7, octubre-diciembre, 1997, año 2, volumen II, pp. 91-110.
12BAUDRILLARD, Jean, La transparencia del mal, Ed. Anagrama, Barcelona, 2001, p. 22
13Ibid.
14BAUDRILLARD, Jean, Contraseñas, Ed. Anagrama, Barcelona, 2002, p. 35
Ver:
Vásquez Rocca, Adolfo, Artículo «Baudrillard; Cultura, simulacro y régimen de mortandad en el Sistema de los objetos.», En Cuaderno de Materiales, Revista de Filosofía,
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID, Nº 22, 2007.
http://www.filosofia.net/materiales/articulos/a_baudrillard_vasquez.html
Artículo «Baudrillard; de la metástasis de la imagen a la incautación de lo real«, En EIKASIA. Revista de Filosofía, OVIEDO, ESPAÑA. ISSN 1885-5679, año II, Nº 11 (julio 2007) pp. 53-59.
http://www.revistadefilosofia.com/11-02.pdf
http://www.espacioluke.com/2007/Abril2007/vasquez.html
OBSERVACIONES FILOSOFICAS – Revista de Filosofía
Jean Baudrillard; De la metástasis de la imagen a la seducción de lo hiperreal.
EL NIETZSCHE DE PETER SLOTERDIJK; Del “superhumanismo de Nietzsche” al kitsch en la política fascista. Por Adolfo Vásquez Rocca
Nietzsche: La ficción del sujeto y las seducciones de la gramática – Por Adolfo Vásquez Rocca
JEAN BAUDRILLARD; METÁSTASIS DE LA IMAGEN, SIMULACROS E HIPERREALIDAD
Filosofía Posmoderna y Estétca – Dr. Adolfo Vásquez Rocca
EL NIETZSCHE DE PETER SLOTERDIJK; Del “superhumanismo de Nietzsche» al kitsch en la política fascista. Por Adolfo Vásquez Rocca
Nietzsche – Por Adolfo Vásquez Rocca
En el marco del creciente interés que suscita la obra de Friedrich Nietzsche , los numeroso seminarios, nuevas lecturas contextualizadas, investigaciones en curso sobre su obra, el filósofo Peter Sloterdijk describió en una Conferencia pronunciada en Weimar al autor de Así habló Zaratustra como el “gran profeta del individualismo”.
Nietzsche provoca lecturas diversas y desconcertantes. En 1920, cuando el nazismo quizás se presentía pero aún no se había manifestado en toda su virulencia: «Al mejor Nietzsche no se lo conoce, mientras que el peor y secundario es el que se expone, se discute, se cita y el que se ha popularizado y traducido en efectos prácticos y el de usos religiosos y guerreros».
¿Hay lugar hoy para una relectura de Nietzsche?
¿Hay lugar hoy para una relectura de Nietzsche que, a partir de la manipulación genética, sueñe con una humanidad «superior» basada en una reversión de los valores? Es lo que parece sugerir Peter Sloterdijk, discutido y polémico, acusado de promover una eugenesia fascista. El 25 de agosto de 2000, en la ciudad alemana de Weimar, donde hace cien años muriera Nietzsche, y en el marco de una serie de actos en homenaje a su memoria, Sloterdijk volvió a conmover el pensamiento europeo recordando al autor de Zaratustra con una conferencia sobre el «superhumanismo de Nietzsche».
Nietzsche – Por Adolfo Vásquez Rocca
Con su tradicional discurso, entre provocador y desconcertante, Sloterdijk explicó el fascismo como una muestra “de la irrupción de la cultura del pop y del kitsch en la política”.
El discurso de Sloterdijk en Weimar, bajo el título La mejora de la buena noticia. El quinto evangelio de Nietzsche, fue el acto más sobresaliente de los que se celebraron ayer en Alemania con motivo del centenario de la muerte del genial filósofo.
Peter Sloterdijk por Adolfo Vásquez Rocca
Sloterdijk, que ya sembró la polémica hace un año con sus planteamientos sobre la biotecnología, se refirió a Nietzsche como una imagen de marca. Pero en esta ocasión, el historiador y germanista no se refirió a sus tesis sobre biotecnología.
El pensador, uno de los representantes más singulares de las jóvenes generaciones de filósofos alemanes y profesor invitado de la Fundación Weimarer Klassik desde noviembre a enero, no quiso dejar pasar la ocasión de insistir en cómo los nazis abusaron del concepto de superhombre de Nietzsche, ni tampoco de recordar cómo después de que los nazis se apropiaran indebidamente de su obra, en la Alemania Oriental se convirtió prácticamente en un proscrito. Con la caída del Muro se comenzó a recuperar su legado en el Este.
Peter Sloterdijk – Por Adolfo Vásquez Rocca
Según Sloterdijk, Nietzsche y el régimen nazi no hablaban en el mismo idioma cuando se referían a este concepto que ha dado lugar a tantas discrepancias.
En Weimar, donde murió Nietzsche el 25 de agosto de 1900, sigue siendo un éxito de público la exposición sobre la vida del filósofo, que se inauguró a mediados del pasado mes de abril en el Schillermuseum. También en Bayreuth, donde se celebra el célebre festival creado por Richard Wagner, con quien el pensador mantuvo una turbulenta relación, se rinde homenaje al autor con una exhibición sobre su obra.
La tumba del pensador, que se encuentra en la diminuta localidad de Röcken, en Sajonia Anhalt, donde nació, se convirtió ayer en obligado centro de peregrinación para muchos de sus seguidores.
Peter Sloterdijk: ¿Ilustración Dionisiaca?
Para explicar medianamente, a modo de ciceroniano acercamiento sin artificios subjetivos, que significa el nombre de Sloterdijk en el actual panorama filosófico del estrenado milenio, habría que retomar una cartografía en la que continuarían estando presentes las referencias a la crisis del Humanismo iniciada por Nietzsche y continuada con diferente designio hermenéutico por Heidegger. Si bien la crisis del Humanismo es el punto de encuentro entre los dos filósofos, cada uno entroniza desde diferentes posturas el vaciamiento llevado a cabo por el despliegue del nihilismo, coincidiendo en la síntesis de que «a más logocentro mayor alejamiento del carácter «errático» y descentralizado como consecuencia del estado de «yecto» o «arrojado a la existencia». En realidad, lo que Heidegger ve con lucidez abrumadora es que bajo la voluntad de poder nietzscheana yace una consumación en la historia metafísica, provocada precisamente por la voluntad de poder. «Incondicionada» agregaría el pastor de la Selva Negra; una de sus innumerables expresiones entrecomilladas que conforman su obra principal «Sein und Zeit», bajo todo un despliegue etimológico en busca del desvelamiento por olvido del Ser en la lengua alemana, que en su opinión significaba también el extravío de Occidente.
Nihilismo – Adolfo Vásquez Rocca
Alemania como destino del Ser.
La escisión que advierte se podría exponer como sigue; la lucha entre el valor desvalorizado y el primigenio olvido del Ser en que incurre la cultura griega en sus primeros pasos Occidentales. Un nuevo punto de confluencia entre Nietzsche y Heidegger tiene que ver con lo ya comentado: la crisis del Humanismo. Ambos se remontan a los orígenes de la «decadencia», uno irrumpiendo en lo que en realidad fue la introducción previa a su crítica de la moral, «El origen de la Tragedia», obra que por su contenido estético preludia el resto de investigaciones y la consiguiente presencia latente como divorcio entre Apolo y Dionisio. Un valorar que desprecia la relación siempre existente entre el placer y el dolor, hipostasiado en un dios dueño y señor. Heidegger por su parte, ni siquiera soslaya el problema del valor y su desvaloración, advierte que la línea descendente se produce por el «olvido del Ser» entendido como instrumetalización escamoteadora, que al poner una verdad unitaria en lo «ente» también la conciencia queda presa como «logocentro» en adelante valorizador. Por ello advierte de que todo valorar es en-sí, olvido del Ser y subjetividad que se sabe a sí misma. Ver su crítica a Hegel. La problematica que ha atravesado a toda la filosofía Occidental entre afuera-adentro, se intensifica en mi opinión con la crítica que ambos construyen al Humanismo.
Estética – Adolfo Vásquez Rocca
El escándalo que se produjo en Alemania, entre Habermas y Sloterdijk, por la disputa en torno a las posibilidades tecnológico-genéticas, viene a ser la secularización posmetafísica del problema que el Humanismo en su intensificación domesticadora, no cuenta para Sloterdijk con las mínimas garantías para hacer frente a un mundo con problemas distintos al ideario Humanista. Arrojados definitivamente al mundo, los humanos deben decidir sobre elecciones optativas. Se produce pues en Sloterdijk, una síntesis entre el «estado de yecto» Heideggeriano y la automanipulación nietzscheana.
El fantasma del nazismo sobrevuela otra vez por la Alemania postnazi. Manipular al ser humano, obliga según Sloterdijk a revisar los conceptos de natalidad como fatalidad o en definitiva a desproteger a ese animal mimado que es el hombre.
Tecnología (manipulación) aparece en escena como en realidad algo muy antiguo que en parte no corresponde por entero a nuestra época, sin embargo, las posibilidades optativas son únicas en la historia de la humanidad. Quisiera aportar un punto de vista sobre la polémica, filosófica, no lo olvidemos, que consiste en desvoluntarizar la postura de Sloterdijk y evitar observar en él a un «lider neonazi» con aficiones a lo «Frankenstein» costurero, para contemplar responsablemente una pregunta que tarde o temprano será imposible eludir. El descubrimiento de un código genético bajo la expresión «hay información» le sirve para escribir lo que sigue:
» En la frase «hay información» hay implicadas otras frases: hay sistemas, hay recuerdos, hay culturas, hay inteligencia artificial. Incluso la oración «hay genes» sólo puede ser entendida como el producto de una situación nueva: muestra la transferencia exitosa del principio de información a la esfera de la naturaleza. Esta ganancia en conceptos que permiten abordar poderosamente la realidad, hace que el interés en figuras de la teoría tradicional tales como la relación sujeto-objeto disminuya. Incluso la constelación de yo y mundo pierde mucho de su prestigio, sin hablar de gastada polaridad individuo-sociedad. Pero encima de todo, con las nociones de recuerdos realmente existentes y de sistemas autoregulados, caduca la distinción metafísica de naturaleza-cultura: en esta perspectiva, ambos lados de la distinción no pasan de ser estados regionales de la información y su procesamiento. Habrá que armarse de paciencia, sin embargo, ya que la comprensión de estas ideas va a ser particularmente difícil para los intelectuales que han vivido de esta antítesis de cultura y naturaleza, y que se encuentran ocupando ahora una posición reactiva».
Dejando al margen ya las cuestiones potentes de su quehacer filosófico, habría que resaltar las revisiones al pensamiento nietzscheano (El pensador en escena) donde pone definitivamente en tela de juicio la voluntad de poder, como lo que en realidad aducía Heidegger; voluntad de voluntad o el hombre como pura técnica incondicionada.
Günter Grass – Adolfo Vásquez Rocca – Literatura alemana
En Eurotaoismo, al hilo de lo anteriormente comentado, establece una crítica a la movilización Occidental, deudora de cinetismo como energía que genera más energía. Resulta curioso leerle, que tanto Nietzsche como Marx participaron por igual en esta movilización dinamizadora. En las teorías tanto de la fuerza como de la plusvalía se produce un sobrante que retroalimenta una política denominada «cinética». No conviene olvidar sus preocupaciones sobre la cultura de masas o la cultura como «mito», recogidas en su obra «El desprecio de las masas» donde de paso hace un extenso comentario al otra vez actual Canetti, y su libro «Masa y Poder». Sobre «Crítica de la razón cínica» o la monumental «Esferas» no puedo agregar nada debido a una limitación editorial que por el momento no he podido esquivar, espero que en nuestra nueva condición de «zahoríes apócrifos» tenga más suerte.
Los parejos y polémicos «Normas para el parque humano» y «En el mismo barco» donde con crítica secular, refuta la sustancial actualidad de la «Carta al humanismo» de Heidegger, para continuar a renglón seguido con lo expuesto al principio de este páginas. Por lo que a «En el mismo barco» se refiere, el estilo es menos escrutador y más poéticamente reconstructivo, flirteando si cabe con cierta antropología filosófica.
Desde las pretéritas hordas, hasta la perdida de «resonancia acústica», teoría musical explorada por Nietzsche, hasta nuestras sociedades movilizadas e hiperdesarrolladas.
Estética – Adolfo Vásquez Rocca
Finalmente, «Extrañamiento del mundo» nos sumerge por todo un catálogo de técnicas y fugas destinadas a aprehender o negar el mundo. Orientalismo, divinidad, sustancias psicotrópicas con o sin dioses, adicción como problema cultural ajeno al binomio existente entre embriaguez-mundo y que erróneamente expresa una rotura que en la mayoría de los casos problematiza la carencia de mundo al que hemos llegado. También analiza figuras fundamentales insertadas en la historia de las enseñanzas como Sócrates, Jesús o Freud. Diferentes formas de venir al mundo, traducidas a menudo en las figuras cotidianas de consideración puestas en marcha. La Ilustración como proyecto aún no explorado y un sin fin de matices articulados con un estilo literario brillante, lúcido y originalísimo.
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de Especialización: Antropología y Estética. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV, del Magíster en Etnopsicología, Escuela de Psicología PUCV, Profesor de Antropología y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la UNAB. Profesor asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Secretario de Ejecutivo de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía de la PUCV http://www.philosophica.ucv.cl/editorial.htm, Editor Asociado de Psikeba —Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires— http://www.psikeba.com.ar/, miembro del Consejo Editorial de Escaner Cultural —Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias— http://www.escaner.cl/
y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Capital Federal, Argentina.
Adolfo Vásquez Rocca
Instituto de Filosofia Pontificia Universidad Catolica de Valparaíso
Ver:
-
- Heidegger y el Nazismo- Escritos políticos de Martin Heidegger – Dr. Adolfo Vásquez Rocca
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RECUPERACIÓN ESTÉTICA DEL IDEARIO CÍNICO;De Diógenes a Sloterdijk.
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REVISTAS DE FILOSOFÍA:
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REVISTAS DE FILOSOFÍA
REVISTAS DE FILOSOFÍA. Revista de Filosofía contemporánea, Publicaciones Científicas Indexadas en Directorios Internacionales
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Filosofía Adolfo Vásquez Rocca
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Instituto de Filosofía Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
- Adolfo Vásquez Rocca
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SLOTERDIJK; ESFERAS III, ESPUMAS GLOBALIZACIÓN Y ESTORNUDOS METAFÍSICOS Por Adolfo Vásquez Rocca
Adolfo Vásquez Rocca
Las pestes no perdonan y atacan con el mismo entusiasmo a los seres humanos y a los sistemas filosóficos. Las ideas se le vuelven efervescentes a Peter Sloterdijk, que inventa sobre la marcha, entre estornudos metafísicos, cosmovisiones intraducibles. Según el autor de la trilogía «Esferas» (Siruela), “los fenómenos sociales se tienen que considerar siempre desde un punto de vista epidemiológico y, a la inversa, también la memoria es muy oportunista y sólo recuerda aquellas catástrofes que a uno le son útiles”. En el análisis de la fenomenología de la obsesión cabe decir que el ser humano moderno es una víctima propicia de obsesiones oportunistas, que en el lenguaje de la prensa se clasifican de información. Lo que se llama información, es en realidad una microobsesión que tiene carácter de epidemia colectiva.
Esferas Peter Sloterdijk por Adolfo Vásquez Rocca
-Esta obra se divide en tres partes,«Burbujas», «Globos» y «Espumas», un universo filosófico de un hermetismo lírico. ¿Cómo lo ha estructurado desde el punto de vista del pensamiento?
– El primer tomo lleva el título de «Burbujas». Pero la información más importante procede del término que se ha añadido, la microesferología. Aquí se hace referencia a una teoría de lo animado, lo que tiene alma. y del espacio psíquico interpersonal.
-En el segundo tomo, «Globos», ¿hacia qué alturas espaciales orienta su vuelo?
Sloterdijk Esferas por Adolfo Vásquez Rocca
-La información se centra en torno al tema de la macroesferología. Planteo una historia de dos mil años que se extiende desde Platón y Aristóteles hasta Leibniz y que abarca toda la estructura del cosmos y la estructura interna de Dios, esa inmensa esfera convertida en un gran globo. No hay que olvidar que nos encontramos frente a tres globalizaciones. La primera es la globalización morfológica que muestra que el cosmos tiene forma de globo. Esa información central es la cosmología. Lo más importante es que Dios tiene forma redonda. La segunda globalización es la terrestre y en ella España ocupa un lugar, como protagonista de “la conquista del mundo” a través de la colonización. La tercera es la globalización náutica que durante un periodo de 400 años fue decisiva, con un foco en España y otro en el Reino Unido. Tan sólo al final de este periodo de la historia, se produce lo que consideramos la mundialización o globalización electrónica.
Estética Arte Posmoderno por Adolfo Vásquez Rocca
-En este universo globalizador recorrido por las autopistas de la información, ¿cuáles han sido las grandes conquistas o las grandes pérdidas de la historia de los seres humanos?
-Estas primeras globalizaciones planetarias convirtieron el universo en un mundo grande, con un amplio espacio para la lectura. La globalización electrónica nos lleva al punto opuesto, donde nos envuelve el peligro de la banalidad. Hace 500 años, la información parecía expandirse, ahora sucede lo contrario. La globalización electrónica inicia un siglo de ausencia de distancias y ausencia de respeto. Es lo que se deduce al analizar como tratan los estadounidenses al resto del mundo.
Sloterdijk Esferas por Adolfo Vásquez Rocca
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
REVISTA OBSERVACIONES FILOSOFICAS Revista de Filosofía Contemporánea, con secciones dedicadas a la Antropología, Estética, Epistemología, Ética, Psicología y Literatura. Indexada en Base de Datos de la Universidad Complutense de Madrid; DOAJ – Directory of Open Access Journals – Lund University; INTUTE Arts and Humanities UK universities. Catalogada en UNIVERSIA.net Directorio de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC); DIALNET Directorio de publicaciones científicas hispanoamericanas; LATINDEX Sistema de Publicaciones Científicas Seriadas de América Latina, España y Portugal. En BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES; Les Signets de la BIBLIOTHÈQUE NATIONALE DE FRANCE: Philosophie, Revues y Centre d’Études en Rhétorique, Philosophie et Historie des Idées, Paris. Asociada al Postgrado en Filosofía – Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y al Grupo THEORIA Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado.
ISSN 0718-3712 |
Director: Adolfo Vásquez Rocca | Revista Observaciones Filosóficas © 2005 – 2007 |
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Adolfo Vásquez Rocca
Adolfo Vásquez Rocca
http://www.danoex.net/adolfovasquezrocca.html
Artículo «Peter Sloterdijk; Espumas, mundo poliesférico y ciencia ampliada de invernaderos» En KONVERGENCIAS, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Nº 16 – 2007, Capital Federal, Argentina, pp. 217-228
Artículo «Peter Sloterdijk: Temblores de aire, atmoterrorismo y crepúsculo de la inmunidad» En NÓMADAS, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas ISSN 1578-6730 – Universidad Complutense de Madrid, | Nº 17 | Enero-Junio 2008 -1º | En Prensa
http://www.ucm.es/info/nomadas/17/avrocca_sloterdijk3.pdf
Artículo «Sloterdijk ‘Normas para el Parque humano’; De la carta sobre el humanismo a las antropotecnias y el discurso del pos-thumanismo«, En
Revista Observaciones Filosóficas – Nº 5 / 2007 | ISSN 0718-3712
http://www.observacionesfilosoficas.net/petersloterdijkdelasnormas.html
Artículo, «Peter Sloterdijk: Esferas, flujos, sistemas metafísicos de inmunidad y complejidad extrahumana» En NÓMADAS Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID, | Nº 17 | Enero-Junio 2008 | En Prensa
http://www.ucm.es/info/nomadas/17/avrocca_sloterdijk.pdf
Artículo «Peter Sloterdijk: Espacio tanatológico, duelo esférico y disposición melancólica» En NÓMADAS, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas ISSN 1578-6730 – Universidad Complutense de Madrid, | Nº 17 | Enero-Junio 2008 -1º | En Prensa http://www.ucm.es/info/nomadas/17/avrocca_sloterdijk2.pdf
Artículo «Sloterdijk; Temblores de aire, atmoterrorismo y crepúsculo de la inmunidad» En A PARTE REI, Nº 53, Sociedad de Estudios Filosóficos, MADRID, 2007.
http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/vasquez53.pdf
Artículo «Peter Sloterdijk; Espumas, mundo poliesférico y ciencia ampliada de invernaderos» En KONVERGENCIAS, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Nº 16 – 2007, Capital Federal, Argentina, pp. 217-228
Ver:
PETER SLOTERDIJK Libro de Adolfo Vasquez Rocca | Institución Alfons el Magnànim (IAM) Valencia 2008
Libro ‘PETER SLOTERDIJK’ | Institución Alfons el Magnànim (IAM) Valencia 2008 | Autor: Adolfo Vasquez Rocca
REVISTAS DE FILOSOFÍA: REVISTAS DE FILOSOFÍA
REVISTAS DE FILOSOFÍA. Revista de Filosofía contemporánea, Publicaciones Científicas Indexadas en Directorios Internacionales
PETER SLOTERDIJK ‘EL PALACIO DE CRISTAL’; Introducción Dr. Adolfo Vásquez Rocca
SLOTERDIJK; DE LA ONTOLOGÍA DE LAS DISTANCIAS AL SURGIMIENTO DEL ‘PROVINCIANISMO GLOBAL’ Liliana Vásquez Rocca
MODERNIDAD LÍQUIDA Y FRAGILIDAD HUMANA; DE ZYGMUNT BAUMAN A SLOTERDIJK
PETER SLOTERDIJK; MIEMBRO DE LA ACADEMIA DE LAS ARTES DE BERLÍN Y DE ‘DAS PHILOSOPHISCHE QUARTETT’ .
PETER SLOTERDIJK Libro de Adolfo Vasquez Rocca | Institución Alfons el Magnànim (IAM) Valencia 2008
Adolfo Vásquez Rocca
*Adolfo Vásquez Rocca
Doctor en Filosofía
por la Pontificia Universidad Católica
de Valparaíso,
Postgrado en la Universidad
Complutense de Madrid,
Profesor Universidad Andrés Bello.
E-mail: adolfovrocca@gmail.com